5.5.17

frente a la tumba


FRANTZ
data: http://www.imdb.com/title/tt5029608

Uno de los directores más interesantes de estos años es François Ozon. Sus películas rara vez nos decepcionan. Podrán ser más o menos “raras”, pero siempre tienen varias capas, más de una interpretación posible. En este caso, una remake de una vieja película de Ernst Lubitsch (“Remordimiento”) sirve de una excusa para hacer un análisis de la Europa y de un mundo que se está olvidando de los que sufrió en los años de Guerras Mundiales. Y como si fuera poco, nos deja una reflexión sobre el sufrimiento y sobre la pulsión por sobrevivir cuando el mundo se volvió un lugar hostil.

“Frantz” sucede en el período entre guerras, en la Alemania claudicada después de la Primera Guerra Mundial. Anna es la viuda de un joven soldado alemán (el Frantz que da título a la película) que soporta su duelo, sosteniendo a los padres sobrevivientes de su amado. Una mañana, Anna descubre a un hombre, un francés, dejando flores en la tumba de su marido muerto. El hombre, Adrien, también fue soldado como Frantz, aunque del otro lado del conflicto, y se presenta a la familia como un amigo dolido que conoció al muerto en un viaje de juventud a París.



Precavidos de adelantar sorpresas, a medida que vemos el modo en que la muerte de Frantz afecta a su amigo Adrien, pasamos de sospechas de mentes del siglo XXI a una sorprendente revelación en la mitad de la película. Pero, una vez que conocemos la verdad, nos damos cuenta que no es tan importante quién es Adrien sino qué representa.

En “Frantz” vemos la misma historia del lado alemán y, en el tercio final, conocemos la otra cara del lado francés. Y descubrimos el odio entre dos naciones históricamente enfrentadas que están preparando su posterior encuentro bélico. Así como espectadores del siglo XXI pensamos mal de Adrien y Frantz, como espectadores del nuevo milenio nos sorprende ver cuánto contrasta la interrelación de esas naciones en el presente con el sentimiento de desconfianza que los enfrentaba en el pasado. Ése es el primer punto que toca “Frantz”: lo que es Europa hoy. Y lo que ha unido a Europa a partir de su cultura. Lo que estaba presente en forma incipiente en la historia (el amor a la cultura, la moda, el pacifismo), hoy es una realidad que se vive cotidianamente. Tal vez, en tiempos de cimbronazos económicos, nos hemos olvidado de lo que era la realidad de esos países hasta no hace tanto tiempo. Y como esa concordia hoy se ve amenazada por el renacer de lo más ruin del sentimiento nacionalista.



Cuando oímos a diario los cacareos en contra de la Unión Europea, no está de mal hacer un exhaustivo ejercicio de memoria para recordar cuántos siglos de guerras debilitaron al continente y cuántos millones vieron truncadas sus esperanzas al marchar de las fanfarrias militares. A los europeos de hoy les Ozon y les recuerda lo que eran, lo que sufrieron y los muertos que tuvieron que llorar. Las vidas tronchadas por los jóvenes que perdieron su futuro en el barro de las trincheras. Ese mundo en gris (un glorioso blanco y negro responsabilidad de Pascal Marti) que sólo se puede quebrar cuando los personajes recuperan el recuerdo de lo hermosa que es la vida.



Allí hay otra punta (más sutil) en el filme: la capacidad de alejarnos del dolor, superarlo y retomar el disfrute de lo sensorial que tiene el estar vivos. Los personajes están encerrados en su duelo perpetuo, en el recuerdo del muerto que ya no puede volver. Se ilusionan con la posibilidad de un sustituto que los revive por un momento pero que no deja de ser una ilusión: el Adrien que puede reemplazar al Frantz hijo y esposo es un engaño mental. Perpetúan el duelo. Anna es la única que lo afronta en el final, la única que rompe la prisión de las obligaciones, de los deseos del otro, del ritual del recordatorio del fallecido. La última escena, a colores, frente a un cuadro de Manet (clave en la historia) es una síntesis visual de esta tesis. Anna puede ver de frente la tragedia y sentirse viva. A los otros les queda la condena de vivir una mentira. Una mentira que los conforme con cierto sucedáneo de la felicidad.



En los reportajes que pueden rastrearse en la red, Ozon nos habla de ciertos paralelos entre “Frantz” y “Vértigo”. No sólo en el punto de vista de la cámara, en la mirada del otro, sino en esta idea del doble, de la elección de un sustituto que pueda reemplazar al ido.

Un punto aparte para destacar a la pareja protagónica. La mirada atormentada de Pierre Niney y la revelación de Paula Beer, para seguirla de cerca en próximos trabajos.

“Frantz” es una película para no dejar pasar, cine europeo de calidad. A anotarla.

Mañana, las mejores frases.

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