7.9.17

sarmiento por rodin (I)



A pocos días de la muerte de Domingo Faustino Sarmiento, los directores de los principales diarios porteños de la época (“La Prensa”, “La Nación” y “El Diario”, esto es, Martín Gainza, Bartolomé Mitre y Manuel Láinez) encabezaron la suscripción popular para juntar los fondos para erigir un gran monumento a la figura del prócer, padre de la educación popular.

A fines de 1888, se nombró a Aristóbulo del Valle en la Sub-Comisión Artística que tenía el objetivo de nombrar al artista que inmortalizara la figura de Sarmiento. Aristóbulo del Valle fue quien propuso (y logró) que el Monumento se ubicara en el Parque Tres de Febrero, otrora residencia del rival político del sanjuanino, el Gobernador Juan Manuel de Rosas.

Eduardo Schiaffino, regresado de París en 1891, le propuso a del Valle que el artista elegido no tenía que ser otro que el prestigioso Auguste Rodin. El contrato se suscribe el 30 de noviembre de 1894 y se establece que la obra costaría 75 mil francos. Rodin se cuidó de incluir cláusulas que le aseguraran su independencia artística en la confección de la obra.

A poco de firmado el contrato, del Valle le escribe a Rodin proponiéndole que la obra “podría ilustrar la faceta de Sarmiento como educador, rodeado de niños pequeños” agregando que “el artista imprima rasgos que evidencien su alta inteligencia”. No tomaron en cuenta su idea.

En su lugar, se representaría a Sarmiento de pie en bronce con un basamento de mármol con la figura de Apolo triunfante sobre la serpiente del error y la ignorancia, metáfora apropiada para un educador.

En 1896 muere Aristóbulo del Valle. Todo lo relacionado con el Monumento pasa a manos del Ministro argentino en París, Miguel Cané. Y el problema lo tuvo Cané apenas asumió su cargo: de los 60 mil francos girados para la financiación del Monumento, 18 mil lo birló un empleado de la embajada. El hombre fue preso y se recuperó la plata.

Pero los verdaderos problemas recién comenzaban. Cané trataba de convencer a Rodin de que la imagen que estaba haciendo de Sarmiento no era todo lo precisa que se esperaba del gobierno argentino. Por ejemplo, en una carta de mayo de 1896 le desliza al escultor francés:
“Iré pronto a verlo y charlaremos… también de la figura de Sarmiento, que como yo le había dicho, si fuera muy bella y muy elegante no responde al tipo real que quien el recuerdo está vivo en Buenos Aires”
Tres meses después, insiste en otra carta:
“Ud. me dice que la figura de Sarmiento está por así decirlo terminada. Yo espero que Ud. haya tenido en cuenta las observaciones que fui haciendo al asunto del tipo físico del personaje y que ahora yo veré al verdadero Sarmiento”
En julio de 1897, Cané le paga 20 mil francos. Y pide ver la maqueta de la obra a fines de ese año.



Cabe aclarar que Rodin no era partidario de registrar fielmente en sus esculturas a los protagonistas. “Hay una deleznable exactitud: la de la fotografía y la del calco. El arte sólo comienza con la verdad interior” deja escrito en su testamento a las próximas generaciones de artistas. Ya ante las críticas de su Balzac (señalada por los contemporáneos como una bolsa de papas), dejó clara su posición: “La escultura moderna no debe ser una imitación de la fotografía”.

Y Cané le recuerda lo de Balzac, en una carta a mediados de 1898:
“Ahora, mientras los filisteos gritan y se agarran la cabeza delante de su Balzac… Ud. pensará en mi, Ud. me agrandará mi Sarmiento que nosotros iremos a ver hacia fin de este mes. No es cierto?” implora.
Cané se daba cuenta que Rodin no le daba bolilla en el asunto. Por eso puso por escrito, en una carta al Presidente Carlos Pellegrini, “es rey y señor en la materia y hará lo que se le dé las ganas”.

Paul Groussac, al viajar a París, convino con Pellegrini darse una vuelta por el taller de Rodin y ver cómo avanzaba la obra. Groussac fue claro en la impresión que le generó la obra: “¡Ese largo cuerpo desmadejado, con su pierna dislocada y a la rastra; ese cráneo dolicocéfalo que aplasta el ángulo facial, esa boca fruncida, esos ojos hundidos y parpadeantes que han perdido sus lentes!” y calificó el monumento de “¡conjunto ingrato y triste, mezcla de alcalde de aldea que con su mano en el pecho arenga al vecindario, y de dómine aguafiestas que no se sonrió jamás!”.

Groussac le dejó claro al artista que la figura no tenía parecido con Sarmiento. Rodin le mostró una foto que le habían tomado al sanjuanino que le sirvió como modelo. “Una fotografía de aficionado, hecha en el Paraguay y que, sin duda por el desnivel del aparato, había dado efectivamente un Sarmiento con cuerpo de Lincoln” aclaró Groussac. “Yo lo veo así” le contestó Rodin. “Pero, al fin ¿qué es lo que usted ve en Sarmiento?” le gritó Groussac. Rodin siguió con su idea. Y nada de lo que dijera Groussac lo iba hacer cambiar de opinión.

La estatua ya estaba lista para la fundición. Y sólo quedaba enviarla a Buenos Aires para su inauguración, pactada para el 25 de mayo de 1900.

(Continúa mañana)

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