5.12.03

prioridades y urgencias

No es que uno los conozca, porque ya estamos acostumbrados a la precariedad intelectual y moral con la que se mueven los medios de comunicación en la Argentina, pero sigue sorprendiendo el elemental modo de pensamiento de nuestra sociedad, que no puede anticipar campañas que, de tan repetidas, ya no deberían causar efecto.

Hace dos semanas que los medios no hablan de otra cosa que de los piqueteros (antes fueron las AFJP, después las privatizadas, a la otra semana los acreedores externos y, hace unos días, la insostenible posición del Ingeniero Manuel Pellegrini al frente de River). Encuestas de vecinos indignados, declaraciones como las de la UIA, reavivando la Doctrina Escasanny de Seguridad Nacional, comunicadores sociales clamando medidas urgentes, apelaciones a la Constitución Nacional y políticos impresentables pidiendo medidas al gobierno, han desfilado con curiosa coincidencia por los medios, junto a episodios violentos convenientemente realizados por algunos sectores piqueteros.

No digo que el trabajador que intenta llegar a su casa y se encuentre con un piquete en el Puente Pueyrredón no se sienta molesto. Pero, me pregunto: en un país en que los mismos políticos que robaron a dos manos y dejaron a la mitad de su población debajo de la línea de pobreza, son reelegidos en sus cargos, o en el mismo país en que los bancos se quedaron con los ahorros de sus clientes y encima son compensados, o, la misma nación que le reconoce la deuda sin quitas a los organismos internacionales que la fundieron, pero reconoce sólo un cuarto a los ahorristas privados que confiaron en el país poniendo su plata, digo, ¿son los piqueteros nuestra máxima preocupación, tanto que exige una contundente y rápida demostración de fuerza del gobierno?

Está bien, obstruir una calle es violar el derecho constitucional de libre movilidad de los habitantes; pero, ¿y el derecho constitucional de la propiedad o el derecho humano al trabajo, a la vida, a no morirse de hambre, a la justicia?

Tal vez conviene leer la letra chica del diario y ver que cosas pasan, por otros lados, que no llaman (también convenientemente) la atención de los medios. Si te engaño una vez, la culpa es mía; pero si te engaño dos veces, la culpa es tuya.

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