La señora Magloire cultivaba legumbres en el jardín; el obispo, por su parte, había sembrado flores en otro rincón. Crecían también algunos árboles frutales. Una vez, la señora Magloire dijo a Su Ilustrísima con cierta dulce malicia:
-Monseñor, vos que sacáis partido de todo, tenéis ahí un pedazo de tierra inútil. Más valdría que eso produjera frutos que flores.
-Señora Magloire -respondió el obispo-, os engañáis: lo bello vale tanto como lo útil.
Y añadió después de una pausa: Tal vez más.
VÍCTOR HUGO
Los miserables
15.12.05
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