4.2.07

monsieur Le Blanc (parte II)

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Entonces, en 1794, la École Polytechnique abrió sus puertas en París. Se fundó como academia de excelencia para formar a matemáticos y científicos nacionales. Este habría sido un lugar ideal para que Germain desarrollara sus habilidades matemáticas si no fuera porque se trataba de una institución limitada tan sólo a los hombres. Su reserva natural la previno de enfrentarse a la junta directiva de la academia, así que, en lugar de eso, recurrió a estudiar en secreto asumiendo la identidad de un antiguo alumno de la academia, monsieur Antoine–August Le Blanc. La secretaría de la academia ignoraba que el verdadero monsieur Le Blanc había abandonado París y continuó enviándole apuntes y problemas.

Germain se las ingenió para obtener todo lo que iba destinado a Le Blanc y cada semana proponía respuestas a los problemas usando su nuevo seudónimo. Todo iba tal como había planeado, hasta que un par de meses más tarde el encargado del curso, Joseph–Louis Lagrange, no pudo ignorar por más tiempo la brillantez de las respuestas de monsieur Le Blanc. Las soluciones de monsieur Le Blanc no sólo eran de un ingenio maravilloso sino que además evidenciaban una notoria transformación en un estudiante que otrora había destacado por su pésima destreza matemática. Lagrange, que era uno de los matemáticos más distinguidos del siglo XIX, solicitó un encuentro con el renovado estudiante y Germain
se vio obligada a revelar su auténtica identidad. Lagrange se quedó atónito y encantado al conocer a la joven y se convirtió en su mentor y amigo. Sophie tuvo al fin un profesor que la colmó y con el que pudo dar rienda suelta a sus capacidades y ambiciones.

Germain progresaba en secreto y pasó de resolver problemas como deberes del curso a estudiar áreas inexploradas de las matemáticas. Se interesó muy en especial por la teoría de números e inevitablemente llegó a oír hablar del último teorema de Fermat. Trabajó en este problema durante muchos años y alcanzó una fase en la que creyó haber logrado un avance importante. Sintió la necesidad de discutir sus ideas con otros colegas teóricos de números y decidió dirigirse directamente a la cima y consultar al mejor del mundo, el matemático alemán Carl Friedrich Gauss.

(…)

La labor de Germain sobre el último teorema de Fermat constituyó su mayor aportación a las matemáticas, pero al principio nadie creyó en su descubrimiento. Germain tenía veintitantos años cuando escribió a Gauss y, aunque se había hecho con una reputación en París, temió que el gran matemático no la tomara en serio por ser mujer. Para preservar su identidad, Germain recurrió de nuevo al seudónimo y firmó las cartas con el nombre de monsieur Le Blanc.

Su temor y respeto hacia Gauss queda patente en una de las misivas que le dirigió: “Por desgracia, la profundidad de mi intelecto no se corresponde con la voracidad de mi apetito, y me parece ciertamente una osadía importunar a un hombre de genio cuando yo no merezco su atención más que por la admiración que le profeso y que sin duda comparto con todos sus lectores.” Gauss, ignorante de la verdadera identidad del remitente, intentó que Germain se sintiera cómoda y respondió: “Estoy encantado de que la aritmética haya encontrado en usted a un amigo tan capaz.”

SINGH SIMON
“El enigma de Fermat”

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