15.7.07
el que canta, no baila
EL CANTANTE
“El cantante” es una de esas películas que se aman o se odian, muy difícil de recomendar, a la vez que es imposible no hacerlo. Es una historia chiquita, apenas contada, pero con una mirada dulzona, medio burlona, medio melancólica. Una extraordinaria actuación de Gerard Depardieu, mucho contexto, mensaje subliminal retro y una moraleja desencantada: seguí cantando, aunque desafines en el camino.
Alain Moreau es un dinosaurio, un cantante melódico cincuentón, que se mantiene dando pena en bailes de la tercera edad, tómbolas regionales, cena – shows de maduros indiferentes. La zapán desbordando bajo el saco, las camisas floreadas, el teñido demodé. El tipo se desliza hacía la monotonía del final. Resiste, aguanta, pero su música se está destiñendo.
Entonces, Alain la ve a ella, la rubia de piernas largas, ojos como una promesa y caderas que oscilan gacelas, para que sienta que tiene, todavía, una canción más para cantar.
Otoñal pero vivo, el cantante seductor va por otra conquista, apuesta a revivir cuando todos lo daban por muerto.
“El cantante” tiene la química de la pareja central. Genial Gerard Depardieu (que canta de verdad en la película) y muy seductora Cécile de France, responsables que el filme oscile en esa cuerda intimista y menor, a riesgo de caer en la intrascendencia, pero sin derrumbarse nunca.
La otra gran pata del filme, es la banda de sonido, con clásicos románticos franceses. Obviamente, el efecto emocional es mucho más fuerte para el espectador galo que para nosotros, sudacas del tercer mundo. Pero igual nos llega el efecto emotivo del repertorio. Un defecto: que no se hayan traducido las letras de las canciones.
Hay algunas pinceladas sutiles que merecen señalarse, brochazos de kitsch, que definen el personaje: el tono de voz, la ropa, la foto con la rosa sobre el piano, las canciones dedicadas a las veteranas del público, las anticuadas estrategias de seducción. Son pequeños detalles que conforman al personaje y que nos provocan una sonrisa cómplice, que no llega a carcajada, porque no nos parece decente reírnos a mandíbula batiente de un personaje que es consciente de su patetismo.
Si el espectador disfruta “decodificando” los guiños a lo largo de la trama, los matices que ofrece el contexto, saldrá del cine gratificado. Pero para disfrutar este filme, se exige esa complicidad del espectador de no pedirle más de lo que la película se propone dar.
Escenas: el recital inicial; la previa al gran concierto del final; la última escena, fuera del bar; la escena en la que Bruno le pide un lento a Alain, para bailar con Marion.
Frases: “Mi trabajo es hacerlos beber champagne; yo no canto para ellos, canto para mí"; “¿Sabes qué nos va a matar? El karaoke”; “Uno llega a ser anticuado, porque aguantó. Ahora no sería anticuado, sino hubiera aguantado”; “Cuando creen que estoy muerto, revivo”.
CONSEJO: sólo para amantes del cine arte y de la música francesa.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario