29.1.08

desafinado

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MI NOMBRE ES AUGUST RUSH

“Mi nombre es August Rush” es una muy buena idea inicial, desarrollada al estilo Adrián Suar. Esa es la mejor definición de una película con un planteo que prometía, desarrollada en forma modo tan kitsch, tan recargada, tan mal dirigida y tan mal contada, que hará las delicias del público medio. No le quepa la menor duda, señor visitante de “Libreta Chatarra”, que cuando esta película llegue al DVD, arrasará rankings. Pero eso no obsta para que sea una mala película.

La idea: niño prodigio que nace de una noche de amor de una joven parejita de músicos. Él un rockero; ella una cellista (también, ¡qué se podía esperar! Se la pasan abriendo las piernas en escena…). Por una de esas agachadas de la vida, la pareja se separa, ella se accidenta y es engañada por un familiar cercano para que crea que el bebé ha muerto. Lejos de morir, el pibe es protagonista de la película y varios años después, se escapa del orfanato y sale a buscar a sus padres que “se han perdido por el camino”. El nene avanza por las sendas del destino, topándose con cada caripela que te la voglio dire, pero siempre avanti, termina reuniendo a todos en un gran concierto porque el chico se luce como un prodigio que escribe notas aunque nadie le haya enseñado cómo. Generación espontánea que le dicen.

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La película tiene una idea sobre la que pivotea toda la trama: el mundo tiene su música, su sonido, y aquel que sea capaz de escucharlo, podrá guiarse sin perderse. August Rush (o Evan Taylor, como prefieran) tiene ese don y su deseo de hallar a sus padres no es un capricho: es una certeza. Ellos se han enemistado, en cambio, con los acordes del Universo y se han dejado estar. Resentidos han cerrado sus oídos y le dieron la espalda a los sones. Tuvo August Rush que patear el tablero, abandonar su sitio, para desacomodar todos los compases del cosmos, rearmar las armonías y, en sucesivas ondas, atraerlos a él. El niño salva a los progenitores, perdidos en el camino de la vida.

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Bueno, con ingenio, este punto de partida pudo darnos un peliculón emotivo y trascendental. Pero Kirsten Sheridan prefiere caer en todos los lugares comunes, subrayar cada rasgo, cada gesto, aplicar cada frase hueca y remanida del guión de Nick Castro y James V. Hart, matizándola con una puesta en escena tan obvia que logra que Freddie Highmore (el nenito de “Descubriendo el país de Nunca Jamás”) se convierta en una versión americana masculina de Andrea del Boca. (Y como si fuera poco… ¡está Robin Williams!).

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Tal vez, para los noveles estudiantes de cine, sea una buena lección ver esta película, para aprender lo que no hay que hacer bajo ninguna circunstancia. Un contraejemplo del error que casi siempre significa dejar la sutileza de lado y que hay diferencia entre sentimiento y sentimentalismo.

Es notable una idea que rodea todo el filme: la música nace del ruido. Cualquier barullo, implica música: un ventarrón, un tacho que se cae, un pibe gritando, el discurso de Cristina. En general es todo lo contrario: la música es lo opuesto del ruido. Bueno, para los guionista de “Mi nombre es August Rush”, es muy parecido, casi no hay diferencias. Así va la vida.

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Una pregunta: Keri Rusell, ¿no se parece a Araceli González pero rubia? Hasta tiene la misma inexpresividad. Otra semejanza con Suar, que le vamos a hacer.

Escenas destacadas: la despedida de Rush de Wallace; el encuentro con su padre; el gran final del concierto; el coro en la iglesia en el que la nenita negra (un hallazgo la piba) parece contestarle a August sobre sus desgracias.

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Frases:

Escucha. ¿Puedes escucharla? La música. El viento, el aire y la vida. Está todo a nuestro alrededor. Todo lo que tienes que hacer es dejarte llevar. Todo lo que tienes que hacer, es escuchar.

En algún lugar dentro de mí. Sé que ellos siempre me quisieron. Solo quiero reunirlos.

-¿Qué haces aquí?
-Seguía la música.

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¿Sabes lo que es la música? Es lo que nos hace recordar que hay algo más allá, aparte de esta basura de universo. Es una conexión entre todo lo que existe, donde sea. Incluso las estrellas.

-¿Esto es una escuela?
-Sí, una escuela que te jode y te saca el dinero.

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-¿Te gusta la música?
-Más que la comida.

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-¿Pero, y si algo malo sucediera si fuera?
-Nunca detengas tu música. No importa lo que suceda. Porque si en algún momento te sucede algo malo, éste es el lugar donde puedes escapar y dejarte llevar. Lo aprendí de la forma difícil. De todas formas, mírame. Nada malo va a suceder. Debes tener un poco de fe.

Me tengo que ir ahora. No regresaré esta vez.

CONSEJO: dejar pasar, dejar vivir.

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