libreta chatarra: beatrix potter

“Mi querido Noel: como no sé qué escribirte, te contaré el cuento de cuatro conejitos llamados Pelusa, Pitusa, Colita de Algodón y Pedro...”. Así empezaba su carta al hijo de su institutriz Annie Moore, la protagonista de nuestro post de la fecha. Helen Beatrix Potter fue una de esas figuras que tuvo que luchar contra las limitaciones de su época y de su entorno, una batalla colosal que logró sortear, no sin esfuerzo. Más aún, como el Cid, su última batalla la lleva a cabo casi 60 años después de muerta, cuando su figura se impone sobre las carencias del guión de “Miss Potter” y los mohines de Reneé Zellweger.

Hija de ricachones que gastaban su herencia con mucha hipocresía y esnobismo victoriano, Beatrix fue criada en soledad, sin amigas ni escuela, al cuidado de institutrices y sirvientes, con la única compañía de su hermano menor. Beatrix se refugió en la naturaleza, en la vida salvaje de la casa de campo en Escocia y en sus acuarelas que retrataban, con fiel y fina perseverancia, los animalitos de la campiña.

En ese mundo creció Beatrix, frustrando las aspiraciones de su madre (su nombre se ha perdido con toda justicia) de que se comportara como una dama de sociedad y abandonara sus tontos dibujos por la estabilidad de un matrimonio convencional.

La biografía registra que Beatrix fue una de las primeras personas que sugirió que los líquenes eran una simbiosis de hongos y algas. Pero no quisieron escucharla por ser mujer. Su tío Henry abogó por su teoría ante el Real Jardín Botánico de Kew y también ante la Sociedad Linneana. Fue en vano. Tiempo después se confirmaría su tesis. Pero entonces no quisieron escuchar lo que una mujer tuviera que decir.

Ya con 37 años y una soltería intolerable para una mujer en la Inglaterra victoriana, financia una autoedición con esa historia que le contara al pequeño Noel acompañada de sus acuarelas. El éxito logrado entre amigos y allegados la incentivó a buscar editor y lo consiguió, en 1902, en la persona de Frederick Warne. El libro fue un suceso de ventas que convirtió a Beatrix Potter en un clásico de la literatura infantil.

Otros títulos siguieron a la historia de Pete, el conejo, todas con igual repercusión. En 1903, patentó el muñeco, inaugurando la era del merchandising infantil.

Y la damita que se encaminaba a pasar su vida en soltería, encontró su amor en la editorial: se enamoró del joven Norman Warne quien le ofreció casamiento.

Potter había tenido que luchar con la estupidez para llegar ahí. Tampoco ahora la dejarían tranquila. Sus padres se opusieron, alegando prejuicios de clase, a su casamiento con un comerciante. Pero Beatrix se mantuvo firme en su compromiso.

No obstante, la vida le jugaría una sucia jugada: Norman moriría, repentinamente, de anemia perniciosa.

Esa muerte marca una nueva etapa en Beatrix que se distancia de sus padres y se refugia en su casa campestre en Hill Top, en el Distrito de los Lagos. La escritora le cede el paso a la granjera, convirtiéndose en la primera mujer en presidir la Asociación de Criadores de Oveja Herdwick en 1930.

Con el poder que le da la fortuna ganada con sus libros, Beatrix compra grandes extensiones de tierra, escamoteando las especulaciones de los mercaderes que soñaban con rápidas ganancias mercantiles, sin importarles la destrucción del paisaje rural.

En esa tarea la asiste William Heelis, su abogado y futuro marido. Cuando a los 47 años reciba una nueva proposición matrimonial, Beatrix volverá a contar con la oposición de sus padres. Desde ya, Potter los ignora y se casa con Heelis.

Cuando Helen Beatrix Potter muere en 1943, lega su casa y las 15 granjas compradas gracias a sus libros, a una fundación proteccionista. Hoy es el Parque Nacional del Distrito de los Lagos, que permanece en igual estado, resguardado de cualquier “avance” que afecte el ambiente.

Escritora, granjera, ecologista. Beatrix Potter, la niña que amaba a los animales y los inmortalizaría, para las siguientes generaciones, en sus acuarelas.