29.11.08

anomalías del espejo

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ESPEJOS SINIESTROS

“Espejos siniestros” es una remake de una película coreana, dentro de esa larga tradición de Hollywood de hacer malas réplicas de producciones de otros países. Tiene la factura y el nivel de desarrollo de un telefilme, por lo que no vale mucho la pena analizar las debilidades (muchas) y virtudes (algunas) de esta versión. En su lugar, es mejor especular sobre algunas ideas del terror basado en las fallas especulares.

“Espejos siniestros” es la historia de un ex policía y alcohólico en recuperación, cuidador de un hotel en ruinas que descubre que los espejos del lugar muestran imágenes distintas de lo que debería mostrar. Pronto descubrirá que hay una maldición y un secreto que lo persigue de tal modo que pondrá en riesgo a su familia.

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En los ’70, esta historia nos hubiera asustado. Hoy provoca un bostezo. Pero tiene algunas escenas bien logradas, algún efecto especial imaginativo, está Kiefer Sutherland haciendo de Jack Bauer y Paula Patton, una linda morocha, que se destaca cuando se moja la ropa en la casa inundada. No mucho más que sea destacable.

Interesa analizar el terror basado en las anomalías del espejo. Básicamente, el espejo es un mecanismo simple: replica fielmente los movimientos del reflejado, con una sincronía axial. Uno puede admirarlo o ignorarlo, pero desde el primer espejo (probablemente derivado de un primigenio charco de agua), este accionar no ha mostrado fallas ni fatiga. (Una pregunta: la imagen reflejada existe en forma independiente al ojo que la mira. O todo reflejo es tal a partir de ser visto).

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El terror (como el humor) es sacar algo de su lugar habitual, para provocar sorpresa (una carcajada o un grito). Un muerto que se levanta y nos habla; un esqueleto que camina; un gato que nos acecha amenazante en vez de huir. Que un espejo abandone el fiel cumplimiento de su accionar (el de la imitación incesante) es un buen principio para causar terror.

Una escena bien lograda de “Espejos siniestros” es aquella en que la madre entra en la habitación de su hijo (que está hablando, frente al espejo del placard, con un “amigo imaginario”) y le dice que tienen que salir. El pibe se levanta y se va. Pero el chico del espejo permanece sentado. La madre se para frente al espejo y mira atónita la anomalía. El pibe (el reflejo de su hijo) la mira, negándose a la normalidad. Esa sencilla situación provoca un escalofrío que no iguala la aparición de la poseída monstruosa que encontramos al final de la película. Es un ejemplo de cómo el miedo alcanza su máximo potencial cuando aparece de improviso en medio de una situación normal (M. Night Shyamalan es un eximio practicante de este recurso).

No recuerdo películas con esta presencia del espejo incorrecto (si infinidad de chistes y gags visuales sobre el reflejo rebelde). Estaría el antecedente de esta película coreana en la que se basa “Espejos siniestros” y, algún memorioso, me citó alguna película de los ’50 (que no vi). En literatura está el caso de Wilde con el retrato de Dorian Gray (un cuadro en vez de un espejo pero con la idea de la imagen anómala). Tengo remembranzas de algún cuento en el cual el personaje se mira en un espejo que muestra la imagen de un futuro próximo, el de los siguientes diez minutos. Como es de esperar, se sugiere la inconveniencia de conocer el futuro, porque el protagonista malinterpreta toda la visión. Algunas de las historias de las Mil Noches y Una Noche, si mal no recuerdo, se centra en las visiones de un espejo.

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Lo de Alicia tras el espejo juega con otra idea a lo Narnia: la existencia de un muro paralelo detrás del cristal, un universo simétrico (recordar esto con el final de “Espejos siniestros”). Habría que preguntarse si una imagen anómala es el síntoma de un Universo paralelo o no. Esto es, si la mera presencia de un individuo es condición necesaria y suficiente para la existencia de un Universo. La pregunta es crucial: subordina la naturaleza de la individualidad a la prexistencia de un todo contenedor o (tal vez) la niegue.

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(Alguna vez imaginé una historia de un hombre que va a matar a otro en una casa a oscuras y ve, entre las sombras, su reflejo en un espejo. Se arrepiente y no mata a su víctima, alejándose del lugar. Al otro día, descubre que el hombre ha muerto y que los testigos señalan un sospechoso con sus propios características. La clave del relato policial está en que, en realidad, el espejo nunca existió: el hombre se paró frente a una puerta abierta, en el preciso instante en que su hermano gemelo se detenía a mirarlo. La imagen que veía era la suya, pero en otro. Y el hermano era el que había matado al enemigo en común. Ambos habían visto al otro, creyéndose que se veían. La historia no fue escrita, pero la idea original tiene cierta gracia.)

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Es de interés pensar si el espejo es un mecanismo con memoria, esto es, si “carga” las imágenes para que puedan ser disparadas en otro momento, otro lugar. La anomalía radicaría no en la independencia de la imagen reflejada, sino en su rezago, su distorsión en el tiempo y el espacio. Debemos reflexionar sobre la cuantía del rezago para dosificar el terror. Digamos, un rezago de 2 segundos, es más efectivo (en términos de terror) que de 2 minutos. Regla general: la pequeña anomalía es más monstruosa que la gran anomalía. Más aún: el máximo terror se alcanzaría con la mínima anomalía, no detectada nada más que por el espectador.

Ahora recuerdo otra anomalía célebre: la inexistencia del reflejo. El subgénero de terror lo redujo a una especie de Evatest vampírico. Como el dedo meñique de “Los Invasores”o la linfa verde de “X-files”, esa reducción al expediente burocrático le quita tenor poético al recurso.

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Una última especulación: la coexistencia de varios universos tras el espejo o de una única continuidad existencial. Los cristales son meros portales a ese mundo (o a éste, según del lado del vidrio del cual se mire). Hablo de varios, pueden ser infinitos; una proyección de infinitos universos, de un lado al otro del cristal. Lo que nos lleva a preguntarnos porqué quedarse sólo en un nivel del cristal, sino pueden ser ellos infinitos y los reflejos se multipliquen en desordenados niveles de infinitas proyecciones.

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De todas las propiedades del espejo, hay una admirable, la que sucede cuando se enfrentan dos de ellos, provocando la multiplicación de una imagen hasta el infinito. Todas las otras aproximaciones al infinito son experimentos mentales (sucesiones matemáticas, estrellas en un cielo oscuro, las cifras decimales del número Pi): sólo los espejos encontrados nos proporcionan la visión del infinito.

Todos la imágenes y en realidad sólo una. Metáforas de la nada o del Universo o de la inexistencia de la individualidad.

He ahí una anomalía no explotada: la de los espejos encontrados que reflejen una sola y única imagen. Quiero creer que ese sería el reflejo de Dios.

CONSEJO: dejar pasar si no es fanático del cine de terror. En tal caso, esperar al DVD.

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