26.1.09

harry houdini (I): fascinación por la magia

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“Mi mente es la llave que me libera”
HARRY HOUDINI


Los Weisz eran unos de los tantos judíos pobres que vivían en Nueva York a fines del siglo XIX. Tras fracasar en el Medio Oeste norteamericano, el rabino Mayer Samuel y su familia se mudan a una pensión de la calle East 79th: su esposa Cecilia y sus seis hijos, entre ellos, el pequeño Ehrich, de 9 años, nacido en Budapest el 24 de marzo de 1874.

La familia pasó muchas estrecheces en esos años. Ehrich trabajó desde pequeño para contribuir con la economía familiar: vendió periódicos, lustró zapatos, fue aprendiz de cerrajero y mensajero. Pero había algo que atraía al chico, una actividad que atrapaba su atención y que lo tenía agarrado de la nariz: el mundo del espectáculo. Su romance empezó cuando su padre lo llevó a ver al Dr. Lynn, un mago viajero que lo encandiló. Poco tiempo después, con los chicos de su barrio, el pequeño Ehrich organizaba un circo amateur y se convertía en cabeza de compañía con el marketinero nombre de “Ehrich, el Príncipe del Aire”. En ese ámbito, como contorsionista y trapecista, debutaría oficialmente el 28 de octubre de 1883.

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Ehrich dejaría a su familia para probar suerte en varias ferias de freaks y circos norteamericanos. A los 13 años volvería a Nueva York para sostener a su familia. El rabino Mayer Samuel moriría pocos años después.

Su tiempo libre lo dedica a competencias atléticas y a estudiar magia. En esa época cae en sus manos un libro, la biografía del afamado ilusionista Jean Eugène Robert-Houdin, considerado el padre de la magia moderna. Fascinado por el gran mago, el pequeño Ehrich cambia su nombre para parecérsele: desde entonces se llamará Harry Houdini.

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Dedicado plenamente al ilusionismo, prepara con Jacob Hyman, un compañero de trabajo, una rutina de magia, la que presenta con el nombre de “Los Hermanos Houdini”. Su hermano Dash reemplazará a Hyman por un tiempo, hasta que Harry tomará el acto bajo su total responsabilidad.

En 1893, la magia le reportará la primera de sus satisfacciones: se casa con su asistente, Wilhelmina Beatrice Rahner, tras un noviazgo de tres semanas. Bess será una de las dos mujeres trascendentales de su vida; la otra, es su madre Cecilia, una de las grandes relaciones edípicas de la historia.

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Casi con 25 años, Harry Houdini vuelve a vivir en casa de su madre, en Nueva York. Las cosas no están saliendo bien. Tal vez, piensa, sea el momento de dejar el ilusionismo y sentar cabeza en un trabajo serio y bien remunerado.

Entonces, el productor Martin Beck asiste a su acto de la liberación de las esposas y le aconseja especializarse en el escapismo. Sesenta dólares en el bolsillo y la apertura de la temporada en Omaha. “Después veremos para la próxima temporada…” arriesga Beck.

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Es el inicio del éxito. En unos meses de gira por los principales teatros de vodevil de Estados Unidos, Harry Houdini alcanza la fama y empieza a cimentar su leyenda de mago sin igual.

(continuará)

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