28.2.09
frases “Frost / Nixon”
El abuso del poder es la esencia de la tiranía. Y consideren, si se desea, las aterradoras consecuencias de esto para una sociedad libre.
Recuerdo exactamente dónde estaba. Mi padre llamó. El teléfono sonó, mi padre llamó y dijo: “Enciende el televisor ahora mismo. Es la caída de Richard Nixon".
Pero en lugar de la satisfacción que, me imaginaba, debía sentir, sólo me enfurecía más y más. Porque no hubo admisión de culpabilidad. No hubo ninguna disculpa. No sabía que un día sería parte del equipo que intentaría obtener y obtendría esa disculpa. Y ese equipo sería liderado por el menos probable de los caballeros, un hombre sin convicción política alguna, un hombre que, según sé, no había votado una sola vez en su vida. Pero tenía una gran ventaja sobre el resto de nosotros: entendía la televisión.
-¿Qué hora es en Washington?
-Nueve de la mañana.
-¿Por qué no esperó? Son las seis de la mañana en la Costa Oeste. La mitad de su audiencia todavía duerme.
Un telegrama de Virginia decía: “Roosevelt hizo un Nuevo Trato. Truman hizo un Trato Justo. Ahora Ford hizo un Trato Torcido".
Nunca se retire, Sr. Lazar. Para mí, la gente más infeliz del mundo está retirada. No tienen ningún propósito. Lo que le da significado a la vida es tener un propósito... Una meta, una batalla, una lucha. Bueno, aunque no la gane.
En todos los negocios, tienes que conocer las debilidades del adversario. Para hacer ese tipo de valoración, puedes llamarlos tarde en la noche o el fin de semana. Si reciben la llamada, están desesperados. Y a partir de ese momento, sabes que tienes las mejores cartas.
-Señor Presidente, es medio millón de dólares por una entrevista. No tiene precedentes.
-¿Sí? ¿Y cuál es la trampa?
-¿Con Frost? Ninguna. Será coser y cantar. Este tipo estará tan agradecido que saltará de alegría toda la noche y pagará medio millón de dólares por el privilegio.
-¿Te parece que puedas conseguir 550?
-Tengo 600.
El éxito en los Estados Unidos es diferente al éxito en el resto del mundo.
Y el vacío que deja cuando desaparece. Y la horrible idea de que puede que no regrese una vez que se ha ido. Hay un nuevo restaurante en Nueva York llamado Sardis. Los simples mortales no pueden conseguir reservación. John… ¡era mi cantina!
No me hubiera gustado ser un líder ruso. Nunca saben cuándo les están sacando información.
-¿Te fijaste en sus zapatos?
-No.
-Italianos. Sin cordones. ¿Qué te parece? Mi gente intentó hacerme usar un par de esos.
-Señor, creo que los zapatos de un hombre deben tener cordones.
-¿Eso crees?
-Sí. Esos zapatos italianos me parecen muy afeminados.
-Sí, tienes bastante razón.
En estos momentos, considero que es imposible que haya algún sentimiento hacia Nixon que se parezca a la lástima. Él subvaloró la Presidencia y dejó traumado al país que lo eligió. El pueblo americano necesita una simple y pura disculpa. La integridad de nuestro sistema político, la idea de democracia, depende completamente de eso. Y si en los próximos años la gente mira al pasado y dice que fue en esta entrevista que Richard Nixon se exoneró, ése sería el peor de todos los crímenes.
¡No lo soporto, Jack! Reducir la Presidencia a una serie de anécdotas banales.
Me siento como un animal de circo haciendo trucos. ¡Y pensaba que había sido claro! ¡No quería que me hicieran preguntas sobre Watergate, maldición!
¡Tan pronto llegó la hora de las preguntas, lo único de lo que querían escuchar hablar esos hijos de perra era de Watergate! Es como si mis otros logros hubieran dejado de existir.
-El ansía aún no desapareció para mí, Jack. Creo que todo se reduce a Watergate, ¿eh?
-Bueno, no hay de que preocuparse, señor. Ni que hubiera alguna revelación que hacer.
-Y sólo por diversión, como su querido amigo Jack Kennedy.
-Ese hombre, que destruía todo lo que se movía, manipuló las elecciones y nos llevó a Vietnam. ¡Y el pueblo americano lo adoró por eso! ¡Mientras que a mí, Richard Milhous Nixon, que trabajé día y noche al servicio de ellos, me odiaron!
Miren, miren. Ahora estoy sudando. ¡Maldición! ¡Maldición! ¡Y Kennedy tan apuesto y con sus ojos azules! ¡Y todas las mujeres siempre encima de él!
-Usted sabe tan bien como yo que el 60% de lo que él hizo en la Presidencia estuvo bien y el 30 % mal, pero en ese momento pensó que estaba bien.
-Sí, pero aún falta un 10% en el que hizo lo incorrecto sabiendo que era así.
-¡Maldita gente de los medios! Son unos petulantes. Puedo garantizarle que si nos jode el 60%, me dedicaré el resto de mi vida a destruirlo.
-Casi se casó con Diahann Carroll.
-¿Quién?
-La cantante.
-¿No es negra?
-¿Cuánto costó?
-¿Le molesta que le pregunte? Oiga, por favor. Vamos, es sólo entre nosotros.
-Muy bien. Dos millones.
-¿Dos millones? Vaya, no sabía que estábamos filmando “Ben-Hur”.
¿Por qué no quemó las cintas?
Sabes que en boxeo siempre hay un momento en que ves a la cara a tu oponente. Es el momento en que se siente el impacto del primer gancho del campeón. Es como un momento de mucha rabia, cuando él se da cuenta de que todos esos meses de conversaciones y despliegue publicitario, de tantas ilusiones, habían sido decepcionados. Se veía en la cara de Frost. Si antes de la entrevista no conocía el calibre del hombre al cual se enfrentaba, se enteró mientras el Presidente respondía la primera pregunta.
No, no. Tenemos que sacar algo de la noche en que renunció, ¿de acuerdo? Fue cuando Nixon cayó más bajo, era un total desastre. ¿De rodillas? ¿Rezando con Kissinger? ¡Vamos! Puedes ponerlo al descubierto con eso.
Y el día de las vistas por las acusaciones, cuando mi hija Julie, la más pequeña, vino a mi oficina, me rodeó con sus brazos y me besó. Lloró. Y ella casi nunca llora. Me dijo: "Papi, eres el mejor hombre que conozco".
-Inclusive, podrían decir que yo fui la última baja de la Guerra de Vietnam.
-Sí, dígales eso a los parapléjicos.
Si le dio una paliza tal con lo del asunto de Vietnam, imagina lo que hará con todos sus verdaderos logros.
Después de terminar la grabación, oí decir a dos miembros del equipo que no votaron por él cuando tuvieron la oportunidad, que si se volviera a postular, contaría con el apoyo de ellos. ¡Estás haciendo que parezca un buen presidente, por el amor de Dios!
-¿Celebrar? ¿Celebrar qué, David? ¿Qué vayamos todos a trabajar a Burguer King? ¿Qué celebraremos?
-¡Es mi cumpleaños, Bob! Quisiera celebrar mi cumpleaños con algunos amigos.
-David, el simple hecho de haberlo organizado es un tremendo logro. Nadie más podría haberlo hecho. Y las entrevistas quedarán para las futuras generaciones de académico e historiadores políticos.
-¿Son tan malas?
¿Qué he hecho? ¿En qué estaba pensando? ¿Por qué nadie me detuvo? ¡Debieron haberme obligado a que no lo hiciera!
¿Los elitistas de allí lo miraban con desprecio? Claro que sí. Ésa es nuestra cruz, ¿no es así, señor Frost? No importa lo alto que lleguemos; siempre nos menosprecian.
-¡Al diablo con eso! Ninguno de nosotros dejará que eso ocurra. Vamos a enseñarles a esos vagos. ¡Vamos a hacer que se atraganten con nuestro continuo éxito o continuas noticias o nuestros continuos premios, poder, gloria! ¡Vamos a hacer que se atraganten esos hijos de perra! ¿Tengo razón?
-Así es. Excepto que sólo uno de nosotros puede ganar.
-Sí. Y yo seré su más fiero adversario. Arremeteré contra usted con todo lo que tengo, porque la luz puede brillar sólo para uno de nosotros. Y para el otro quedará la jungla. Nada ni nada nadie lo acompañará, excepto las voces martillando en la cabeza.
-Cuando estás en la Presidencia, a veces tienes que hacer cosas que no siempre son estrictamente legales… ¡pero las haces porque son por el interés supremo de la Nación!
-Espere, si estoy entendiendo correctamente, ¿está usted diciendo que en determinadas situaciones, el Presidente puede decidir que algo es conveniente al país y hacer algo ilegal?
-Lo que digo es que cuando el Presidente lo hace, eso significa que no es ilegal.
-¿Disculpe?
-Eso es lo que yo creo. Pero me doy cuenta de que nadie más comparte mi opinión.
-¿Qué harías tú, Jack? ¿Tirar la toalla? ¿Te di lástima?
-Señor, sentí que si usted iba a hacer alguna revelación movido por la emoción, deberíamos tomarnos un momento para pensarlo mejor, para organizarlo. Sólo quería recordarle la crucial importancia de este momento y las devastadoras consecuencias que podría causar una revelación no planeada y movida por la emoción.
-Lo sé. Pero seguir negándolo todo... Aprecio el gesto.
-Bueno, es cierto. Cometí errores, errores horrendos, errores indignos de un presidente, errores que no correspondían con las normas de excelencia con que siempre soñé en mi niñez. Pero, si recuerda, eran tiempos difíciles. Me vi atrapado en una guerra de cinco frentes, contra una prensa opositora, un Congreso opositor, un Comité Ervin opositor. Pero sí, admitiré que hubo momentos en que no estuve completamente a la altura de esa responsabilidad y estuve envuelto en un encubrimiento, como usted lo llama. Y por todos esos errores, estoy profundamente arrepentido. Nadie sabe lo que es renunciar a la Presidencia. Ahora, si lo que quiere es que me eche al suelo y me humille... ¡No! ¡Nunca! Todavía insisto en que fueron errores del corazón. No fueron errores de la mente. Pero fueron mis errores. No culpo a nadie. Yo mismo me hundí. Les di una espada, la clavaron y la hicieron girar saboreando su momento de triunfo. Y supongo que si hubiera estado en el lugar de ellos, habría hecho lo mismo.
-¿Y el pueblo americano?
-Lo defraudé. Defraudé a mis amigos. Defraudé al país. Y lo que es peor, defraudé a nuestro sistema de gobierno. Y los sueños de todos esos jóvenes que deberían confiar en el Gobierno, pero que ahora piensan, "es demasiado corrupto" y a todos. Sí. Defraudé al pueblo americano y tendré que soportar esa carga por el resto de mi vida.
El principal y mayor pecado o decepción que trae la televisión, es que simplifica y reduce grandes y complejas ideas, a porciones de tiempo. Carreras enteras se ven reducidas a una foto instantánea. Al principio no entendía por qué Bob Zelnick se ponía tan eufórico después de las entrevistas o por qué John Birt sentía impulsos de desnudarse y se tiraba al mar para celebrar. Pero eso fue antes de que comprendiera en realidad la capacidad de reducción que tiene un acercamiento de cámara. Ya que David había logrado obtener, en ese último día,
por un breve instante, lo que no había conseguido ningún investigador periodista, fiscal, comité judicial o enemigo político. El rostro de Richard Nixon, hinchado y compungido por la soledad, el odio a sí mismo y la derrota. El resto del proyecto y sus defectos no sólo serían olvidados sino que dejarían de existir.
Por favor, disculpen mi atuendo de golfista. Es el uniforme oficial de los retirados.
No tiene idea de lo afortunado que es. Ya sabe, que le caiga bien la gente. Tener esa facilidad, esa ligereza, ese encanto. Yo no los tengo. Nunca los tuve.
Me hace pensar por qué escogí una vida que gira en torno a caerle bien a la gente. Yo sirvo más para una vida de pensamientos, de debate, de disciplina intelectual. Tal vez nos equivocamos. Tal vez usted debió haber sido político
y yo el riguroso entrevistador.
-David. ¿De verdad lo llamé aquella noche?
-Sí.
-¿Hablamos de algo importante?
-De hamburguesas de queso.
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