5.1.10

al costado del camino

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TAKING WOODSTOCK
data: http://www.imdb.com/title/tt1127896/

Nadie puede decir que Ang Lee no toma riesgos. “Taking Woodstock” será, seguramente, una de esas películas malditas en la filmografía de cualquier director. Pero tiene una particular visión de un hecho extraordinario: ver Woodstock desde la óptica de uno de sus organizadores, un hecho que le cambiará la vida, no en lo económico y financiero, sino como experiencia de vida. Lo original es que Ang Lee mueve a sus personajes al costado del festival, como Moisés en busca de una tierra prometida que nunca llega a ver. Sus protagonistas, al borde del ombligo del mundo, miran lo que pasa desde lejos, superficialmente. Ninguno llega al escenario, ninguno participa del concierto. Tampoco los espectadores. Pero tanto los personajes como el público comprenden que son testigos de algo poderoso, de un movimiento de fuerzas, en apariencia casual, que mueve las piezas para que algo auténticamente grande ocurra. Y cuando los personajes dejan fluir esta causalidad cósmica, logran vencer sus prevenciones, sus preconceptos, sus propias miserias.

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El festival que todos conocemos como Woodstock no se realizó en Woodstock, sino en el condado de Sullivan; originalmente, el recital se iba a hacer en Woodstock (en el condado Ulster del Estado de Nueva York) pero el pueblo se opuso al evento por temor a las hordas de hippies que arrasaría el lugar. Ese bache fue aprovechado por Elliot Tiber que atrajo a los organizadores para realizarlo en su pueblo, más precisamente en una granja vecina en Bethel. Lo que venía augurándose como un gran concierto de rock se fue yendo de las manos, volviéndose en un símbolo de los ’60. Entre el 15 y el 17 de agosto de 1969, medio millón de espectadores asistió a los conciertos de rock por donde desfilaron próceres de la talla de Jimi Hendrix, Santana, Joan Baez, Janis Joplin, Creedence, The Who, entre otros.

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“Taking Woodstock” toma esta historia monumental desde una orilla menor, la odisea de Elliot Tiber, el “cerebro” de llevar el festival a su pueblo. (Hay disputas sobre el grado de importancia de Tiber en este hecho, pero entre la leyenda y la realidad, imprime la leyenda). Cuando empieza el filme, Elliot trata de salvar el viejo motel de sus padres, al borde de la quiebra. Para ello ha retornado al pueblo, consciente de que la vida se le está yendo por un costado. Como si fuera poco, debe soportar la extorsión permanente de Sonia, su madre, con todos los clichés de la idishe mamme que te psicopatea con clase. (Excepcional Imelda Staunton). Hay algo más que esconde Elliot: sigue escondido en el closet. Su naturaleza gay la ha dejado archivada en la ciudad, cuando retornó a salvar la empresa familiar. Lo intuimos cuando su “amigo” lo llama para despedirse, antes de ir a San Francisco. El “gracias por llamarme” sugiere que hay algo más que amistad en el hombre que responde al otro de la línea telefónica.

Los intentos de Elliot para salvar el motel son desesperados y con destino de fracaso, hasta que una loca idea cruza su mente: atraer a los organizadores del festival rechazado en Woodstock a su pueblo. Con una buena afluencia de público, salvaría la hipoteca del inmueble. A la primera persona que contacta es Michael Lang, sin saber que es un vecino de su infancia.

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De a poco, las piezas se acomodan, para armar el gran concierto de la historia del rock y el último canto del cisne del movimiento hippie. Lo que es una negociación entre mercaderes, se va de las manos y se transforma en algo mayor. El personaje de Max Lang (en una onda mística) es el único conciente de lo que está pasando; Elliot es el motor, pero duda de sus fuerzas, rechaza el llamado a la aventura. El camino de Elliot es un trayecto de incertidumbre, de dejarse guiar por fuerzas ocultas y rebelarse en la mitad diciéndose: “¿Qué estoy haciendo? ¿Cómo me metí en esto?”. Su conferencia de prensa drogado mueve la frontera un poco más, hacia el gran movimiento histórico. En ningún momento Elliot intuye que es una herramienta de un fluir cósmico. Sólo al final, cuando debe decidir salir del clóset y ventilar su homosexualidad, Elliot comprende que hay algo más grande que transcurre a su lado: la vida. O sale y se mete de lleno en la aventura de estar vivo o vegetará como su motel, como su madre, aferrada al miedo y a la desconfianza.

Con desniveles, con segmentos notables y otros menores, con personajes interesantes como el que interpreta Liev Schreiber (un ex marine travesti que lleva el arma reglamentaria bajo la liga), “Taking Woodstock” posiblemente no sea una película redonda, pero bucea por un par de ideas interesantes que merecen señalarse.

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La película no habla del festival; habla de cómo el festival le cambió la vida a un grupo de personas. Y eso es más trascendente que toda la historia que podamos amontonar de esos tres días que sembraron la ilusión de que un mundo diferente se estaba construyendo.

Mencionamos un puñado de escenas destacables: el plano secuencia de Elliot caminando por la ruta en busca del concierto, entre cientos de hippies que van para el mismo camino; la escena en la que Sonia es descubierta con su dinero; la charla final entre Elliot y su padre, invitándolo a vivir; el viaje lisérgico con los dos hippies que encuentra en el camino.

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3 comentarios:

Julia dijo...

Imelda Staunton es muy grossa. ¿La viste en Vera Drake?

Marcelo De Biase dijo...

En "Vera Drake" hace un papel soberbio. No se puede creer con sencillez arma su personaje sin caer en la pose Gran Actriz de la Nación. Un ejemplo. Y de la profesora burócrata en Harry Potter, también...

Julia dijo...

Si, se pasa ahí también. Se hace odiar. Y cuando hace de estúpida [y mujer de Dr House :P] en Sensatez y sentimientos lo hace genial. Muy capa.