Inauguramos esta sección con la historia del día que fui a renovar el DNI a un CGP de cuyo nombre no quiero acordarme. La historia está en este link:
http://libretachatarra.blogspot.com/2009/11/nueva-seccion-mira-como-me-tomaron-de.html
Pero esa historia viene con una pequeña addenda. La semana pasada recibí en mi domicilio y por correo el nuevo DNI. Pese a que mi documento fue tramitado un par de semanas antes del lanzamiento del nuevo diseño del DNI, anunciado por la Sra. Presidenta, me sorprendí gratamente al comprobar que el DNI presentaba el diseño recién establecido. En apariencia, es claramente mejor que el anterior, e incluye una tarjeta plástica de identificación que permite sacar el DNI propiamente dicho sólo para votaciones, dejando la tarjeta para el uso cotidiano.
Bueno, yo pagué $25, lo que costaba el viejo diseño; la Sra. Presidenta destacó que el nuevo diseño se hacía a un costo menor: $15. OK, me curraron $10. Uno para el Estado, cero para mí. No obstante, aclaro, el nuevo DNI es tan bueno que hasta permito que me metan la mano en el bolsillo sin disimulo. Es un detalle apenas.
Pero lo que me llamó la atención, por la filosofía implícita que se deduce, fue la siguiente leyenda en el sobre que acompañaba el documento:
“Cuide su DNI y presérvelo en buen estado. La producción del mismo insume valiosos recursos tanto para usted como para el Estado Argentino”.
Hay algo notable en esta frase, una precondición al emitirla que ubica al Estado un escalón arriba del ciudadano, un Estado que, graciosamente, te da el documento así que cuídalo porque es un regalo que te doy de bueno que soy.
Y eso es, justamente, lo que no es cierto.
Primero, pagué una cantidad por ese documento. Y segundo, aunque no cubra el costo, los ingresos del Estado provienen de los impuestos que pago como ciudadano. Por lo que el Estado no me da “graciosamente” nada: yo (y más de 40 millones de argentinos), aportan día a día para que la administración pública se encargue, entre otras cosas, de fabricar los documentos con los que cada ciudadano se identifica.
Por lo tanto, sé su costo y por, tanto, cómo cuidarlo. Porque no es gratis. Lo pagué de dos modos: con un arancel (más caro que el vigente, cabe señalar) y pagando impuestos.
Así que, en mi opinión, la leyenda es otro ejemplo más de cómo nuestros gobernantes nos toman de boludos, nos acarician la cabeza y nos sugieren, como a los chicos, que no vayamos a deteriorar el documento que sale caro y no se puede andar haciendo dnis todos los días.
Y detrás, hay otra idea: el Estado es algo distinto e independiente de la ciudadanía. Sus recursos son propios, no de los ciudadanos. Les pertenece a ellos (esto es, a quienes gobiernan), no a vos. Por eso no tenés vela en este entuerto. No jodás. Te estamos dando algo: no proveyendo el servicio por el que nos pagaste.
Pequeños gestos que iluminan el modo en el que se piensa por estos lares.
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