Julio de 2009. Nuevamente, cargo de Internet. Nuevo llamado, nueva derivación, nuevo pedido de disculpas (“El problema que la baja está en el servicio de Internet pero no fue tomado por el facturador. Pero ahora le cargo la baja al facturador y debería estar”). Factura nueva y seguimos participando.
Pero esta vez, en el medio, me llegó una carta del Señor Gerente de Reclamos, pongámosle un nombre, Heriberto Enbolas, diciéndome que estaba todo OK, que no hacían lugar a mi reclamo y que pagara con la factura que me había llegado.
Nuevo llamado telefónico, nueva queja. “No, no se preocupe. No le haga caso a esa carta” (sic) contestaron. “En la semana le llega la nueva factura”.
Efectivamente, no tenía que hacerle caso a don Heriberto Enbolas que parece que iba a la empresa a cobrar el sueldo y a mandar cartas, eso sí, sueldo gerencial para justificar el esfuerzo de ir todos los días a su oficina.
Bueno, mes siguiente: ¡boing! ¡Internechi!
Reclamo por teléfono, envío no de factura, sino de nota de crédito y, ahora sí, me tomo la molestia de presentarme en las oficinas de la empresa y quejarme.
Una educada joven con cara de todomechupaunhuevo, no me da bola y dice que no puedo hablar con nadie, sino es por teléfono. Pido el libro de quejas, dejo la carta escrita y prometen una respuesta en 20 días hábiles.
La nota de crédito la pude cobrar por caja.
¡Ah! Me llegó otra carta de Heriberto Enbolas, con las mismas palabras, sólo cambiando fecha y número de reclamo. Se nota que Heriberto labura, cambiando los numeritos.
Llega el día 21. Sin novedad en el frente occidental.
Me acerco a la oficina. Otra chica con cara de todomechupaunhuevo me dice que no tiene ninguna novedad sobre el reclamo del libro de quejas. “¿Y cuándo me van a responder?” pregunto. “En 20 días hábiles”. “¿Me estás jodiendo? Ya pasaron los 20 días...”; “Le van a responder”; “Quiero hablar con alguien que me resuelva el tema”; “Llame al xxx”; “No, ya llamé y hace tres meses que no solucionaron el problema”.
El diálogo siguió en el mismo carril de intrascendencia. Consejo: si quieren descargarse los nervios, acerquense a atención al cliente de esta empresa e insulten todo lo que quieran a las chicas que los atienden. Están entrenadas para no responder a ninguna agresión (no probé la fuerza física, pero...). Te miran con cara de nada, mientras les decís que son unas fracasadas, idiotas útiles, cero a la izquierda, que no van a conseguir un hombre ni en pedo y van a morir solteronas, comidas por los gatos. No reaccionan.
Ahí, tras darme con el muro de atención al cliente, me dije: “¡Ahora van a ver! ¡Me voy al Ente Regulador!”.
Esto ya era septiembre de 2009.
(continúa mañana)
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