27.3.10
¡aflojá un poco, nena!
EL PESCADOR Y SU ESPOSA
data: http://www.imdb.com/title/tt0430097/
“El pescador y su esposa” es el nombre del filme de Doris Dörrie, previo a la magnífica “Las flores de cerezo” (http://libretachatarra.blogspot.com/2009/10/recuperar-el-cuerpo.html). El título hace referencia a un cuento clásico de los hermanos Grimm (que pueden leer en: http://cuentosdegrimm.com/043-elpescadorysuesposa.htm) sobre un pescador que libera a un pez encantado que le agradece realizando una serie de deseos desmedidos de la ambiciosa esposa del pescador. Montada en esa dinámica matrimonial (un tipo complacido de su destino; una esposa codiciosa que presiona por más), Dörrie arma una simpática historia, visualmente atractiva, proyectando, a la vez, la distinción crítica entre Occidente y Oriente, la mirada en el “futuro” versus la del “aquí y ahora”.
Dörrie nos cuenta una simpática historia de amor, un piscicultor que se enamora de una diseñadora textil de viaje por Japón. Él busca peces para clientes ricos; ella, nuevos diseños. El borbotón de colores de los peces, dispara su imaginación para nuevos diseños. Y, en el medio, la joven pareja se enamora y se casa.
Una carpa a la orilla del mar y uno en brazos del otro. ¿Qué más se puede pedir? Para Otto, con eso está servido. No necesita otra cosa. Pero Ida pide un poco más. Estira la cuerda y empieza una carrera por el progreso económico y el ascenso social. De la casa rodante, a la casa para el nene; de la casa, a la mansión; de la venta de bufandas, al diseño de ropas, al taller, al imperio. Y en la carrera, se irá desdibujando Ida, comprometiendo su relación, sin darse cuenta que está a punto de tirar todo a la basura.
La historia es muy amena, con buenos momentos, con una pareja central que da la química justa: Christian Ulmen y Alexandra Maria Lara. La parejita joven tienen tanto carisma que uno hace fuerza para que nos le vaya mal, que se den cuenta lo que arriesgan y que terminen, al final, de nuevo a los besos y a los abrazos. Es el logro de una dupla de actores que logra delinear lo que necesitan los personajes para cabalgar sobre la trama.
El guión de Dörrie se vale de una pareja amiga de la pareja central que los proyecta en forma inversa: Leo, el amigo de Otto, ambicioso como Ida; Yoko, la ex modelo japonesa y esposa de Leo, mansa como Otto. Y permite que se crucen la tensión sexual entre los personajes, para mostrar que no siempre nos cae bien encontrar a nuestro doble, sino que mejor nos calza el opuesto que nos complementa.
Hay otra pareja en contraposición dramática a la de Otto e Ida: la de los ricachones, clientes de Leo. Caricaturas del consumo exacerbado, maniquíes burdos que sólo encuentran satisfacción al abrir la billetera, están allí como advertencia a las dos parejas más jóvenes, sobre lo que puede ocurrirles si se dejan caer en manos de la ambición.
Como directora, Dörrie trabaja desde lo visual, pivoteando sobre el diseño de los peces koi, abigarrando la pantalla con las tramas de los animales, presente en los diseños textiles de Ida. Es notable observar la evolución de los diseños como reflejo de la transformación interior de Ida. De las sencillas y atractivas bufandas del comienzo, termina saturando el plano con un obsesivo fondo de círculos negros y rojos sobre blanco (por ejemplo, en el reportaje a los padres de Ida). La frescura de los primeros diseños cae en el kitsch burdo de la etapa de “gloria” de Ida.
Hay un juego de palabras zen detrás de la gravitación del pez koi en la historia; en japonés, koi es la misma palabra para “pez” y “amor”. La pareja de peces hechizados que cuenta la historia, juega el rol de peces, pero también del amor de la pareja central. (Los dos peces (la pareja), uno sentido opuesto al otro, estilizan el icono del “yin” y “yang”).
(Para el que quiera saber más de estos peces, consulten estos dos links:
http://ezenlaweb.com/comunidad/archives/peces-koi
y
http://en.wikipedia.org/wiki/Koi)
Para el que no quiera “ver” estos símbolos que distribuye Dörrie en la trama, pude ignorarlos: la historia tiene peso específico por sí misma y tiene la suficiente gracia para que cierre, sin prestarle atención a estos adornos estilísticos.
En suma: otra joyita de Doris Dörrie, una directora para seguir de cerca.
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