11.3.10

la maldad subyacente

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LA CINTA BLANCA
data: http://www.imdb.com/title/tt1149362/

Cuando reporteaban a Ricardo Darín, en los días previos a que “El secreto de sus ojos” se llevara el Oscar a la Mejor Película Extranjera, advertía de lo duro que iba a ser la lucha por la calidad de las competidoras. Mencionaba a “Profeta”, la película israelí, y a “La cinta blanca” del alemán Michael Haneke, con la factura de “una película de Bergman”. No era una frase de ocasión. Era un juicio acertado. Porque “La cinta blanca” es una obra mayor, una sensible película de altísima calidad, con el estilo sutil que Haneke supo mostrar en “La pianista” (con Isabelle Huppert) y en “Caché” (esa película en la que la escenan final permitió que cada espectador viera una cosa diferente).

“La cinta blanca” es el fresco descriptivo de la vida de una piadosa comunidad alemana, un pueblito austero y religioso de Brandenburgo, en los días previos al asesinato del Archiduque Francisco Fernando de Austria que desencadenó la Primera Guerra Mundial. Es una película coral: las historias paralelas de los moradores del pueblo. Descripción minuciosa y detallada del día a día, de los hábitos, de las mesuradas conductas, de la corrección como norma de vida.

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La película empieza con un hecho delictivo: un jinete cae cuando su caballo tropieza con un hilo atado de un árbol a otro. En esos primeros minutos, parece improbable que algún habitante de tan tranquilo pueblo haya sido el autor de ese hecho. Al final de las dos horas y media del filme, no nos resulta para nada extraño lo sucedido.

Haneke expone una comunidad donde la violencia, la represión, la humillación, son elementos cotidianos. La crueldad es un rasgo normal de las relaciones entre docentes y alumnos, maridos y esposas, padres e hijos, novios y novias. Lo magistral del guión de Haneke está en que nada de eso se muestra, persiste subyacente en cada diálogo, cada acción, de tal modo que, aunque implícita, explota con extrema crueldad.

El pueblo de “La cinta blanca” es una olla a presión cociéndose a fuego lento. La tensión bajo la calma superficie es tan intensa que cuando se libera, inexorablemente debe explotar con extrema violencia. Meterse en esa maquinaria kafkiana que propone la película es enredarse en los hilos asfixiantes de una telaraña construida generación tras generación. Logra hacernos comprender lo que es estar metido en un callejón sin salida, en un destino tan gris como el blanco y negro con el que está filmada la película.

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La escena final reúne a los protagonistas en una misa, a días de que su mundo cambie por la Primera Guerra Mundial. La cámara fija muestra cómo se van ubicando los habitantes del pueblo, en los bancos de la iglesia, para participar de una ceremonia relacionada con la moral. Esa piedad contrasta con lo visto. No hay peor maldad que la de aquel que se cree bueno.

“La cinta blanca” tiene un tiempo europeo, esto es, una película donde las cosas transcurren con cierta parsimonia, una morosidad que contribuye al clima de opresión mutua en el que convive el poblado. Otro cómplice, es la excelente fotografía de Christian Berger en un expresivo blanco y negro.

Pese a la negativa de su director, muchos vieron en “La cinta blanca”, el huevo de la serpiente del nazismo, el caldo de cultivo en el que prosperó la maldad superlativa. Aunque la relación no sea intención de Haneke, existe; de un entramado social como la del poblado de “La cinta blanca” se logra comprender cómo un tipo como Adolf Hitler, no fue un producto aislado, sino el fruto del resentimiento y la humillación como pan de todos los días.

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Escenas destacadas: el castigo a los niños por llegar tarde; la novia que se violenta porque su novio la invita a un picnic; el diálogo entre el Barón y su esposa quien le comunica que quiere dejar el pueblo; la escena de la niña violada por su padre; el diálogo entre el maestro y el pastor.

Las mejores frases de “La cinta blanca”:

Cuando eran pequeños, a veces, su madre les ataba una cinta blanca en el cabello o en el brazo. El color blanco era para recordarles la inocencia y la pureza. Creía que ahora estaban lo suficientemente educados, como para necesitar más de ese tipo de cosas. Estaba equivocado. Mañana, purificados por el castigo, su madre volverá a atar una cinta blanca a cada uno y la usarán hasta que podamos confiar en ustedes nuevamente.

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El niño había descubierto algo que dañó los sensibles nervios de su cuerpo, en el área donde Dios levantó barreras sagradas. El muchacho repetía ese gesto y no podía parar de hacerlo. Al final, destruyó todos sus nervios y murió por eso.

-Papá me estaba perforando las orejas.
-¿No duele?
-Sí, un poco.
-¿Y por qué está llorando?
-No estoy llorando más.
-Para estar bonita es necesario sufrir. Es lo que dicen.

-Pero no puedo permanecer en este lugar por más tiempo. No es nada personal, aunque la vida contigo no es emocionante para una mujer de mi edad. Me voy para que los niños no crezcan en ambientes dominados por la maldad, envidia, indiferencia y brutalidad. Lo de Sigi fue la gota que rebalsó el vaso. Me siento enferma y cansada de persecuciones, traiciones y actos perversos de venganza.
-¿Te acostaste con él?
-No entiendes nada.
-¿Te has acostado con él?
-No. No me acosté con él.
-¿Estás mintiendo, no es cierto?

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