8.3.10
un Oscar a las películas que cuentan historias
Entre la miríada de notas y comentarios sobre el exitazo de “El secreto de sus ojos”, en la noche del Oscar, me llegó una nota de Leandro M. D'Esposito en la revista “El amante”. La publicación ha sido particularmente crítica con Campanella. Recuerdo cuando calificaron con un mísero “3” a “El hijo de la novia” y, en esta ocasión, el staff de críticos de la revista ubicó a “El secreto...” con 6,47 promedio.
La nota de D'Esposito la pueden leer en:
http://www.elamante.com/content/view/2305/1/
La opinión es una buena muestra de la actitud de parte de la crítica local que apoya a un grupo de cineastas y de cierto tipo de cine que ha logrado espantar espectadores de la sala.
Ni “El secreto...” es mejor por haber ganado un Oscar ni este premio es la verdad revelada de la sapiencia cinematográfica ni cambiará la forma de hacer cine en Argentina. El Oscar es una buena promoción para un director y una cinematografía, sobre todo si es periférica. Y que un tipo como Almódovar y otro como Tarantino sean los elegidos para darte un premio, debería ser motivo de cierta alegría, cierto regocijo por alguien como Campanella que cumplió el sueño de muchos lo que soñamos con pertenecer a ese mundo de ensueño, aunque sea como simples espectadores.
Sin embargo, D'Esposito tiene miedo. Tiene miedo porque ve (con esa tendencia maniquea tan propia de nuestra idiosincracia) que éxitos como los de “El secreto...” compiten con el sostenimiento de cine independiente. “La gran pulseada en el cine argentino es la de siempre: pocas películas caras para vender afuera, más películas más baratas que representen el riesgo estético. Es cierto, esta es una especie de simplificación, pero eso son sus polos. El éxito de El secreto... seguramente fue el detonante, o el inspirador, de la idea de los focus group. Que matarían al cine independiente argentino porque sigue la mayoría del público, que considera el cine como un entretenimiento y no un arte, no lo ve” escribe.
Ahí está el punto. Cuando se tiene que criticar a “El secreto...”, esa crítica no se basa en las bondades del filme, sino en las posibilidades de afectar el “negocio” de varios amigos cineastas. Porque no se contempla la posibilidad de que coexistan (como deben coexistir) ambos tipos de producciones. Pero eso sí: si sos una producción independiente y tomás riesgos creativos, no podés pedir cuotas de pantalla en salas comerciales. Bancate ir al Gaumont, al Tita Merello, a las salas de cine arte con proyección DVD o al MALBA. Porque hacer cine es caro e insume recursos. Y cien películas baratas que no ve nadie es equivalente a diez de mediano presupuesto que ven millones.
Hay un público para el cine arte y otro público pochoclero. Personalmente, disfruto de ambos tipos de cine cuando están bien hechos. Disfruté de “Harry Potter...” o la trilogía de “X-Men” y de las películas de Kitano o hasta creí entender los delirios de David Lynch en “Imperio” o “Mulholland Drive” (como, tengo la certeza, no entendieron estos críticos que alaban esa clase de cine). Pero sé que hay público para cierto tipo de obras y no para otras. Como decía con modestia Borges, si usted empieza a leer un libro y se aburre, no siga, dejelo, porque ese libro no es para usted. Busque uno que lo atraiga. En las críticas de esta página suele hacerse esa diferenciación. Para que el tipo que va a pagar una entrada sepa con lo que se va a encontrar.
Además, hay que decirlo, no se ve mucho “riesgo creativo” en nuestros cineastas. No vemos el delirio de un David Lynch, la crudeza de un Darren Aronofsky o películas al estilo “Little Miss Sunshine”, “Juno” o “Actividad Paranormal” para poner ejemplos tirados al azar. Mucho del cine “independiente” local no supera el nivel del trabajo práctico de un estudiante de cine. Y eso puede ser una etapa de aprendizaje en un creador, pero no se puede pretender imponerlo obligatoriamente en salas comerciales (cuyos costos soportan otros) ni petardear aquellas que dan la talla para atraer, con legítimos elementos artísticos, a casi 3 millones de espectadores a una sala de cine.
Si en vez de tener miedo D'Esposito y otros críticos con la camiseta puesta del “nuevo cine argentino”, se sentaran en una sala y disfrutaran de lo que están viendo, hubieran estado orgullosos de que un director argentino haya podido filmar un plano secuencia como el que Campanella diseñó sobre el estadio de Huracán y la discusión se hubiera enfocado, no si era una amenaza o no, sino cómo filmó esa secuencia, qué programa usó, cuánto tiempo llevó, dónde se hizo la producción, etc., etc., etc.
Porque el cine, para los que lo amamos, es motivo de charla, discusión, especulación. La obra en sí, las posibilidades expresadas, las sugeridas, las potenciales, las ignoradas, no la discusión de subdesarrollo, muy propia de nuestro país de exaltación del fracaso, sobre si es bueno o malo que tanta gente haya decidido pagar una entrada para ver esa obra.
A nosotros nos gustó “El secreto de sus ojos”, nos pareció una muy buena película, sólo no nos gustó el final (hubiera eliminado el “happy end” final) pero está en el puñado de obras que volveríamos a ver, una y otra vez. Ésta fue la crítica, el 3 de octubre de 2009:
http://libretachatarra.blogspot.com/2009/10/policial-en-el-que-lo-que-menos-importa.html
Con el paso del tiempo, seguimos opinando lo mismo y valorando los excelentes elementos artísticos que tiene el filme de Campanella.
Así que estamos más que contentos con el éxito de un compatriota que tiene la buena costumbre de filmar películas que tienen una historia. A veces lo hace bien, como en este caso, a veces con menor suerte, como en “Luna de Avellaneda” que nos pareció mala. Pero siempre, ante todo, contar una historia.
Ni más ni menos, el fin de todo artista.
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