16.3.10

mirá cómo me tomaron de boludo: remise ataca!

Hace un tiempito conté como dejé de ser cliente de la agencia de remises de mi barrio, porque me dejaron colgado con el pichicho con horario fijo para ir al veterinario. La historia en:

http://libretachatarra.blogspot.com/2010/01/mira-como-me-tomaron-de-boludo-remise.html

Bueno, ahora vamos a contar cómo dejé de ser cliente de la agencia de remises de mi barrio que le siguió a la anterior, en una anécdota propia de los comerciantes chapuceros con los que convivimos a diario.

Hace un par de semanas, solicité a la agencia un servicio de mensajería para que me trajeran una receta de mi médico que vive en Munro. Me mandan el motoquero, rápidamente y sin problemas, me entrega la receta y me cobra el viaje: $32.

Justo, por esas casualidades del destino, tenía cambio para pagar exactos los $32. Pero bueno, mi alma caritativa, me dijo: “No. Dale $50 y que se cobre $35, así se lleva los $3 de propina”. Dije que sí y le di $50.

El motoquero rebuscó, me dio $2 y me dijo: “Te debo $13, te lo traigo ahora” . Remarco lo de “ahora”.

Confieso que dudé. Estuve tentado a arrancarle los $50 de la mano y decirle que hasta que no trajera el vuelto de vuelta, ¡minga!. Pero, desistí, con la íntima convicción de quién puede ser tan miserable, tan pavote, tan obtuso para currarse $13 de un viaje de $32, con un cliente regular que gasta varias veces, en viajes, esa plata.

Asentí y dejé que se llevara mi vuelto.

Ese día no vino.

Llamé a la agencia al día siguiente. Comenté el caso y me pasaron con la dueña de la agencia quien, prometió, en el momento, que el motoquero me alcanzaría la plata. A los diez minutos, llama el motoquero por teléfono. “Eran $3” se excusó, como si el monto de lo adeudado excusara su falta de palabra. “Nop. Eran $13…” repliqué y le desarrollé el cálculo que ya expliqué en párrafos anteriores. “Bueno, bueno… puede ser” dijo con desgano “Ahora te lo llevo”.

Ese día no vino.

Llamé a la agencia al día siguiente. “¿Cómo? ¿Todavía no fue? contestaron con asombro. “En cuanto llegue lo mando para allá con el vuelto…” respondieron en forma enérgica.

Ese día no vino.

Llamé a la agencia al día siguiente. “Mirá...” empecé con mi arenga “Decile que se guarde los $10, porque no es por la plata, sino porque ese ése es el valor de su palabra. Por eso estamos como estamos, por eso tenemos los gobernantes que tenemos. Que se lo guarde, pero te lo informo para que la agencia sepa la clase de gente que emplea y como tratan a clientes que van a ser ex clientes”.

Mi interlocutor se disculpó con un “¡Ya lo envíamos dos veces! Tiene razón. En cuanto venga lo mandamos y sino le acerco la plata con un coche… No, claro…”, me dio la razón.

Pero no vino ese día.

Ni el otro.

Ni el otro.

Así que agarré el imancito con el número de la agencia que tenía en la puerta de la heladera y lo tiré.

Así. Un cliente menos.

Pregunta meditabunda: uno entiende que un ganso puede patalear y quedarse con un vuelto. Lo que no entiendo, como eventual comerciante, es que en un caso como éste, yo, dueño de la agencia, voy personalmente a la casa del cliente y no sólo le dejo el vuelto, sino le devuelvo la plata del viaje, le pido disculpas por la pésima conducta de mi empleado (a quien revolearé de una patada en el orto en cuanto vuelva a mi puesto de trabajo) y le rogaré para que siga llamándome y pidiéndome viajes.

Bueno. Eso es lo que no hicieron.

Otra más para la sección… y van…

No hay comentarios.: