20.4.10

añoranza de la insignificancia

Y lo que me tomo más en serio en el mundo es el cambio. Cambio de fortuna, cambio de sentimientos y de ideas, cambio en la apariencia de las cosas de un día al otro, cambio de año en año en el significado que para nosotros tienen las cosas. Y en la forma de adaptarse al cambio, porque tiene que haber cambios. Y cómo mantenerse firme a través de él. Esto significa la guerra para mí: cambio. Se están produciendo unos cambios gigantescos, como si hubiesen desaparecido los dioses y nos hubiésemos quedado solos: pensad en cuán solos nos ha hecho sentirnos la guerra. No me refiero simplemente a la sensación de que por lo general los dioses apoyan al otro bando, digan lo que quieran los sacerdotes, excepto aquellos que nos parecen tan reales que casi no los consideramos dioses, como la madre Cibeles, que es parte integrante de nuestra vida, igual que lo es el suelo que pisamos, o el vigilante Zeus, a quien notamos preocupado por todo esto con la misma actitud orgullosa y ofendida con que se preocupa Príamo. Me refiero al sentimiento de haber perdido nuestra vieja sensación de insignificancia y que de pronto todo se ha vuelto grande e importante, que nosotros mismos nos hemos vuelto grandes e importantes, que Troya misma, este lugar, de pronto ha adquirido mayor importancia que los cielos. Y el interrogante de si sabremos estar a la altura de la responsabilidad que parece haber recaído sobre nosotros de ser tan… tan responsables. Y los griegos deben de tener alguna sensación equivalente, sólo que en ellos será una sensación de entusiasmo y agresividad y osadía… y nerviosismo; por eso alardean tanto de tener a los dioses de su parte, porque están nerviosos. Me paso las horas pensando y pensando en esta estas cosas, e intentando entenderlo todo. Hasta la guerra parece irrelevante, como si nos ocultase lo que realmente está ocurriendo. Es como una nube sobre Troya. Y nosotros estamos metidos dentro de la nube. Pero la guerra también nos permite vernos como si estuviésemos fuera de la nube. Y entonces pienso: “Cuando se levante la nube, ¡tal vez no existirá ya Troya? ¿Habrán transcurrido un millar de años, porque no habremos podido resistir la tensión de estar a solas con nosotros mismos?”.

LAURA RIDDING
“Final troyano”

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