12.7.10

españa campeón

clarín
“Si los arcos estuvieran en los laterales, España sería campeón mundial”
DIEGO ARMANDO MARADONA, director técnico de la Selección Argentina eliminada en el Mundial Sudáfrica 2010 por Alemania al perder por 4 a 0, la misma competencia en la que se coronó España como campeón del mundo.
El mote de pechos fríos, de equipos que siempre llegan como candidatos y se vuelven antes, lo tenían colgados, para el imaginario futbolístico argentino, tanto Holanda como España. No importaba tanto que los antecedentes de estos equipos mostraran que, esta vez, había fundamentos serios para candidatearse al título. Tantos como no los había para que fuera Argentina el que estuviera en ese lugar. Finalmente, ayer, los pechos fríos jugaron la final. Y los vivos, los que hablan de la superioridad del jugador argentino que no se achica en ninguna, lo vieron cómodos sentaditos en el sofá de su casa.

Lamentablemente, Holanda se creyó eso de la garra para ganar una final. Cuando en los primeros diez minutos de partido, se vio superado por el juego español, empezaron los planchazos asesinos, permitidos por uno de los peores árbitros de este Mundial que se destacó como el más malo del festival de bloopers de los árbitros de FIFA. Hubo no menos de tres planchazos que merecían, sin dudarlo, tarjeta roja. Que no haya habido expulsiones, deja al brasileño Felipe Melo como un bebe de pecho, injustamente expulsado del partido con Holanda por haber acariciado con sus tapones el muslo de un rival.

Por un instante, la mala intención, la violencia, el antifútbol estuvo a punto de ganar la partida. Entonces hubo un planchazo a Iniesta y el cerebro de la Selección Española, primero respondió con un empujón y, luego, se dio cuenta que tenía que responder dentro de la cancha como responden los campeones: tocando. Tocó, una y otra vez. Gambeteó, encaró, tiró paredes, estuvo más de una vez a punto de cerrar el partido. Y cuando Holanda se restregaba las manos pensando en los penales, Iniesta puso justicia y anotó una para el lado del buen fútbol.

Holanda no tuvo ni la dignidad de la propuesta (no necesitaba marcar con planchazos) ni de la aceptación de la derrota; un equipo que mereció tener por lo menos dos jugadores menos en el primer tiempo, no puede quejarse por un corner no dado antes del gol. Lloró cuando se benefició de la permisividad de un árbitro forjado en el molde FIFA del todo vale. Fue la cereza del postre de un Mundial en donde los árbitros fracasaron ostensiblemente, sin que se les caiga una idea a los popes del fútbol mundial para reducir el margen de arbitrariedad de los que arbitran. El dogma de la no tecnología para asistir a los árbitros deja al descubierto el deseo de contar con un elevado nivel de arbitrariedad para poder seguir digitando los partidos a voluntad.

Lo de España fue el triunfo de la apuesta por el amor a la pelota. El pase adicional al compañero bien ubicado, la presión hacia delante, la búsqueda del gol defendiéndose con la pelota, un bien preciado que no se divide bajo ninguna circunstancia. España es, además, un equipo trabajado, solidario, ordenado, que aprovecha cada pelota parada, que tiene una idea para explotar cada corner. El trabajo no le quita lirismo. Se complementan. Lo único para criticarle es la falta de contundencia. Pero ha demostrado que se puede ser ofensivo, sin descuidarse atrás; se puede defender, sin tirar patadas; se puede tocar, sin tirar la pelota para atrás.

España, por si hacía falta decirlo, se graduó, en esta final, de guapo. Se sacó de encima el calificativo de equipo tibio. Porque supo imponer su propuesta, ante la violencia vergonzosa de su rival.

España es, además, un espejo para la desorientación del fútbol argentino. Si los jugadores españoles pueden jugar a este nivel, ¿cómo no imaginarse que los argentinos no puedan imitarlos? ¿Qué es lo que falta para entender que, con un planteo similar, sacaríamos ventajas ostensibles a la mayoría? ¿Cómo no comprender que Argentina tiene la contundencia que le falta a España, con nombres como Milito, Tévez, Messi, Higuain, Palermo?

Falta, eso sí, un espíritu solidario y humildad. Falta un técnico con conocimientos tácticos que imponga, con el ejemplo, esos valores éticos. Y falta trabajo para recuperar un nivel que (es necesario aceptarlo) ya no se tiene. Es hora de intentar un cambio cultural en el jugador argentino: ya no es el mejor del mundo. Más aún: dejó de ser (hace mucho) un jugador inteligente. Y, la mala noticia no es ésa; la mala noticia es que se necesitará mucho trabajo y humildad para volver a ser lo que se fue en una época.

Hace unas semanas, el periodismo local habló del “boom sudamericano” y se apuró en hablar del fracaso europeo. Días después, sólo la epopeya uruguaya logró meterse en el cuarteto final. El fracaso de Argentina y Brasil tapó las meritorias producciones de Paraguay y Chile. Fue algo más que una cuestión de posiciones: Sudamérica perdió en el juego. No fue protagonista de las mejores ideas tácticas del mundial. Eso le quedó reservado a los finalistas de ayer o a Alemania. Por ellos pasa el futuro del fútbol.

Sudamérica debe ver cómo está jugando, porque sus competiciones son un muestrario de patadas, pérdidas de tiempo, quejas al árbitro y empujones. Debe mirar las competiciones europeas en los que la velocidad se yuxtapone al pasar la pelota con un destino preciso, sin tirar pelotazos a dividir (pese a contar con menos riqueza técnica comparativa). El fútbol de Europa ha crecido lo que no creció el de nuestra región. No verlo es augurar un nuevo fracaso (propio y colectivo) en cuatro años.

En suma, en un Mundial mejor que el anterior, en el que se vieron mejores partidos y más emoción, España es un soplo de aire fresco a muchas armazones vetustas que dieron sus últimos frutos en el Mundial de Alemania. Una nueva era se está acercando al fútbol mundial, de la mano de Barcelona y España. La pregunta es en qué lado va a querer ubicarse Argentina.

el país

No hay comentarios.: