13.8.10

cómo cuida la aldea a sus niños

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LA PIVELLINA
data: http://www.imdb.com/title/tt1426371/

La italiana Tizza Covi y el austríaco Rainer Frimmel constituyen una doble sociedad: pareja y documentalistas. En su penúltimo trabajo, “Babooska”, habían filmado a dos artistas de circo y se quedaron con ganas de tenerlos más tiempo en pantalla. En el siguiente trabajo, “La pivellina”, Covi y Frimmel se animaron a dejar el documental (sólo un poco) y a contar una historia de ficción, teniendo como actores a esos artistas. La película es una cosa muy chiquita y conmovedora, una pequeña joyita independiente, que se impone por la calidez de su elenco. Por lenta acumulación de detalles, nos deja picando la pregunta de qué modo cuidamos de nuestros niños. En la África primitiva, la grandeza de una aldea estaba dada por la forma que cuidaba de sus niños. Ellos eran la garantía de tener un futuro. Cuando vemos historias como la de “La pivellina” nos preguntamos cómo cuida nuestra aldea a sus chicos, en qué momento dejó de ser importante el tiempo que insume la infancia.

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Covi y Frimmel utilizan las herramientas del documental, escenas apenas esbozadas en un guión para dejar que los actores las completen, cámara en mano y mucha paciencia para que los diálogos espontáneos produzcan el hallazgo. Mucho más cuando la protagonista es una niña de dos años, a la que no se le pueden dar directivas de actuación.

Si bien desde la realización “La pivellina” es un hallazgo, supera la virtud de la dificultad técnica y lograr contarnos su historia: una nena de dos años, abandonada por su madre, que queda al cuidado de un matrimonio y su nieto, trabajadores de un circo familiar en las afueras de Roma.

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La sucesión de escenas (muchas retratando cosas comunes, como mojar un bizcocho en un plato con leche o montar un autito en un parque de diversiones) logra, por acumulación, empaparnos de que la felicidad de un niño no está en relación con la situación económica de su familia, sino con el amor que le puedan dar. Asia, la pibita de la película, no tiene Nintendo, vive en un trailer, la ropita no es de una marca de ropa, pero nos queda la convicción de que la suya es una infancia feliz. Crecer querido y aprendiendo los valores que nos definen como humanos. ¿Qué más hace falta para ser un niño feliz?

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Al atardecer, en brazos de Patty (excepcional labor de Patricia Gerardi), Asia duerme tras negarse a considerar la posibilidad de volver con una madre que consideró como una opción factible abandonarla. Asia duerme tranquila: está en casa.

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