3.8.10

coyote poeta (II)

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Soy rico,
Yo, el señor Nezahualcóyotl.
Reúno el collar,
los anchos plumajes de quetzal,
por experiencia conozco los jades,
¡son los príncipes amigos!
Me fijo en sus rostros,
Por todas partes águilas y tigres,
por experiencia conozco los jades,
las ajorcas preciosas…
Cumplida la promesa a su padre, Nezahualcóyotl se corona rey, en un reinado que llevará cuarenta años. Su gobierno se destaca del resto, por su apoyo a las artes y a las ciencias, la reconstrucción administrativa y judicial del reino y las obras edilicias que cambiarían la cara de la región. Acueductos, palacios, jardines, templos, zoológicos y parques botánicos, diques, ingeniería para un reino en crecimiento integrado a la naturaleza. Salas de música y poesía y leyes escritas por el propio monarca, con sanciones más fuertes cuanto más elevado fuera el rango social del delincuente, porque en su concepción, a mayor dignidad, mayor culpa.

Si no hubiera bastado con eso, Nezahualcóyotl se destacó por ser un hombre piadoso: gran parte de sus ingresos eran derivados a la atención de los necesitados. Sus súbditos decían que Nezahualcóyotl no se sentaba en su mesa a comer, hasta que lo hubieran hecho los más humildes pobladores del reino.

Cada ochenta días, el monarca asistía con su familia y los principales funcionarios del reino para escuchar la reprensión pública de un viejo y sabio sacerdote que le echaba en cara, los errores cometidos durante ese lapso. Humildes, escuchaban cuál era el camino hacia la verdad.
Con flores escribes, Dador de la vida,
con cantos das color,
con cantos sombreas
a los que han de vivir en la tierra.
Después destruirás a águilas y tigres,
sólo en tu libro de pinturas vivimos,
aquí sobre la tierra.
con tinta negra borrarás
lo que fue la hermandad,
la comunidad, la nobleza.
Tú sombreas a los que han de vivir en la tierra.
La crónica de su mandato podría dar la idea de un hombre excepcional, un ser impoluto, incapaz del mal. Pero, falible también, como el rey David, se enamoró de una mujer casada y envió al marido a una misión suicida en el frente de batalla para quedarse con la viuda. También, como el rey David, sintió la ira de la divinidad en castigo a su crimen.
¿Con qué he de irme?
¿Nada dejaré en pos de mí sobre la tierra?
¿Cómo ha de actuar mi corazón?
¿Acaso en vano venimos a vivir,
a brotar sobre la tierra?
Dejemos al menos flores.
Dejemos al menos cantos.
Hubo un período de desasosiego en su reinado, cuando los chalcas redoblaron sus ataques contra el reino y segaron la vida de dos de sus hijos. Como si no fuera poco, Nezahualcóyotl tuvo que condenar a muerte, por traición, a su otro hijo. En el cenit de su desasosiego, Nezahualcóyotl reunió a los sacerdotes y les pidió consejos. Ellos le dieron un consejo que el rey no hubiera querido escuchar: sacrificios humanos para aplacar la ira de los dioses.
No en parte alguna puede estar la casa del inventor de sí mismo.
Dios, el señor nuestro, por todas partes es invocado,
por todas partes es también venerado.
Se busca su gloria, su fama en la tierra.
Él es quien inventa las cosas,
Él es quien se inventa a sí mismo: Dios.
Por todas partes es invocado,
por todas partes es también venerado.
Se busca su gloria, su fama en la tierra.
Nezahualcóyotl se enfrentaba a una encrucijada. Frente a la doctrina azteca del culto guerrero al dios Sol, la postura de Nezahualcóyotl era la vieja enseñanza de los toltecas, la creencia en un dios único, Tloque Nahuaque, en náhuatl, “dueño de lo cercano y lo próximo”. Era un Dios tan grande que no existía una sola palabra para contenerlo, está en todo. La creencia que sostenía Nezahualcóyotl se basaba en el autosacrificio, en el conocimiento de sí mismo, en el espíritu. Y, concordante con el Rey – Dios Quetzalcóatl, se oponía a los sacrificios humanos.
Nadie puede aquí,
nadie puede ser amigo
del Dador de la vida:
Sólo es invocado,
a su lado,
junto a él,
se puede vivir en la tierra.

El que lo encuentra,
tan sólo sabe bien esto: él es invocado,
a su lado, junto a él,
se puede vivir en la tierra.
Nezahualcóyotl cedió a los consejos de los sacerdotes. Pero los sacrificios no produjeron cambios. Los chalcas no cedían en su guerra y su esposa no le daba el ansiado heredero.

(continúa mañana)

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