Era algo de todo punto monstruoso; una empresa comercial “exclusiva”. Quiere decir que no pagaba por atraer a la gente, sino por alejarla. En el corazón de una plutocracia los comerciantes acaban por ser bastante sutiles para sentirse más escrupulosos todavía que sus clientes. Crean positivas dificultades, a fin de que su clientela rica y aburrida gaste dinero y diplomacia en triunfar de ellos. Si hubiera en Loncres un hotel elegante, donde no fueran admitidos los hombres menores de seis pies, la Sociedad organizaría dócilmente partidas de hombres de seis pies para ir a cenar al hotel. Si hubiera un restaurante caro que, por capricho de su propietario, sólo se abriera los jueves por la tarde, lleno de gente se vería los jueves por la tarde.
GILBERT KEITH CHESTERTON
“Las pisadas misteriosas”
20.8.10
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