1.11.10

la potencia del texto

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TODOS ERAN MIS HIJOS
data: http://www.alternativateatral.com/obra16308-todos-eran-mis-hijos

Cuando un texto tiene tanta fuerza, tanto peso dramático, como lo es “Todos eran mis hijos”, puede hasta soportar una interpretación tan endeble como la de Lito Cruz y salir airoso. Hace unas semanas comentamos una de las últimas obras de Arthur Miller, “El descenso del Monte Morgan” (http://libretachatarra.blogspot.com/2010/10/el-dilema-de-ser-fiel-uno-mismo.html), texto intimista, más personal; en este caso, “Todos eran mis hijos” es una obra de sus comienzos, la precedente a “La muerte de un viajante”, uno de sus textos principales. En ella vemos los tópicos de Miller: la crítica frontal a la sociedad norteamericana, la objeción al sueño americano, al objetivo de lucro individual sobre la responsabilidad social y una acusación sin concesiones a los que hicieron su negocio con la Segunda Guerra Mundial. Brillante, implacable, angustiante, el texto de “Todos eran mis hijos” nos sopapea en cada línea y nos lleva de la nariz, metiéndonos en la enorme violencia contenida de una familia que se empecina, sin éxito, en esconder los muertos del pasado.

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Estructurada como una tragedia de ecos griegos, todo sucede en una locación, el jardín de una casa, en una escenografía plana, bidimensional, que asfixia la visión y el movimiento de los personajes. La casa familiar, omnipresente, se lleva la mitad de la escena. Casi no hay espacio para los personajes que pueden moverse en un estrecho eje “derecha – izquierda”. El interior de la casa sólo se adivina por una pequeña ventana en la que se recorta algún personaje.

Éste es un día especial para la familia Keller. Joe, el padre, empresario, con dos hijos, uno desaparecido en la guerra, el otro combatiente vuelto a salvo; Kate, la esposa, negando la obvia realidad de la muerte del hijo desaparecido; Chris, el hijo sobreviviente que invitó a casa a Anne, la novia de su hermano, con la que ansía casarse. Detrás, una acusación que pesa en la historia familiar: la empresa de Joe vendió repuestos de aviones militares en mal estado, que significó la muerte de 21 jóvenes pilotos. El padre de Anne cargó con la culpa; Joe, salió absuelto. En ese día, los hechos se desencadenan y la familia tendrá que verse las caras con la verdad que ha estado evitando todo este tiempo.

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Una pregunta de la obra es hasta dónde debemos amar, cuándo la sangre no justifica una conducta inmoral. La otra, si debemos responsabilidades diferentes a la familia y a la sociedad, si hay prioridades y el bien particular prima sobre el del conjunto. Hay otra observación más amarga: el idealismo de Chris que ha sido eficientemente limado por el sistema. Ahora trabaja con su padre, tiene un empleo, está cómodo en la posición que ocupa. Pero no ha hecho las preguntas que debía hacer. No ha hundido el cuchillo, buscando debajo de la superficie. No puede decirse que no ha sido culpable; a veces, no dudar, es un síntoma del miedo a conocer la verdad.

La dirección de Claudio Tolcachir tiene una severa observación que es la actuación de Lito Cruz, en una labor desconcertante. Su personaje está a los gritos, caricaturizado, con un tono exacerbado, que no condice con el peso de la tragedia que tiene en sus manos. Por momentos se lo ve haciendo chistes, improvisando, guiños con los actores que no terminan de entenderse. Lo suyo desluce el personaje central. En el siguiente video, con imágenes de la puesta, Cruz cuenta que le pidió a Tolcachir limpiarse del personaje “Lito Cruz”. Valientemente, el actor lo ha intentado, componiendo el personaje desde otro ángulo; hay que valorar esa valentía, pero el resultado final no es satisfactorio.



La contraparte de esta pésima actuación es Ana María Picchio de quien esperaba poco y me sorprendió agradablemente. Su Kate es tan siniestra como lo sugiere el texto. Sus parlamentos gozan de plena convicción y son verosímiles. En un nivel destacado, Vanesa González, Esteban Meloni y Federico D'Elía sobresalen del resto.

Nos quedamos con un par de frases de la obra para destacar. La réplica de Kate a su hijo de que su hermano no puede estar muerto: “Dios no puede permitir eso. Tu hermano no está muerto, enténdelo. Porque si tu hermano está muerto, eso quiere decir que tu padre lo mató. Y eso no puede permitirlo Dios”. La otra frase, la excusa de Joe: “Hice plata, ¿qué hice de malo? Me pidieron que hiciera e hice plata. ¿Qué es un pecado? Es lo que me dijeron, es lo que hice”. Dos más: “A veces me cuesta recordar el hombre que yo quise ser”. Y la frase final de Kate a Chris: “Viví... olvida esto... viví...”.

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