17.2.15

bailes de carnaval

clarín

Empezaron siendo en blanco y negro y con los años sumaron colores fulgurantes. Los afiches, pegados por toda la Ciudad, promovían “8 Grandes Bailes 8”, aunque a veces podían ser menos, pero nunca por debajo de 5. La convocatoria se refería a los bailes de carnaval, que movían multitudes, la mayoría de las veces hacia espacios abiertos sólo cruzados por largos cables de los que colgaban lamparitas rojas, amarillas y verdes, que no eran semáforos sino que servían para darle luminosidad a esa bóveda azul noche en la que brillaban las estrellas.

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La tradición de los bailes de carnaval fue algo histórico en Buenos Aires. Ya en 1921, en el Teatro de la Opera, animaba la velada la gran orquesta de Francisco Canaro, un prócer tanguero que había reunido a 12 bandoneones, 12 violines, 2 cellos, 2 pianos de cola y hasta una flauta y un clarinete, algo inusual en ese tiempo. También, pero en el Teatro San Martín, Julio De Caro amenizaba bailes con una orquesta de 40 músicos.

La escena se repetía en muchos teatros (la lista incluía al Coliseo, Politeama, Casino, Victoria, Astral, Smart o el Pueyrredón de Flores, entre otros) donde se improvisaban pistas de baile. En esa movida estuvo incluido hasta el Teatro Colón, que desde 1931 y durante varios años presentaba a las orquestas del mismo De Caro, así como la de Enrique Santos Discépolo y Arturo de Bassi. Pero unos años después aquello se extendió a los clubes que competían por tener presentes a las orquestas de mayor renombre. Directores como Carlos Di Sarli, Juan D’Arienzo, Aníbal Troilo o Alfredo De Angelis le ponían tango a los encuentros en Racing, River, Independiente o San Lorenzo. También, clubes como Atlanta, Vélez, Chacarita, Ferro o Almagro aportaban lo suyo.

Además, otros como Comunicaciones, Municipalidad, Villa Malcolm, Regatas de Avellaneda, Centro Lucense, Centro Asturiano, Unidos de Pompeya o el Darling Tennis de La Boca también reunían a mucha gente. En varios de esos lugares se lucía “la orquesta de todos los ritmos”, como llamaban al grupo de Enrique Rodríguez que interpretaba tangos, foxtrots, pasodobles y rumbas. Otro grupo convocante era la orquesta Los Antillanos. En una de sus actuaciones en el Centro Asturiano, la orquesta presentó a una nueva cantante, una chica de 17 años. Aunque esa vez actuó con su nombre real, después se hizo famosa como Valeria Lynch.

En la década del 60 y primera parte de los 70, los bailes en los clubes llegaron a su punto culminante. Y, además del negocio del buffet, las distintas instituciones ponían a figuras importantes sobre los escenarios. Quizás el mejor ejemplo sea el de San Lorenzo, con sede en el Viejo Gasómetro de avenida La Plata. Lo llamaban “el carnaval mayor de Buenos Aires” y por allí pasaron Sandro, Palito Ortega, Joan Manuel Serrat, Leonardo Favio, Roberto Carlos, Los Wawancó, Los Gatos, Manal y muchos otros populares como Bárbara y Dick, Katunga, Pomada, Pintura Fresca y hasta el grupo folklórico Los del Suquía. En otros sitios se había optado por las “selectas grabaciones” y los que convocaban eran conocidos conductores como Mochín Marafiotti, Miguel Angel Merellano, Rubén Machado, Leo Rivas, Edgardo Suárez o Juan Alberto Mateyko. Allí, además de ir a bailar, la gente “jugaba” al carnaval lanzando el contenido de las botellitas de lanzaperfume o con la “nieve” envasada en aerosoles.

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EDUARDO PARISE
“Aquellos grandes bailes de los clubes”
(clarín, 16.02.15)


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