14.7.15

apuntes de historia argentina: anécdota sobre la primera invasión inglesa (I)

biografias y vidas

Empieza con un almuerzo en el cual un almirante ingles le oye a cierto militar venezolano apasionadas quejas sobre la dominación española en América y también planes no menos apasionados de independencia nacional.

Poco tiempo después, dicho almirante ingles es comisionado para expedicionar en el sur de África y asegurar a Inglaterra la ruta marítima a la India. Cumple, sin esfuerzos especiales la comisión encomendada y quedan bajo su mando hombres, barcos y horas ociosas. ... ¿por qué no escuchar al capitán de un navío que acaba de llegar del Rio de la Plata y asegura que ese virreinato carece de defensas? El almirante calcula su conversación con el militar venezolano... Territorios indefensos y al mismo tiempo descontentos con España... ¡Hum! No se pierde nada con pensarlo... El almirante ingles sabe que los mares son ahora, después de Trafalgar, más ingleses que nunca y que España ha quedado sin flota... El almirante está en Cabo de Buena Esperanza. El nombre parece un augurio que ayuda a imaginar con optimismo... Y la capital del Rio de la Plata, que está en la misma latitud que sus barcos, hombres y sus horas ociosas, se llama Buenos Aires, nombre que tampoco parece de mal augurio.
¿No será que el destino ha pensado en él para que, partiendo de Buena Esperanza y sometiendo a los Buenos Aires del Plata, su país pueda conquistar la América española?

Es verdad que Londres no había autorizado semejante empresa pero, ¿qué gobierno desautoriza el éxito alcanzado por un jefe resuelto?

Y el almirante, Sir Home Popham, no dudó de que el mapa auguraba el éxito. Convenció al general William Carr Beresford, desplegando sueños de laureles y en los cuales también cabían las riquezas, y decidió invadir el Rio de la Plata.

Sir Home Popham tenía ya prestigio político y científico. Los primeros por haber cumplido en la corte de Rusia y en Arabia, negociaciones diplomáticas exitosas. En cambio, trabajos y relevamientos en Asia, observaciones astronómicas y náuticas (fue el primer oficial naval que calculó exactamente la longitud con el cronómetro), explican su selección como miembro de la prestigiosa Royal Society. Inventor también de las señales con banderas y semáforos, adoptados primero por la escuadra inglesa y después por todas las escuadras del mundo, acaso con su proyecto de invasión al Plata Sir Home Popham creyó interpretar muy cuerdamente, sin clave descifrada, con que el destino trata a los humanos.

Pero tantos “buenos”, si bien alentaron el optimismo de los dos jefes ingleses, no lograron ocultarles que necesitarían refuerzos. Por eso, una vez resuelta la empresa, marcharon primero a la isla de Santa Elena, islote perdido en el trópico, que diez años más tarde daría albergue y tumba a Napoleón Bonaparte. El gobernador de Santa Elena proporcionó artilleros e infantes y así, acrecentada la expedición, puso proa rumbo al Rio de la Plata.

Todo marchó tan sin inconvenientes, que Popham pudo entrar en el rio sin ser molestado. Y cuando ya frente a la costa simuló desembarcar en un punto y lo hizo en otro, la maniobra pareció un lujo innecesario.
Sobró lugar para bajar donde quisiera, y nada lo urgió para hacerlo de modo atolondrado: la flema inglesa encontraba una espontanea ambientación. Algún tiempo después, un mapa del Rio de la Plata mostraría detalles de la costa y junto a ella, las siluetas de los barcos invasores. ¿Invasores? Por el tranquilo aplomo con que llegaban, más parecían invitados. De cualquier manera, una vez desembarcados en un lugar llamado Quilmes, se apresuraron a marchar: era a fines de julio, hacia frio y el footing parece ser el deporte más adecuado en tales circunstancias.

(Continúa mañana)

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