26.7.16

una nueva revolución

el país
Sociólogo y economista, Jeremy Rifkin predijo tendencias como el fin del trabajo y la tercera revolución industrial basadas en las energías sustentables y las consecuencias de Internet tal como la economía colaborativa. El diario “El País” de España lo reporteó hace unos días y de ese muy buen reportaje (que recomendamos) extrajimos algunos párrafos destacados.

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La segunda revolución industrial ya ha tocado techo y está en pleno declive. El elefante en la habitación es el cambio climático: nos enfrentamos a transformaciones radicales en el planeta en los próximos 50 años, no en dos siglos. Necesitamos un nuevo planteamiento económico y debemos enfrentarnos a la pregunta fundamental sobre cómo producimos.

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En todos los grandes cambios económicos han convergido tres factores: el primero son las comunicaciones; el segundo, las nuevas fuentes de energía que impulsan la economía; y el tercero, innovadoras formas de transporte que son más eficaces. Así, la segunda revolución industrial nació en Estados Unidos con la electricidad centralizada, el teléfono, la radio y la televisión, y el petróleo barato de Texas. Henry Ford puso a todo el mundo en la carretera. Esto se prolongó durante un siglo, pero en julio de 2008 todo se vino abajo cuando el precio del crudo alcanzó su máximo histórico, 147 dólares el barril. La economía se vino abajo porque todo dependía de las energías fósiles y nucleares. Con los precios actuales, estas empresas no son competitivas, no se pueden sostener por debajo de los 40 dólares el barril, todas van hacia la bancarrota. Hemos llegado al final de esa segunda revolución industrial, basada en las energías fósiles.

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¿Cómo va a crecer la economía si está conectada a infraestructuras del pasado que alcanzaron a cumbre de su productividad en los años noventa? Se tocó techo y esto es lo que muchos partidos políticos, de izquierdas o derechas, no entienden, aunque los empresarios empiezan a comprenderlo. Por ejemplo, en España se pueden llevar a cabo todas las reformas laborales que se quiera, o crear incentivos para nuevas inversiones, pero no va a haber ninguna diferencia porque las empresas están conectadas a una infraestructura obsoleta.

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El capitalismo todavía no sabe cómo hacer frente a esa economía colaborativa. Yo considero que es un nuevo sistema económico, como lo fueron el capitalismo y el socialismo. Está aquí para quedarse, aunque ahora parezca algo muy nebuloso. Ya hemos visto lo que ha pasado en las comunicaciones, ahora veamos qué ocurre con la energía y los transportes. La tecnología digital nos lleva a costes marginales cercanos a cero. La gente joven está produciendo y compartiendo su propia música, el coste de producir con calidad de estudio es casi cero y los jóvenes comparten el resultado casi por nada. Ocurre lo mismo con los vídeos. Los periódicos y las revistas están viviendo eso con las redes sociales. La gente contribuye a Wikipedia por nada, el conocimiento del mundo se está democratizando. Muchos pensaron que eso sólo ocurría en el mundo virtual, no en el real, pero lo que mantengo es que cuando aplicas esto al Internet de las Cosas esa diferencia desaparece. Lo estamos viendo con la energía, el transporte y la logística. Por ejemplo, en Alemania, con cuyo Gobierno trabajo desde hace décadas, la energía eólica y solar está aumentando muy rápidamente con un coste marginal cero. En 10 años será el 40% y en 2040 será el 100%. Es un progreso parecido al de los microchips en las computadoras: en los años 40 había un par de ordenadores y costaban millones de dólares, pero luego vino el chip Intel, y ahora tenemos ordenadores en los teléfonos que cuestan 25 dólares en China, más poderosos que los que se utilizaron para mandar al hombre a la luna. Aún se ignora que va a ocurrir el mismo proceso con la energía solar y eólica: en 1978, un vatio solar costaba 78 dólares, ahora cuesta 50 céntimos. Y en 18 meses costará 35 céntimos.

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Una vez que pagas por la infraestructura, luego los costes son cero. El viento o la luz no nos mandan la factura. Existen varios factores fundamentales que determinan que esto funcione, uno de ellos es la conectividad necesaria para el transporte y la logística. Tenemos que hacerlo todos a la vez. Alemania y Dinamarca se están moviendo mucho más rápido que los demás, y lo están logrando. El año pasado, un día hubo tanta energía solar y eólica que tuvimos precios negativos. Es gratis. Insisto: no es una teoría.

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China es consciente de que se perdió la primera revolución industrial y parte de la segunda. Estoy viajando constantemente allí y ahora se mueven muy rápido. Invierten mucho dinero en la digitalización de la electricidad, de tal forma que millones de chinos puedan producir su propia energía solar y devolverla a la red. Nadie habla de ello.

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Cuando tengamos toda esa energía será posible el transporte sin conductor a través de GPS. Los jóvenes están evolucionando de la posesión de vehículos al acceso a la movilidad. Es un cambio gigantesco en el concepto de transporte, acelerado por los negocios de coches compartidos. Las empresas sí son conscientes de que cada vez van a circular menos coches: por cada vehículo compartido, 25 son eliminados. Los coches representan el tercer productor de carbono. Creo que eso acabará por suprimir el 90% de los automóviles y la inmensa mayoría de los que queden serán eléctricos sin conductor. No sólo los vehículos en tierra como coches y trenes, también en el océano.

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Estoy trabajando con el Gobierno chino. Lo que digo allí, y también en la UE, es que están construyendo un mundo nuevo, pero siguen invirtiendo en infraestructuras que pertenecen a la segunda revolución industrial, no a la tercera. Hay que cambiar las prioridades. ¿Qué tipo de ciudades estamos construyendo? Con la tercera revolución industrial, no hay ningún motivo por el que no podemos construir ciudades más pequeñas dentro de las grandes urbes, satelitales, y con inmensas reservas ecológicas entre ellas. Podemos llevar a cabo reforestaciones masivas dentro de ciudades de entre medio millón y dos millones de habitantes. Y esto se podrá hacer porque nos podremos mover de un lugar a otro de forma más rápida y limpia. Los coches tal y como los conocemos no estarán aquí en 20 años.

Reportaje de GUILLERMO ALTARES a JEREMY RIFKIN
“Nos encontramos ante el final de las energías fósiles”
(el país, 25.07.16)

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