30.9.05

te quedaste en el 68

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LOS EDUKATORS

¡Qué tiempos aquellos que creíamos en la revolución! ¡Qué difícil es ser joven en estos días, en el Primer Mundo globalizado! “Los edukators” viene de Alemania y es algo así como una comedia, con guiños de juventud y de revolucionarios que se volvieron chanchos burgueses acomodados. Más que interesante, con algunas frases memorables y un par de situaciones ingeniosas. Anoten, más allá de algún bache ocasional: “Los edukators”.

Jan y Peter son dos amigotes alemanes que irrumpen en las casas de los adinerados alemanes, dan vuelta el mobiliario, desordenan los almohadones, revuelven las joyas, jarrones y ceniceros y se van, sin robar un solo objeto, dejando un único mensaje: “sus días de opulencia están contados”. Los “Edukators” son los revolucionarios naif, en un mundo donde no hay utopías sensatas, estos dos jóvenes se conforman con hacerles sentir a los arquetipos de la globalización, que no se está seguro en ningún lado, que no hay rejas, ni urbanizaciones que nos alejen de los marginados, de los pobres, de los que les toca perder en el juego capitalista del nuevo milenio.

Para ponerle un poco más de sal a la historia, entra a tallar el típico triángulo con tensión sexual: Jule, la novia de Peter, que se enamorara de Jan. (Porque una cosa es hablar de compartir la propiedad privada y otra la novia). Jule cometió un error fatal: se llevó puesto un Mercedes Benz de un ejecutivo, sin tener seguro. Ahora debe pagar los 100 mil euros en cómodas cuotas de 500 euros, que salen de su sueldo de mesera. Y de su futuro que se hizo astillas con el choque.

Las volteretas de la vida los enfrentará, a los tres, con el ejecutivo que manejaba el Mercedes, el mismo que militaba en los movimientos estudiantiles del ’68,. Contrapunto de generaciones e ideas, lo mejor de la película proviene de esas estocadas dialécticas que nos deja una moraleja final: hay gente que nunca cambia. No son cosas de la revolución, sensibilidad social o racionalidad económica: es una simple cuestión de ser, o no, un auténtico hijo de puta.

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“Los edukators” tiene un elenco juvenil con mucha empatía y naturalidad. A Daniel Brühl lo vimos en “Goodbye Lenin”; babita germana para Julia Jentsch, la actriz del momento y el trío lo completa Stipe Erceg. Gran parte de la frescura del filme, se debe a este terceto que sostiene los diálogos punzantes del guión de Katharina Held y Hans Weingartner (director del filme, también).

Un par de ideas que vale la pena rescatar de esta mirada globalofóbica. Primero, la ausencia de utopías de la juventud actual se corresponde con la carencia de una certidumbre del futuro. Jule es el personaje arquetipo: ella ya tiene una vida arruinada a los 20, debiendo arriar sueños antes de haberlos siquiera desplegado.

Otra idea: la olla a presión de este modelo, la ira que se acumula en ambas puntas de la escala social, proyectado en el consumo enfervorizado, bienes para disimular la soledad y la angustia, la bronca contenida que busca una salida. Aquí el personaje modelo es Hardenberg, el bolche del ’68 que se convirtió, sin que se diera cuenta, en un reaccionario. Su última decisión es paradigmática: rumiando su decisión, sentado en un sofá cool, en un ambiente moderno, lujoso, frío y aséptico, totalmente solo.

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Escenas: la escena entre Jule y Jan, pintando el cuarto; el diálogo entre ellos mismos, en la terraza, en Berlín de noche, hablando sobre la revolución; la escena final; la escena de los snobs enólogos en el restaurante. Frases: “Admito que parte de lo que dicen es cierto, pero es incorrecto que sea el culpable. Yo estoy jugando el juego, pero no hice la reglas”, “No es quien inventó el arma, si no quien tiró del gatillo”; “Tengo noticias para ti, Hombre de Empresa: tus días están contados”; “Alguna gente nunca cambia”.

CONSEJO: se puede esperar al video, pero se disfruta en cine. Para un público no pochoclero.

valentía

Durante una cacería en un lugar llamado Shiroishi, el amo Katsushige mató a un enorme jabalí. Todos le rodeaban admirándolo por la bestia extraordinaria que acababa de abatir. De repente, el jabalí dejado por muerto se levantó y cargó. Los miembros del cortejo del amo, sorprendidos, se asustaron y huyeron. En aquel momento, Matabei Nabeshima, rápido como el rayo, disparó sobre el jabalí y lo alcanzó. El amo Katsushige se cubrió el rostro con su manga y exclamó: "El aire está lleno de polvo".
Evidentemente, hizo este gesto para evitar ver la confusión de los aduladores.

HAGAKURE
El libro del samurai

29.9.05

el camino del héroe

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EL LUCHADOR

El Universo tiende a la nada, la muerte y la disolución es un destino a plazo fijo. La lucha del ser humano está perdida de antemano. Sin embargo, siempre hay alguien que se pone de pie, uno que señala el rumbo, aquel que emprende el viaje al más allá, a la oscuridad, aquel que vence lo que los otros no han podido, aquel que regresa de donde no se vuelve para traer un saber jamás conocido: demostrar con el ejemplo que es posible soñar con persistir. Ese es el camino del héroe, impresión genética, epopeya contada una y otra vez, no importa cuántas veces sea, siempre eficaz, siempre conmovedora.

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Hubo una vez un hombre, un boxeador de antepasados irlandeses, que pasó por los rings con más pena que gloria, un hombre que en la Depresión mendigó monedas en el Madison Square Garden (a los mismos que lucraron con su derroche de sudor y valor) para mantener a su familia unida. Ese hombre, ese héroe, tuvo una oportunidad. Una sola, remota y fugaz. El hombre de puños de artrosis y costillas fisuradas, se llevó por delante el mundo y volteó muñecos, uno tras otro, rumbo a la gloria. Cuando se dio vuelta, recién entonces se dio cuenta que había estado luchando en nombre de una multitud sumergida, subterránea, silenciosa. El hombre se llamó James J. Braddock. No hay que olvidar que existió, que no es un invento de Hollywood, que llegó a la cima y que ganó algo más que un título de boxeo: se ganó el respeto y, como todo héroe que se precie de tal, enseñó a los otros, que es eso lo que ningún hombre debe perder.

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Monumental historia real, una de esas películas inspiradoras, esas metáforas que hay que contar en tiempos tan oscuros. "El luchador" es uno de los grandes títulos de este año, para no dejar pasar. Rusell Crowe nos regala otra memorable actuación, de la mano de Ron Howard, el mismo director eficaz pero poco imaginativo, de "Una mente brillante". Uno sospecha a que niveles pudo llegar esta historia en manos de un Spielberg. Pero la épica de Jim Braddock es tan grande, tan poderosa, que supera la corrección del guión de Cliff Hollingsworth y Akiva Goldsman que se quedan en la periferia del sueño americano. Enfrente, ese otro genial actor que es Paul Giamiatti ("Entre copas" y "Esplendor americano") contraparte esencial para esa emoción latente que expone Crowe. Es tan fuerte la química de ambos y tan poderosa la historia, que hasta logra acotar el desborde de Renée Zellweger, al punto que sus mohines no molestan y hasta lograr cerrar alguna buena escena.

Un apunte: préstenle atención a un petiso gordote de cara redonda, que aparece en el rincón de Crowe-Braddock, con el que se abrazaba mientras espera la última tarjeta ante Bauer. ¿Lo ven? Ese señor es Angelo Dundee, el tipo que más sabe de boxeo en el mundo, el único blanco en el rincón de Muhammad Alí y responsable de que ganara esa épica pelea con Frazier, en la mañana de Manila, en el '74, otra historia que algún día tendremos que contar. Ah, también dirigió a Ray Sugar Leonard, por si le faltaba algo a sus pergaminos.

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Escenas: la de Braddock mendigando en la sala del Madison; la charla de Braddock con su hijo, cuando vuelve de devolver lo robado; la iglesia repleta de irlandeses para rezar por Braddock, con la radio en medio del atrio; las imágenes de sus hijos en el camastro de la casilla de madera, que asoman en la cabeza de Braddock, cuando está por caer noqueado; Braddock, golpeado, en la fila de la Asistencia Pública, para devolver los dólares que el Estado le prestó; la escena de la visita de Mae, la esposa de Braddock, a Joe Gould, el entrenador y su esposa, en el lujoso piso neoyorquino.

Frases: ; "Nosotros no robamos"; "Tengo que creer que... cuando las cosas están mal... puedo cambiarlas"; "Tengo una pelea", "Ja, ja... ¡vete al infierno!"; "Sólo recuerda quien eres... eres el Bulldog de Bergen, el orgullo de Nueva Jersey, eres la esperanza de todos, eres el chico heroico, eres el campeón de mi corazón, James J. Braddock"; "Cada vez que te golpean, siento que me golpean a mí"; "Ahora sé porque peleo", "¿Por qué?", "Por la leche".

CONSEJO: imperdible.

28.9.05

Schmeling, el campeón ario

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Hace cien años nacía en Klein-Luckow, en Brandemburgo, al norte de Berlín, Maximilian Adolf Otto Siegfried Schmeling, hijo de un timonel de una compañía naviera y de una hija de campesinos. Pero para la historia, sería simplemente conocido como Max Schmeling. Para los delirantes jerarcas nazis, la prueba viviente de la superioridad de la raza aria; para los norteamericanos, el "perro nazi" al que había que vencer. Pero en la intimidad, un hombre que soportó, con dignidad y entereza, la presión de la más feroz dictadura de la historia.

Schmeling tenía 19 años cuando se convirtió en boxeador profesional; en dos años ganó el título europeo de los medio pesados y en mayo de 1928 cruzó el Atlántico para probar suerte en la Meca del boxeo de la época: Nueva York. Tras derrotar a dos de los mejores pesos pesados de ese momento (Johnny Risko y Paolino Uzcudun), trepó al segundo lugar del ranking mundial y se ganó el derecho de pelear por el título del mundo, vacante tras el retiro del campeón Gene Tunney.


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El rival fue Jack Sharkey y Max Schmeling ganó por un controvertido fallo del árbitro Jim Crowley, tras un golpe bajo que le propinó el norteamericano en el cuarto round del combate. Muchos pidieron que devolviera el título, pero Schmeling se negó a hacerlo. Un año después, en julio de 1931, revalidó el título noqueando, en el 15° round al también norteamericano Young Stribling. Pero la alegría por el éxito duró poco: el 21 de junio de 1932, en Long Island, Jack Sharkey recuperó la corona, al ganar por puntos en un fallo por demás dudoso, según atestiguan los cronistas de la época.

Schmeling se casó en 1933 con la glamorosa actriz checa Anny Ondra, estrella del cine alemán, quien sería el amor de su vida, la mujer que lo acompañó más de medio siglo y que sólo lo abandonó cuando murió en 1987. Con ella tuvo un hijo, que falleció a los siete meses.

Siguieron años duros para Schmeling, tras perder el título. Recién tuvo su oportunidad al título mundial, el 19 de junio de 1936, en el Yankee Stadium, con el inigualable Joe Louis, el "Bombardero de Detroit", el boxeador negro que rompió la hegemonía de los blancos en los rings. Max Schmeling estaba 10 a 1 abajo en las apuestas. Schemeling ya tenía 30 años y la juventud y poderío de Joe Louis, invicto hasta ahí, parecía un escollo imposible para el alemán. Schmeling noqueó a Joe Louis en el round 12 y ganó el título.

El éxito lo convirtió en ídolo deportivo en su país. Cientos de niños alemanes llevarían el nombre de Max o de Anny, por la estelar pareja. Y no sólo el pueblo alemán prestó atención al triunfo deportivo de Schmeling. Hitler y su ministro de propaganda, Joseph Goebbels, lo agasajaron con una velada de gala ("Tuve que ir" reconoció años después). Mientras proyectaban la película con los doce rounds triunfales, Hitler palmeaba la pierna del campeón, satisfecho porque su triunfo demostraba la superioridad de la raza aria.


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Utilizado como la cara de la propaganda racista nazi, Schmeling no cedió a la presión y trató de mantenerse fuera de la maquinaria del régimen. Pese a las persuasivas insinuaciones de la Gestapo, Max Schmeling no se desligó de su entrenador, judío y norteamericano, Joe Jacob ni se divorció de su esposa Anny, checa para disgusto de los jerarcas nazis. Y llegó hasta la ofensa de no afiliarse al partido nazi, toda una audacia en esos años.


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Dos años después de ganar el título, Max Schmeling se vio de vuelta sobre un ring con Joe Louis, en lo que iba a ser titulado como la Batalla entre el Bien y el Mal. Franklin Delano Roosevelt lo había invitado a Joe Louis a la Casa Blanca, antes de la pelea, y lo alentó a ganar. "Joe, necesitamos músculos como los tuyos para derrotar a Alemania. Recuerda que cuando una causa es justa un americano nunca pierde" fue el mensaje del presidente.

El 22 de junio de 1938, en el mismo Yankee Stadium neoyorquino en el que ganó el título, ante 70 mil furiosos espectadores que esperaban verlo caer, el alemán Max Schmeling fue vapuleado por Joe Louis, que lo mandó tres veces a la lona, en el primer asalto. A los 2 minutos y 4 segundos, Max Schmeling cayó para toda la cuenta, perdiendo el título. Esa noche, cinco mil negros desfilaron por las calles de Harlem y la Séptima Avenida, celebrando el éxito de Joe Louis.

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Joe Louis aceptaría, muchos años después, que fue la única pelea en la que golpeó a alguien con odio. "Mirando atrás, soy casi feliz de perder aquella pelea. Sólo imagino si hubiera regresado a Alemania con la victoria. No tuve nada que ver con los nazis, pero ellos me habrían dado una medalla. Tras la guerra, pude haber sido considerado un criminal de guerra" declaró Schmeling en 1975.

La noche del 9 de noviembre de 1938 fue conocida en la historia como "La Noche de los Cristales", la noche en que la furia nazi se descargó contra los comercios y viviendas de los ciudadanos judíos, en la escalada racista que llevaría al Holocausto. Max Schmeling estaba encerrado en su suite del Hotel Excelsior de Berlín, dando expresas órdenes a la conserjería de que no se lo molestara, por una fuerte gripe que lo tuvo en cama varios días. En realidad, Schemling estaba perfectamente bien de salud. En su habitación había escondido a Henry y Werner, los dos adolescentes e hijos de David Lewin, su amigo judío. Cuando la furia de "La Noche de los Cristales" pasó, Schemling gestionó la salida de los hermanos fuera de Alemania, salvándoles la vida. Con el tiempo, Henry se convertiría en un importante empresario de la industria hotelera de Las Vegas.

Cuando comenzó la guerra, los nazis le pasaron la factura por su negativa a afiliarse al Partido y, pese a contar ya con 35 años, fue alistado como paracaidista, en misiones suicidas. En una esas misiones, al saltar sobre Creta, Max Schmeling se rompió los meniscos y sufrió una lesión en la espalda.

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Al terminar la guerra, Max Schmeling estaba tan pobre como cuando comenzó a boxear. En 1947 retornó a los rings, por necesidades económicas más que deportivas. No era el mismo: su última pelea fue en Berlín, el 31 de octubre de 1948, arrastrando sus 43 años a cuestas, perdiendo por puntos contra su compatriota Richard Vogt.

Su breve regreso no le permitió retornar a la cima deportiva, pero le alcanzó para poder comprarse la licencia para embotellar Coca - Cola en Hamburgo. Se convirtió en un hombre de fortuna y fue reconocido, dentro y fuera de su país, por sus actividades filantrópicas.

Schmeling afianzó una fuerte amistad con su antiguo vencedor, Joe Louis, ayudándolo económicamente cuando el "Bombardero de Detroit" se desmoronó en las drogas y la miseria, tras su retiro. Cuando Joe Louis murió, Schmeling solventó los gastos de su funeral.

Reconocido por propios y extraños, Schmeling se retiró a Hollenstedt, unos 50 kilómetros al sur de Hamburgo, mimado por sus dos amas de llaves que lo atendieron hasta su muerte, en febrero pasado, a los 99 años.

"Cuando un día tenga que irme, quiero ser enterrado con toda modestia, rodeado de un pequeño círculo, junto a mi mujer Anny, en el cementerio de Hollenstedt" fue el deseo cumplido de un hombre digno que no se doblegó, cuando cientos lo hicieron.

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FUENTES:

"Max Schmeling: Campeón ario, salvador de judíos"
Baruj Tenembaum
Fundación Internacional Raoul Wallenberg.
http://www.raoul-wallenberg.org.ar/Schmeling/maxsp.htm

Adiós a un campeón Schmeling: Emblema del boxeo
(la nación, 05.02.05)

"Max Schmeling, el 'Perro Nazi' que salvó judíos" por Ángel González
(el mundo, 04.02.05)

"Max Schmeling, símbolo de la resistencia alemana contra el nazismo"
(el país, 04.02.05)

"Opuestos (I): Joe Louis vs Max Schmeling"
http://www.zonalibre.org/blog/trapo/archives/083840.html

“Puños de acero y corazón de cristal” publicado en “La Gran Aldea” (revista barrial de Villa Urquiza, julio de 2005).


Y a Federico Díaz Mastellone por soplarme la conveniencia de esta nota: http://elburlador.blogspot.com

27.9.05

discurso setentista

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ILUMINADOS POR EL FUEGO

Volver a Malvinas. El símbolo del inicio del derrumbe de lo que alguna vez fue una nación. Otra traición más, para una generación que ha acumulado la seguidilla del Proceso, Malvinas, hiperinflación, indulto, desempleo, 20 de diciembre y la corporación política mafiosa que está terminando de rematar lo poco que queda. Alguna vez existió algo así como un país que se llamó Argentina, que se fue perdiendo de a pedazos, en hilachas de neuronas quemadas y sueños destruidos. Malvinas fue el principio del fin.

"Iluminados por el fuego" prometía, por ser la mirada a esa herida abierta, a ese absurdo derroche de muerte, pasados más de veinte años, el tiempo suficiente que no tenía "Los chicos de la guerra" de Bebe Kamín (más que digna y humana mirada a la guerra). Y en promesa se quedó nomás, una posibilidad perdida por torpezas propias de guión, pero también por un afán oportunista que no merecían los soldados que pusieron el pecho a la imbecilidad nacional.

Desde lo estrictamente cinematográfico, el guión de Tristan Bauer (con la co-autoría de Miguel Bonasso y de Edgardo Esteban y Gustavo Romero Borri, autores de la novela homónima) es sumamente endeble. Cuesta ver cuál es la historia que quiere contar, cómo influye el intento de suicidio del ex combatiente en el protagonista, cómo juegan los tramos del combate en la curva dramática de los personajes.

Como agravante, la actuación es tanto o más endeble que el guión. Gastón Pauls hace una obra maestra de la impavidez, el compañero ideal para cualquier póker; enfrente, Virginia Inoccenti en el festival del desborde. Las escenas de combate son dignas de destacar: las mejores escenas de guerra que se haya filmado en el cine nacional.

"Iluminados por el fuego" cae en el pecado del brochazo grueso, de la falta de matiz, de un mundo poblado de blancos y negros, sin grises. Indudablemente, debieron existir (y seguramente fueron mayoría), oficiales tan imbéciles como los que se ve en la película, gansos que se creían que la guerra era pegar dos gritos, como en la colimba. Pero ese esquematismo nos aleja de los personajes, de la identificación con esa epopeya donde se mezclaron las miserias y las grandezas, sin solución de continuidad. A ese festival de oficiales prepotentes, le faltan los héroes que también los hubo y que no deberían faltar, si el propósito de la película era retratar Malvinas.

La película está parada desde la vereda del colimba y es válida esa posición (uno de los autores de la novela, es veterano de Malvinas). En todo caso, puede admitirse que la película falló por impericia o por estar muy afectado emocionalmente con la historia a contar.

Sin embargo, no parece que ese esquematismo sea una casualidad. Rasgando la superficie (por ejemplo, viendo las colaboraciones y agradecimiento en los títulos finales), nos queda la sensación que la dicotomía colimbas - civiles vs. militares - genocidas, impunes por la ley de obediencia debida y el punto final, tiene el afán didáctico de postular la tesis de la generación del '70, la negación de la Teoría de los Dos Demonios, reciclada en estos tiempos post menemistas. En suma, esta necesidad de un enemigo que requiere este gobierno, para imponer la idea de que estamos viviendo algo diferente a lo que venimos viviendo en los últimos años (léase, una asociación ilícita con un interés común: el saqueo).

Esa postura, personalmente (y admito que es un juicio personal) es lo que me molestó sumamente del filme. Ese mensaje confuso del final, el de volver a Malvinas, junto a la denuncia de los enemigos de la OTAN que se regodean sobre la sangre de nuestros muertos (los mismos tipos a los que les estamos pagando puntualmente la deuda, por la misma gente que compartió lista con Menem en los tiempos del indulto y que se palmean orgullosos con George W, esa gente que no hace falta buscarla en los títulos finales para saber de quiénes estamos hablando), esa sensación de que utilizaron el recuerdo de los combatientes de Malvinas para vender su pescado podrido, me indignó profundamente. No se lo merecen los que murieron ni los que volvieron arrastrando sus heridas (físicas y mentales). La historia que estaba siendo contada merecía su respeto.

En estos días, hay una necesidad de la generación de los '70 de reescribir la historia. En parte para borrar el pasado, en parte para crear una ficción en el presente. Se impone la necesidad de analizar esos tiempos, con valentía y objetividad. Los asesinos del Proceso fueron llevados a juicio y sus crímenes fueron juzgados. No pueden negar lo que hicieron. Quedó probado. La mediocridad, autoritarismo, prepotencia de los militantes de los '70 no ha sido aún analizado. Es necesario, tal vez no para salvar el cuerpo de la nación, que ya está muerto, sino para que, a través de la autopsia, podamos saber de que morimos.

Cierro esta crítica - comentario, con un párrafo de un reportaje a Beatriz Sarlo en "Ñ", donde queda muy explícito los malabares que tienen que hacer esa generación para justificar su relativismo moral (o inmoral, váyase a saber a esta altura, tanta es la confusión):

"Yo creo que es fundamental decir 'No considerábamos el drama singular'. Pero la cuestión de la culpa es difícil de plantear. No puedo ser culpable de un crimen que no está enmarcado dentro de un universo ético. En nuestro universo ético no existían los derechos humanos. Lo que hay que condenar es ese universo ético, pero eso no nos convierte ineludiblemente en asesinos. Es bastante más complejo. Todos estábamos de acuerdo, la practicáramos o no, con la liquidación violenta de nuestros enemigos o no necesariamente enemigos. Pero tenemos que recordar que eso fue una configuración histórica, y mis valores presentes no eran los de ese momento. Por eso mi posición es extremadamente incómoda" ("Ñ",03.09.05)

CONSEJO: dejarla pasar.

26.9.05

iluminados por el fuego

“Iluminados por el fuego”, la película de Tristan Bauer, recientemente ganadora de un premio en el Festival de San Sebastián, despertó el comentario de un amigo de la página, Marcelo Arecchi, que nos acerca su opinión del filme, que transcribimos a continuación. Agradecemos al tocayo amigo por su colaboración con “Libreta Chatarra”. Mañana estará la crítica “oficial” de la página y, esperamos, el miércoles haya una respuesta resumiendo las sensaciones que nos ha producido esta película.

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Es una película que emociona y esa emoción se transforma en llanto, risa, angustia, odio y amor a lo largo de toda su proyección. Sólo por eso, nada más y nada menos, debe considerarse como una buena película.

No deja de ser una película de guerra, de la guerra de Malvinas, vista desde el punto de vista de los “colimbas”. Tres soldados que sufren todo lo que se puede sufrir en una guerra más todo lo que se sufre por pertenecer a las fuerzas armadas de este país (preparada más para reprimir y secuestrar inocentes que para hacer una guerra convencional). Además, aporta algo del después, del tratamiento humillante de aquellos que llegaron derrotados y a los que gran parte de la sociedad les dio la espalda y aporta algo del ahora, el dato: a esta fecha murieron más excombatientes por suicidio que en combate.

La película en muchos momentos hace olvidar que es de producción nacional, con buenos efectos especiales y un sonido que es de lo mejor. La música bien elegida, aporta al clima que provocan las escenas y las actuaciones.
Ese clima llega a su máxima expresión cuando el protagonista retorna a las islas, muchos años después, y recorre lo que fue el campo de batalla y visita el cementerio donde quedaron nuestros muertos. Es importante aclarar que estas imágenes fueron realizadas en las mismas islas, lo que proporciona una extraña sensación al espectador.

Impresionante la escena en que el excombatiente, en ese retorno a las islas, encuentra una zapatilla Flecha, en realidad la suela de goma, que alguna vez fuera usada por un soldado argentino en 1982; que, según comentarios de los realizadores, hay cientos y cientos de ellas en el suelo insular.
Lo que logra esta película es recordar a los héroes de Malvinas, a los verdaderos héroes e intenta darles el lugar que se merecen.

Marcelo Arecchi
soldado conscripto 1963

23.9.05

inmunodeficiencia social

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YESTERDAY

"Yesterday" es una de película de enfermedades, esto es, esa clase de filmes que tienen una intención superior al hecho estético cinematográfico específico: enfocar el reflector sobre un tema de interés social. Como "Filadelfia" pusiera el SIDA en las pantallas de Hollywood, esta película llama la atención sobre la epidemia de la misma enfermedad en el continente africano (Sudáfrica, en este caso particular). A veces, cuando analizamos esta clase de películas, el sentimiento y la emoción se imponen sobre el hecho artístico. Hay una especie de extorsión emocional que nos lleva a darle más puntos que lo que la historia se merece.

Bueno, "Yesterday" no es una película con hallazgos notables. Tiene su valor por su denuncia, por la exposición del problema, por describir como está afectando la infección del SIDA a la población africana, por la denuncia de los agujeros en el sistema de salud. Y tiene la virtud de no caer en golpes bajos, pese a lo duro que es el tema. El logro de Darrell Roodt (director y guionista del filme) es no haberse olvidado de la humanidad de sus personajes, de la emotiva ternura de su protagonista (la espléndida Leleti Khumalo), con esa sonrisa que huele a sol. Algunos momentos poéticos (el hospital que construye Yesterday) y otros trágicos, redondean un buen filme, para ver y tomar conciencia. Sin que revolucione el género, claro está, pero sin caer en el cliché o la concesión rápida.

Yesterday es el nombre de una mujer, madre de una niña chica, esposa de un hombre al que ve cada tanto, cuando el marido regresa de Johannesburgo, donde trabaja como minero. Yesterday vive en una lejana aldea sudafricana. Casa humilde, sol, polvo, una bomba de agua lejos, la naturaleza y el viento. Una tos que no cede y una consulta, para enterarse que es HIV positiva. Desde ese momento, Yesterday se impone una meta: no morirse hasta que su hija empiece la escuela. Ella nunca pasó por las aulas. Su hija, la próxima generación, tendrá ese privilegio.

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Recordamos (citamos de memoria), la remake de “La mosca” hecha por David Cronenberg, una más o menos obvia metáfora sobre el SIDA, que recién se revela en los medios de comunicación. El protagonista (que muta de hombre a mosca) dice, en cierto parlamento, algo así como que el propósito de la enfermedad no es matarnos, si no convertirnos en otra cosa que odiamos. La metáfora sigue valiendo ahora. El mérito de Yesterday es no olvidarse que es una persona y que la enfermedad puede terminar con su vida, pero con lo que no debe acabar es con su dignidad. Un buen consejo que sirve, tanto para personas, como para sociedades.

Escenas: la construcción del hospital de chapa; las largas caminatas de Yesterday hacia la clínica; la despedida del marido de Yesterday, agonizando; el primer día de clase de Beauty. Frases: “¿Yesterday? Conozco un Today y dos Tomorrow, pero ninguna Yesterday”, “Me lo puso mi padre. Porque decía que las mejores cosas ocurrieron en el pasado”; “No voy a morir. Porque decidí vivir, para ver a Beauty yendo a la escuela”.

CONSEJO: esperar al video.

22.9.05

todos los chivos todos

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Dos recomendados de “Libreta Chatarra”, amigos de la casa, para recomendar y pasar la voz.

La primer gacetilla es de nuestra corresponsal tanguera, Deborah Altieri a la que podrán ver en el espectáculo de danza jazz-tango fusión, con una orquesta de tango en vivo.

La cita: todos los domingos de octubre, a las 19 horas en “Al Swing del 2 x 4”, en el Actors Studio Complex, Av. Corrientes 3565/71.

Dirección: Sole Pertino.

Entrada $8. Venta anticipada al (15) 5471 – 7535, info@jazzencia.com.ar (www.jazzencia.com.ar).


Presentan Jazzencia (jazz & tango) y Un vagón de tango.


Y si se quedaron con más ganas de tango:

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QUEVEDO - BARUSSO -productora-

presenta:

TANGO CRASH - LOCIÓN MIGRÉ

en

CENTRO CULTURAL BORGES

30/09/05 - 20.30 hs.


Luego de editar "Otra Sanata" su segundo disco en Europa y recientemente en Argentina, TANGO CRASH, ensamble liderado por Daniel Almada y Martín Iannacone, nos ofrece una propuesta de música contemporánea en la cuál las cadencias del tango se integran con la rítmica de la música electrónica, y la improvisación del jazz.

Ganadores del premio RUTH Newcomer (revelación) otorgado por Der Deutsche Musikpreis, la revista Rolling Stone (Alemania) número de Agosto 2005 calificó al disco "Otra Sonata" con 4 estrellas y 1/2. (para más info: tangocrash.com)

Como artista invitado el cantante de Tango Crash "Lopecito", nos presenta a su propio grupo: LOCION MIGRE, con una propuesta que no acepta ser encasillada en géneros tradicionales y que él define como "tango bizarro y glamour porteño".

Los esperamos

Leandro Barusso

Fernanda Quevedo


Entradas numeradas de $12 a $25 en:

CENTRO CULTURAL BORGES - Viamonte esq. San Martín –

Tel: 5555-5359

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o por Entrada Plus

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Con tu entrada, descuento de 10% en Las Brasitas Parrilla Rápida de Galerías Pacífico.


Mencionando a “Libreta Chatarra” le van a contestar, “¿Quién?”.

Pasen la voz y difundan.

21.9.05

celosos

Generalmente las mujeres son menos celosas que los hombres. Y si son inteligentes, aún cuando sean celosas, se cuidan muy bien de descubrir tal sentimiento, porque saben que la exposición de semejante debilidad las entrega atadas de pies y manos al fulano que les sorbió el seso. De cualquier manera; el sentimiento de los celos es digno de estudio, no por los disgustos que provoca, sino por lo que revela en cuanto a psicología individual.
Puede establecerse esta regla:

Cuanto menos mujeres ha tratado un individuo, más celoso es.

La novedad del sentimiento amoroso conturba, casi asusta, y trastorna la vida de un individuo poco acostumbrado a tales descargas y cargas de emoción. La mujer llega a constituir para este sujeto un fenómeno divino, exclusivo. Se imagina que la suma de felicidad que ella suscita en él, puede proporcionársela a otro hombre; y entonces Fulano se toma la cabeza, espantado al pensar que toda "su" felicidad, está depositada en esa mujer, igual que en un banco. Ahora bien, en tiempos de crisis, ustedes saben perfectamente que los señores y señoras que tienen depósitos en instituciones bancarias, se precipitan a retirar sus depósitos, poseídos de la locura del pánico. Algo igual ocurre en el celoso. Con la diferencia que él piensa que si su "banco" quiebra, no podrá depositar su felicidad ya en ninguna parte. Siempre ocurre esta catástrofe mental con los pequeños financieros sin cancha y los pequeños enamorados sin experiencia.

ROBERTO ARLT
Aguafuertes porteñas

20.9.05

de la crónica diaria

Comienzo de una nota sobre el recital de Avril Lavigne, en “La Nación” de hoy:

“El tiene 14 y una mochila de Callejeros. Ella, 16 y un look "Avril Lavigne" sin demasiada producción, casi casual, muy natural. Entran, se despiden de sus tíos "percherones", se toman de la mano y ahí van, lo más cerca del escenario posible, superando la marea de padres e hijos apiñados, hasta llegar a apenas diez metros de su última estrella pop”.
(la nación, 20.09.05)

Con respeto a los equinos, ¿no serán tíos “chaperones”? Hmmm...

19.9.05

el cine y su música

(c) Jorge Luis Viera

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War of the Worlds
John Williams
Decca / Universal B0004568-02


War of the Worlds (La Guerra de los Mundos) es el título de otra de las famosas novelas del prolífico Herbert George Wells (autor también de grandes clásicos como The Island of Dr.Moreau, 1895; The Time Machine, 1895; The Invisible Man, 1897; y The First Men in the Moon; 1900) publicada hace poco más de un siglo. Luego de convertirse en un éxito literario ya en 1938 esta ficción originó un escándalo en parte de la población norteamericana cuando esta creyó real la versión para radioteatro realizada por Orson Welles con su companía Mercury - y musicalizada en vivo por Bernard Herrmann - generando el terror popular ante una posible invasión alienígena.

En 1953, la novela tuvo su primera versión cinematográfica dirigida por Byron Haskin y producida por George Pal . Los herederos de Wells quedaron tan conformes con esta versión que autorizaron a Pal para que adapte a la pantalla La Máquina del Tiempo, con los resultados por todos conocidos. Ya en la actualidad, el megadirector Steven Spielberg ofrece una aggiornada versión de la historia de Wells sobre una invasión extraterrestre, en donde a diferencia de sus otros films en los que nos encontrábamos con alienígenas de buen corazón (como Close Encounters of the Third Kind ó E.T.) el retrato que se hace de ellos es diametralmente opuesto.

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En la versión spielbergriana de la historia Tom Cruise es Ray Ferrier, trabajador portuario, divorciado y padre irresponsable. Ferrier recibe en su casa a sus hijos Robbie y Rachel para una de sus contadas visitas, cuando estalla inesperadamente una tormenta eléctrica. Momentos después, imprevistamente, emergen desde el suelo unas enormes máquinas que arrasan todo lo que encuentran a su paso. La invasión ha comenzado. Ray y sus hijos se lanzan entonces a una carrera que los llevará por una Norteamérica devastada, atrapados entre la marea humana de sobrevivientes que huyen de la ofensiva extraterrestre para evitar ser exterminados.

Ya en sus últimos films, Spielberg mostró una tendencia hacia aquellos relatos en los que sus héroes hacen frente a las reglas socialmente impuestas convirtiéndose por ello en marginales. Haciendo un rápido racconto, desde A.I, hasta Catch me If you Can, pasando por Minority Report y The Terminal, estas películas nos están mostrando un director interesado en los conflictos entre la sociedad y el individuo. Sin embargo, en War of the Worlds, esta búsqueda conceptual se pierde desviándose hacia la habitual parafernalia de efectos especiales (tan común en el cine comercial) y a una apología del patriotismo y la familia, mostrando el costado más conservador y políticamente correcto del cineasta.

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Entretanto Steven hacía lo suyo, el gran compositor John Williams, alter ego musical del director, evidencia una vez más su ya histórica capacidad para adecuarse a cualquier tipo de relato. La aniquilación extraterrestre; fría, sistemática y brutal genera obviamente un score que la refleja. Llevado por esta premisa, Williams no construye su partitura con algún tema reconocible que genere empatía con el espectador. Al revés de Close Encounters of the Third Kind -donde sí encontrábamos varios motivos- aquí la pretensión (y el logro subsiguiente) es representar la desesperación y el caos. Es la música de Williams la que sugiere permanentemente que nada hay por delante para Ferrier y sus hijos, excepto intentar escapar para con suerte, sobrevivir.

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También tenemos que considerar que en War of the Worlds, los alienígenas son -tanto para nosotros (espectadores) como para los protagonistas- completamente desconocidos, en consecuencia, la música no va a resaltar característica alguna sobre ellos excepto lo obvio; vienen a destruirnos. Así las cosas, tampoco ellos tienen un motivo musical reconocible, evitando con este viejo pero efectivo recurso, humanizarlos.

La carencia, entonces, de temas centrales identificables consiguen ésa sensación que tan bien apoya a la imagen -no hay de dónde sustentarnos-. Williams, que supo conducir tan bien nuestras emociones en las sagas de Star Wars o Indiana Jones (por mencionar sólo algunas), también nos deja solos. Su música si bien es muy elaborada y semejante en tono y textura a Minority Report, se vuelve por momentos violenta y densa generando(nos) todavía mayor angustia. Todo esto sin llegar a las cumbres marcadas en este sentido por el maestro Jerry Goldsmith en, por citar sólo una de ellas, el excelente score de Total Recall (1990).

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En cuanto a las orquestaciones, encontramos un gran predominio de cuerdas, bronces y percusión, a los cuales se le adosan unos siniestros motivos de los bronces que rememoran a las películas clase B de la década del 50', emparentándose de esta forma con la música compuesta por Leith Stevens para la versión original.

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Este álbum, predominantemente dark, es básicamente un serio combate entre dos tipos musicales distintos y contradictorios: la música de los extraterrestres frente a la de los humanos. La primera, esencialmente violenta y poderosa, no describe acciones ni comenta lo que vemos. En directa contraposición con ella, la música para los humanos es más melódica y frágil, pero sin llegar a solidarizarse con ellos. Se nos hace obvio que en el CD, al igual que en el film, el poder está en manos de nuestros invasores.

Para finalizar, recomendamos especialmente el último tema del disco, Epilogue, una verdadera joya que justifica la compra aunque lamentablemente sólo dure 3 minutos.

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Desesperanzado y opresivo, pero apoyando musicalmente - como siempre - a la otra parte de su binomio, John Williams se muestra eficaz en este arte u oficio (como ustedes prefieran) y si bien no nos muestra novedades continua siendo, desde ahora y para siempre, un clásico que vale la pena revisar una y otra vez.

Esta nota puede ser consultada en: http://elcineysumusica.blogspot.com

16.9.05

cancioncilla

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Porque de llorar
et de sospirar
ya non cesaré.
Luna


No quería amarte,
ramo de azahar;
no debía amarte:
te tengo que amar.

Tan manso vivía...,
rosa de rosal,
tan quieto vivía:
me has herido mal.
¿No éramos amigos?
Vara de alelí,
si éramos amigos,
¿por qué herirme así?

Cuidé no te amara,
paloma torcaz.
¿Quién que no te amara?
Ya no puedo más.

Tanto sufrimiento,
zorzal de jardín,
duro sufrimiento
me ha doblado al fin.

Suspiros, sollozos,
pájaro del mar;
sollozos, suspiros
me quieren matar.

ENRIQUE BANCHS
El cascabel del halcón

15.9.05

hippies, treinta años después

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LA BALADA DE JACK Y ROSE

Anote: utopía de la isla. Remarque (con doble raya y color rojo): no funciona. Acepta al mundo como tal o lo combate. No hay desvíos intermedios. De a ratos (sólo de ratos) se puede escapar. Arme su isla, haga de cuenta que nada pasa, que podrá llevar adelante su sueño. Pero, créame, es una actitud masturbatoria. O se queda solo. O peor: incurrirá en incesto.

“La balada de Jack y Rose”, la película de Rebecca Miller, (a) la hija célebre, tiene más de una idea interesante. A veces cansa un poco con esos truquitos de cine independiente norteamericano (planos con saltos en la continuidad; personajes con cara de aburridos; alguna conducta poco coherente de los personajes). Pero no deja de ser una buena película, con algunos momentos más que interesantes. No es de amplia recomendación, claro, pero vale la pena tenerla en cuenta. Y más aún, si quiere disfrutar de ese muy buen actor que es Daniel Day-Lewis (esposo de Rebecca Miller), secundado por el rostro profundo de la bella Camilla Belle (y no es un juego de palabras).

Jack es el último sobreviviente de un experimento hippie, el de la vida en comunidad. En una isla sobre la costa este americana, quedó una serie de estructuras a medio realizar, sótanos, casas, ambientes derruidos, todo para sus únicos dos habitantes: Jack y su hija adolescente, Rose. Jack tiene problemas cardíacos y sabe que tiene los días contados. Pero queda Rose, criada en forma tan aislada del resto de la humanidad, que su inocencia llega al punto de doler. Jack introduce a otros jugadores en el juego: Kathleen y sus dos hijos. Rose lo tomará como una traición. El paraíso tiene una serpiente (no sólo simbólicamente, aunque claro, el símbolo apesta) y lo que es peor, tiene los días tan contados como Jack (los mismos días, para ser más claros).

Al guión de “La balada de Jack y Rose” le sobran escenas, posiblemente. Pero vale examinar, atentamente, la muy buena puesta en escena, la responsabilidad dada al puñado de actores, en especial la pareja protagónica, que por momentos se impone a las debilidades o lugares comunes de la trama. Una mención aparte a las dos escenas en la que aparece Beau Bridges, sencillamente, brillante. Sus dos diálogos con Jack, son antológicos.

La película empieza con Rose entre flores y termina con Rose entre flores, también. Una sucede en un campo silvestre; otra en un vivero. “Así es el mundo” dice Jack en un momento del filme “Todo se vende”. Esas imágenes marcan la evolución histórica, del sueño comunitario de los ’60, cuando parecía que la civilización occidental podía tomar un camino distinto al que finalmente tomó, y de esta realidad de principio de milenio. De las flores libres, a las flores comercializadas. Dos imágenes; dos ideas, desperdigadas en el filme.

Escenas: los mencionados diálogos entre Jack y Marty; la escena del beso de Rose; la escena de la serpiente. Frases: “Sólo fue un experimento”; “Le arruiné la vida por snobismo. Sé que al principio había algo. Pero ahora ya no me acuerdo qué”; “Me hice ciudadano norteamericano en 1972. Me gustaba este país. O por lo menos en lo que prometía convertirse”.

CONSEJO: para cinéfilos y amantes del cine arte. Puede esperarse al video. El resto, seguir de largo que se van a embolar.

14.9.05

clases de pianistas

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“Yo dije siempre que había tres clases de pianistas. Los que no tocan nada, que son los que más escucha el público. Los que tocan mal y siguen tocando mal durante toda su vida, sin ninguna variante. Y los que como yo, tratan de tocar mejor cada día sin conseguirlo, hasta un segundo antes de morirse”.
ENRIQUE “MONO” VILLEGAS

13.9.05

nicolino

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"Total esta noche, minga de yirar,
si hoy pelea Locche en el Luna Park".

“Un sábado más” (CHICO NOVARRO)


Nicolino Locche, que ha fallecido, pero no ha muerto porque los campeones no mueren jamás, deja una historia intuitiva que los aficionados, que tanto lo han admirado, quizá no lo vinculasen al famoso juego de los visteadores que durante tantos años era un juego para los hombres de campo. Sacaban una alpargata ambos y trataban de alcanzar al rival pegándole en la cara o en la cabeza. Pues bien, Locche llevó al ring aquella costumbre tan expandida en todas las provincias y particularmente por los pagos de Buenos Aires.
ULISES BARRERA


"Al hablar bien de los demás, hablamos bien de nosotros mismos, y Locche nunca declaró nada malo de nadie".
ADRIÁN DOTTORI
"La leyenda del intocable"


Venía de un tiempo de box en los barrios como el del hangar del aeropuerto de El Plumerillo, en Mendoza, cuando tenía nueve años y pesaba 37 kilos. La única iluminación del cuadrilátero eran cuatro faroles apoyados en las esquinas del ring. A poco de empezar la pelea se dio cuenta de que le era fácil esquivar las andanadas de su rival y que, además, le divertía más que tirar trompadas. Y así, para divertirse, empezó a esquivar las piñas, una aquí, otra allá y llevó a su rival hasta un rincón del cuadrilátero. Hizo un amague y la trompada del otro se perdió en el aire y chocó contra una de las luces. Siguió la pelea hasta el otro rincón. Y otra vez, otro amague, otra trompada fallida que da contra la luz y que dejó al hangar en la penumbra. La pelea se suspendió por falta de luz.
LUIS BRUSCHTEIN


Tengo presente a Eddy Perkins, quien demostró poseer una capacitación similar a la de Nicolino, sobre la técnica de este oficio tan difícil y a veces tan cruento. Al empezar la pelea, Perkins dio dos pasos atrás y lo miró sonriente, como si le dijera: ¿Ajá, a esto querés jugar?, pues yo también. Este negrito vivaz, con técnica depurada, no se dejó pegar. Igual que Nicolino. Cómo habrá sido aquella noche que el público estaba muy inquieto y lo demostraba. Al bajar del ring, el mendocino pasó al lado mío y con una risa apenas contenida me apuntó: "Esta noche puede decir por el micrófono que peleamos dos ladrones. Cada uno se llevó parte de la torta y listo".
ULISES BARRERA

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Y ese día, el 12 de diciembre de 1968, cuando le estaban dando el masaje en el vestuario del monumental estadio Kuramae Sumo, de Tokio, el día de su gran pelea, con el gran campeón, en el gran estadio, Nicolino se quedó dormido cuando le estaban dando el masaje. El entrenador lo despertó para la pelea y Nicolino se fue tranquilo.
LUIS BRUSCHTEIN


"Nicolino fue el hijo pródigo que llenó el gimnasio de anécdotas como las travesuras, picardías, fugas y tardanzas del genial intocable"
FRANCISCO “PACO” BERMÚDEZ


Y así Nicolino, el Intocable, hizo un montón de plata. Y como la hizo, la perdió en negocios imposibles, jugueterías, estaciones de servicio y campos. Perdió todo, hasta los pulmones, por el cigarrillo, y a su esposa, cuando se fue de farra con un amigo y regresó un mes después. Nicolino se atajaba la vida como podía, pero no tenía la misma suerte que en el box. Ni tanto, porque resultó que el cinturón de campeón que había ganado en 1968 era una imitación. Y recién hace quince días le habían dado el cinturón original. Una afección cardíaca y respiratoria fue la piña que lo volteó ayer cuando apenas había cumplido 66 años, el viernes pasado, y cuando ninguna otra piña había podido alcanzarlo hasta antes de ayer.
LUIS BRUSCHTEIN

"Cuando boxea Locche me parece ver una magistral clase de danza. El Luna Park sin él es como Pichuco sin bandoneón"
HORACIO GARCÍA BLANCO

"Muchos piensan que Gatica fue quien más espectadores metió en el Luna Park, pero se equivocan: fue Locche. En la época del Mono faltaban instalar las butacas de la Recova de Madero"
JUAN CARLOS “TITO” LECTOURE

"Recién hablé con Lectoure y quedamos en encontrarnos mañana en el Luna Park." La frase me conmovió; caló hondo en mi corazón. Un rato después, el Intocable sonrió y murió, casi en los brazos de María Rosa Gelleni, la mujer que lo acompañó en los últimos años, que ayer contó con precisión la anunciada despedida; el último instante de la vida del campeón.
CARLOS LOSAURO

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FUENTES:

“Recordó al amigo Lectoure y murió” de Carlos Losauro
(la nación, 09.09.05)

“1939-2005 Nicolino Locche: un radar humano” de Ulises Barrera
(la nación, 09.09.05)

“Dijeron del Intocable”
(la nación, 09.09.05)

“Murió Nicolino Locche, El Intocable” de Luis Bruschtein
(página 12, 08.09.05)

12.9.05

sin ayuda para recordar

MÁS ALLÁ DE LA MUERTE

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Posiblemente sea una película menor, si se compara el resultado final con el potencial de la historia. En algún momento, el guión de Omar Naim (director del filme) se pierde en una voltereta cuasi-policial, que no agrega mucho a la trama. Seguramente, los personajes secundarios no están debidamente aprovechados (el papel de Mira Sorvino, es un claro ejemplo). Se añora una estética marcada, como la que hubiera tenido en manos de un Steven Spielberg. Pero, aún con esos baches, esas deficiencias que la alejan de la obra maestra, “Más allá de la muerte” es mucho más que lo que sugieren las críticas lapidarias. Cierra una buena película (por momentos muy buena) con un puñado de ideas sugerentes que vale la pena sopesar y especular.

Esbocemos el argumento de la película. En un futuro cercano, una empresa pone en venta un chip que, insertado en el momento previo al nacimiento, le permite a una persona grabar toda su vida. Al morir, el chip se retira y se entrega a un especialista, un editor, que prepara un video para proyectar en la Remembranza, un momento del funeral, donde se comparte la vida del fallecido, con sus amigos y familiares, condensando una vida en un par de horas. Uno de esos editores, el mejor, es Alan Hakman. Él guarda un secreto de su infancia, un secreto oculto que lo ha inhabilitado en su vida. Ahora, desde la sala de edición, borra los pecados de los otros, absolución post-mortem dada discrecionalmente. Pero este caso es especial: Hakman descubre, en la memoria grabada de su próximo cliente, una cara, una cara de su pasado. Y la necesidad de buscarla, modificará su vida completamente.

“Más allá de la muerte” juega con una idea que se está convirtiendo en un tema reiterado en el cine de estos tiempos, camino iniciado posiblemente por “Memento”: la relación entre la memoria y el ser.¿Qué define nuestra identidad y nuestra moral? ¿Somos algo diferente al puñado de nuestros recuerdos? Si estos alteran, ¿hasta que punto podemos decir que nuestra esencia no ha cambiado también?

Otra idea: la no neutralidad del que mira. La conciencia del acto visual, altera la conducta del mirado. ¿Se hubieran comportado de otro modo los receptores del chip de “Más allá de la muerte” de saber que nadie registra sus actos? Vale repetir una idea con la que especulamos en la crítica de “El hombres sin sombra”: ¿alguien puede ser realmente bueno, si nadie lo ve? ¿No tenemos una moral porque nuestros actos son juzgados y valuados por nuestros semejantes? ¿Acaso no somos buenos porque creemos en alguien que "todo lo ve"?

Hay otra idea de corte más político y más actual: la necesidad de una memoria sin intermediarios. “Sin ayuda para recordar” dice la pancarta de un activista anti-chip, en la película. Una persona es el balance de todos sus actos, sus grandes momentos y sus actos cotidianos, sus miserias y sus grandezas, su talento y su mediocridad. Juzgamos, sopesamos, medimos, de un modo arbitrario y personal, esa pluralidad de momentos, para formarnos un juicio sobre esa persona. Pero, ¿qué pasa si hay un sesgo en la selección de esos momentos? ¿Qué pasa si una mano redentora borrara las imperfecciones, apilara, en una sucesión agobiadora, las virtudes y retaceara las zonas oscuras, escamoteándolas de nuestra vista? ¿Qué validez tendría nuestro juicio? ¿Esa manipulación no anularía completamente todo el proceso? El juego del homo videns, aquel que forma su opinión por imágenes que otro manipula.

Esto arrastra otra clave: quien manipula al otro, lo anula. Lo convierte en otro, en una ficción (me remito a la última escena del filme), a un invento que nunca ha existido. Y volvemos al tema principal: ¿cuánto ha quedado de nosotros, cuando han transformado nuestros recuerdo? Para bien o para mal, somos la colección de todos esos momentos. Tirar de un hilo, por imperfecto que pareciera, conlleva el riesgo de descoser todo el tapiz (cito a Jean-Luc Piccard).

Dos ideas más: la culpa como un destilado de la memoria. Si alguien pudiera borrar esos malos recuerdos, la culpa cesaría, pero, ¿seríamos mejores personas? ¿O habríamos anulado una parte de nuestro ser? Última idea: somos el resultado de nuestros recuerdos, pero, principalmente, de cómo su percepción nos afecta en el presente. La diferencia es sutil: los hechos pudieron ser muy diferentes de lo que creemos; no es fundamental. La clave está en la percepción de esos hechos. Somos, no lo que vemos, si no el modo que lo vemos.

Como pueden ver, “Más allá de la muerte” aporta material para la discusión post café. Escenas destacadas: el diálogo entre Alan Hakman e Isabel Bannister, la niña abusada; la secuencia inicial, del niño cruzando el tablón. Frases: “No hay nada que no sepa próximamente”; “Es por algo bueno, Alan. Tu vida tendrá un significado. Lo prometo”; “El muerto no significa nada para mí, Mrs. Bannister. Yo tomo este trabajo porque respeto a los vivos”; “Mi trabajo es dejar que la gente recuerde, lo que quiere recordar, Fletcher. Cumplo con una necesidad humana. No inventé la tecnología”; “Esos momentos me pertenecen, Alan. Los buenos y los malos. Son míos y de él”; “Esa chica era un completo desastre. Bebíab, drogas, dejó la escuela… Cuando cumplió 21 y supo de su implante Zoe dio un giro de 180°. Nació de nuevo. Saber que alguien la veía, día tras día, la transformó en una persona amable, gentil, cariñosa”, “¿Qué sucedió?”; “Se suicidó. Se tiró de su balcón… 27 pisos de cabeza. El implante se vaporizó instantáneamente”.

CONSEJO: esperar al video, pero puede ser una buena segunda opción.

9.9.05

la alegría del error

En las Memorias del inglés Archibald Henry Sayce, el cual consagró toda su vida al estudio de las lenguas orientales, se lee esta frase curiosa: «Si pretendes dedicarte a los descubrimientos, debes tener presente que a menudo estarás contento de haberte equivocado».
C. W. CERAM
El misterio de los hititas

8.9.05

la frase descarada de la semana

"Todos se quieren quedar en Texas. Todos están abrumados por la hospitalidad (...) y como de todas maneras son indigentes, esto les está resultando muy bien".
BARBARA BUSH, de profesión esposa y madre, sobre los evacuados de Nueva Orleans
("La Crónica", México, 07.09.05)

7.9.05

servicio al cuarto

2046
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En un momento del filme, un personaje dice: "Al principio es aburrido. Pero después uno se acostumbra". Perfecta definición para una película rara, muy rara, pero que terminamos comprando. Ojo: para adictos al cine arte. Porque "2046", la película de Kar Wai Wong, tiene una sintaxis, estructural y visual, para cinéfilos entrenados. Por momentos es densa, morosa, como si perdiera el camino, pero remonta al final. La película termina siendo coherente con la historia que cuenta el director, la historia principal que unifica los tantos romances del protagonista.

"2046" es la continuación de "Con ánimo de amar", la anterior película de Kar Wai Wong. No es necesario conocerla, basta con saber lo que se informa al principio del filme: el señor Chow Mo Man se enamoró de una mujer casada, en Singapur, años atrás, y el romance se frustró. Ella no quiso irse con él, a Hong Kong, donde ocurre esta segunda parte. Bueno, ahora estamos viendo como sobrevivió Chow a ese gran amor frustrado. Chow se ha vuelto un Don Juan que cambia de mujeres como de camisa. Periodista, se dedica a escribir historias de ciencia - ficción, encerrado en un cuarto de un mísero hotel. El cuarto tiene el mismo número (2046) que aquel cuarto de Singapur donde vivió su historia de amor. En ese cuarto, Chow empieza a escribir una historia que sucede en el futuro, en el 2046 (el año que termina el período de gracia en el que China se comprometió no hacer cambios en Hong Kong). En esa novela, hay un tren que lleva al futuro, a ese 2046, donde van las personas a buscar sus recuerdos. El protagonista de la novela va a buscar a la mujer que amó, para saber si lo sigue amando. Nadie regresa de 2046. Pero él sí. Aunque ese viaje lleve toda una vida.

Mientras escribe esa historia, Chow conoce a una mujer tras otra (una mujer que lo ha olvidado; otra que ama a un japonés, para enojo de su padre, el dueño del hotel; la hermanita de esa otra, una adolescente casquivana; una prostituta hermosa que se enamora perdidamente; una enigmática apostadora). Cada una le aporta gestos, detalles, momentos, para pegar en esa novela, un collage que habla del autor, más que cualquier otra cosa. Y en esos trucos, omnipresente, el amor que quedó atrás, el que no se puede superar.

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En ese barullo de personajes, líneas de tiempo, personajes reales y de ficción, el espectador puede perderse. Es una película que se disfruta más, seguramente, en una segunda o tercera visión. Pero, conceptualmente, la película no transcurre en el futuro, si no en el pasado: en 1963, el año que Chow dejó a su amor. Esa habitación es el símbolo del hombre que está encerrado en un momento de su vida. No ha podido superar ese fracaso. No hay modo de superarlo, porque el verdadero amor se da (con suerte) una sola vez en la vida. Las mujeres que desfilan por su vida no pueden alcanzarlo. Ha perdido toda posibilidad de un futuro, porque ha quedado anclado en el pasado, en esa habitación 2046 donde fue feliz. Esa imposibilidad de continuar, es la poética tesis del filme, es el drama existencial del protagonista. Buscar a alguien que no existe en el futuro, porque está en el pasado, irremediablemente.

Cada historia de amor de Chow, es una referencia a esa gran historia de su pasado; cada gesto en la novela, es un gesto en la vida cotidiana, pero también en ese amor pasado. El pendular de una cadera, una carta sacada de un mazo, un número de una habitación. Los símbolos se repiten, como hitos en el camino, para aquel que está perdido en el pasado. Cree ver augurios, cuando en realidad sólo ve fantasmas.

Kar Wai Wong hace gala de esos planos increíbles (dice la leyenda que nunca estudió cine y por eso ubica la cámara como quiere; otros que una de sus actrices lloraba mejor con un ojo que con otro, por eso cortó su rostro al medio), una cámara que parece escondida, acechando detrás de los personajes. La fotografía de Christopher Doyle (el mismo de "Héroe") es otro cómplice fundamental de la cuidada estética de la película. Agenden: la banda de sonido. Auténticamente, de colección. (Una joya, la versión de "Sibouney" de Xavier Cugat). Un detalle: la película está hablada en distintos idiomas y los personajes hablan entre sí, con idiomas diferentes. Uno responde en un idioma, a la pregunta realizada en otro, como si hablaran una sola lengua. Chow habla en cantonés, Bai Ling en mandarín, Tak en japonés.

Y, como si fuera poco, Kar Wai Wong se da el lujo y hace desfilar por su película a todas las estrellas del cine chino actual. Vayan contando: imágenes de Maggie Cheung (de su anterior "Con ánimo de amar"), Gong Li ("Sorgo rojo", "Ju dou", "Adiós mi concubina"), Zhang Ziyi (la jovencita de "Héroe" y "El tigre y el dragón"), Faye Wong (cantante y actriz en "Chungking express" del mismo Wong). Un seleccionado babístico oriental, pero nos quedamos con Zhang Ziyi, que es nuestra debilidad asiática.

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Escenas: el diálogo final entre Bai Ling y Chow; el último diálogo entre Chow y Su Li Zhen; la escena de la androide que no entiende. Frases: "Tengo un secreto que contarte. ¿Vienes conmigo?”; “No regresó. Como si hubiera abordado un largo tren dirigido a un somnoliento futuro a través de una insondable noche”; “Todos iban a 2046 con la misma intención: recuperar sus memorias perdidas. Porque en 2046 nada cambia. Pero, nadie sabe si es verdad o no, porque nadie ha regresado de allí”; “Cuídate. Puede ser que un día escapes de tu pasado. Si lo haces, buscame”; “En el amor, no puedes buscar un sustituto”; “Cuando no tomas un ‘no’ como respuesta, hay aún una chance de tener lo que quieres”; “Encontré un androide que lucía como ella. Deseaba que ella pudiera darme una respuesta”; “Cuando las peonías florecen, ella se pone de pie. ¿Eso significa un ‘sí’ o un ‘no’?”; “El amor es una cosa de coordinación”; “Las lágrimas son las heridas del alma”.

CONSEJO: imperdible para público entrenado. El resto, esperar al video, sin apuro.

6.9.05

identidad histórica

Porque de esto se trata: la historia de un país es su identidad, es todo lo que nos pasó como sociedad desde que nacimos hasta el presente, y allí están registrados nuestros triunfos y derrotas, nuestras alegrías y tristezas, nuestras glorias y nuestras miserias. Como en un gran álbum familiar, allí nos enorgullecemos y nos avergonzamos de nuestro pasado, pero nunca dejamos de tener en claro que se trata de nosotros.

La supresión de identidad fue quizás una de las prácticas más crueles de la dictadura militar; el desaparecido deja de existir como un ser nominado, era un NN con un número asignado por sus captores. A sus hijos se les daba un nuevo nombre y un nuevo destino, en muchos casos antagónico al que soñaban sus padres. La misma operación se ha hecho durante décadas con nuestra historia patria. Se ha intentado suprimir la identidad nacional.

FELIPE PIGNA
Los mitos de la historia argentina

5.9.05

duro de liberar

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BAJO AMENAZA

"Bajo amenaza" es un típico filme pochoclero, uno de esos productos marca registrada Bruce Willis en el orillo. El clásico héroe americano que, a punta de pistola, salva a los inocentes y castiga a los malos. No vamos a descubrir la pólvora en este guión de Doug Richardson sobre la novela de Robert Crais. Es más, está lejos de algunas cimas del género (como "Duro de matar"). Alcanza para redondear un buen filme, más que mirable y con buenos momentos. Pero no es una obra maestra. Sin embargo, tiene algunos pequeños hallazgos que vale la pena señalar, algunas notas al margen que enaltecen una historia sin sorpresas.

Jeff Talley es un negociador de la policía, especialista en convencer a los delincuentes que toman rehenes. El último trabajo de Talley sale mal: mueren una mujer y un niño, tomados como rehenes. Talley larga todo y acepta un tranquilo trabajo como comisario en un pueblo remoto y pachorriento. Como es de esperar, rara vez el destino nos deja en paz: tres jóvenes descontrolados tomarán como rehenes a un padre y sus dos hijos (una adolescente y un niño menor) y allí tiene que ir Talley, a sobreponerse de sus traumas. Como si fuera poco, todo se complicará en el medio y deberá luchar por su familia, tomada también como rehén por otros poderosos, más impunes que los tres loquitos que tomaron la casa del señor Smith.

"Bajo amenaza" presenta algunos puntos interesantes, para despegar el relato del cliché. Anotemos: los grandes planos generales. Florent Emilio Siri, el director de este filme, hace un notable despliegue de cámaras, incorporando al paisaje como otro elemento de guión, para sumarle contexto a la historia. Otro punto: el nivel de angustia que tiene el relato. Toda la película está inmersa en una sensación asfixiante de pánico, de un puño apretado en la boca del estómago, un pozo depresivo que cuesta remontar. Esa presión (la presión del protagonista) está muy bien desarrollada, logra crear el clima ominoso de gran parte del filme (que tampoco es una sucesión ininterrumpida de corridas, tiros, disparos, golpes, etc., etc., si no que se genera mucha acción desde el propio diálogo). El pico es la última escena, en la que el héroe llora desconsolado abrazado a su familia. Allí está la explosión emotiva que el protagonista ha guardado desde la primera escena y que está agazapada, en la máscara marcada en el rostro de Bruce Willis. Otro punto a destacar: la secuencia de los títulos iniciales; agréguese la música, otro elemento que colabora con la angustia latente de la película.

Chimento: la hija de Talley, es la propia hija de Bruce Willis y Demi Moore, Rumer Willis, que ya ha trabajado en algunas películas con papi (y también con mami, como en "Striptease"). Pero las palmas se la llevan Ben Foster como el psicótico Mars y Michelle Horn (Jennifer, la hija de Smith).

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Escenas: el cruce de miradas y posterior fueguito, en la última escena entre Mars y Jennifer; la secuencia inicial de toma de rehenes; la secuencia final entre Jeff, Smith y los malos. Frases: "Tú eres mi chica, ¿okey? Y mi chica viene conmigo"; "¿Cuál es el mejor día de tu vida? ¿Puedes recordarlo? Para mí, es hoy"; "¿Por qué el chico sólo lo ve? ¿Qué está haciendo?", "Él no lo ve. Lo está mirando. Lo está mirando morir... Oh, Dios... dimos con el chico equivocado"; "Maldita gente rica"; "¿Sabes lo que hacen los policía cuando se retiran? Juegan golf. Yo no quiero jugar golf. Odio el golf".

CONSEJO: esperar al video. Puede ser para una salida light, pochoclera.

2.9.05

plasticazo

En 1949, Frank McNamara, un importante ejecutivo de Nueva York, pasó la vergüenza de su vida al no encontrar dinero en su billetera para pagar la cuenta en un restaurante. Se propuso que nadie tuviera que pasar en el futuro por una situación tan embarazosa. Así, el 28 de febrero de 1950 creó la primera tarjeta: Diners Club. Entre amigos y conocidos, la ofreció a 200 personas. Catorce restaurantes neoyorquinos la aceptaron. El negocio comenzó a rodar en el piso 24 del Empire State, y después se amplió rápidamente hasta el piso 77. A fines de 1950 había 20.000 tarjetas emitidas. Eran de cartón.

(la nación, 30.08.05)

pastiche coreano

LA ESPOSA DEL BUEN ABOGADO
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Dos escenas. Eso es todo el filme. La escena en la que el cartero arroja a un chico del techo de un edificio en construcción y la escena final, en la que la esposa del buen abogado desvirga al joven vecino, culminando el orgasmo en un llanto que ha venido retrasando por bastante tiempo. Con dos escenas no se salvan una película, por más buenas que sean. En el medio, una maraña de de golpes de efectos, un poco de porno soft, otro de melodrama, otro de morbo, otro poco de comedia, otro de no se entiende muy bien qué. Todas esas cosas son “La esposa del buen abogado”, película del coreano Sang-soo Im, que habrán visto más que alabada por la crítica local.

Hay un amago de argumento: un abogado adicto al trabajo, casado con una ex bailarina, tiene una amante, él conduce un caso de parientes de personas sepultadas en fosas colectivas durante la guerra de Corea, el padre se está muriendo de un cáncer de pulmón, pero sigue fumando, la madre ya tiene un hombre que lo reemplace (porque el viejo parecía que era bastante cabrón), hay un vecinito onanista que sigue a la esposa del abogado, ésta le da calce, el padre del pibe no quiere que debute con una veterana de varias guerras (un auténtico perro del hortelano, porque la coreanita está buenísima, que es una tal So-ri Moon si logramos identificar correctamente a la actriz en el listado de la película), ambos (el abogado y su esposa) tienen un nene adoptado que no quería saber que era adoptado.

Bueno, eso es, más o menos la trama. Se imaginan el resto.

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CONSEJO: dejar pasar.

1.9.05

igual que ayer

Además, nuestro país, por sus características, facilita la posibilidad de hacer esa conexión, al punto de que se haya vuelto un lugar común decir que “la historia se repite”. Permítaseme un ejemplo. En una escuela carenciada de Rafael Castillo, partido de la Matanza, de las llamadas “de alto riesgo” por el propio Ministerio de Educación provincial, estábamos dando una charla a chiquitos de primer a tercer grados. Hablábamos de cómo era la vida en la colonia, y decíamos que las calles se inundaban porque eran de tierra, que no había agua corriente, que pasaba el aguatero, que no había luz eléctrica, que había muy pocos médicos, que la mortalidad infantil era muy alta… y un chiquito dijo claramente: “Como ahora”.

FELIPE PIGNA
Los mitos de la historia argentina