8.10.09

el cine como realidad alterna

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BASTARDOS SIN GLORIA
data: http://www.imdb.com/title/tt0361748/
No faltará la confusión de los que interpreten “Bastardos sin gloria” como una audaz tergiversación de la Segunda Guerra Mundial. “Polémico” suscribirán los críticos en piloto automático y dirán: “Pero a Hitler no lo mataron en un teatro y la Guerra terminó cuatro años después”.

Bueno, “Bastardos sin gloria” no se trata de eso. “Bastardos…” es una gran reflexión sobre el cine y, sobre todo, del cine como vehículo de propaganda. La violencia de “Bastardos…” excede el holocausto: judíos norteamericanos arrancando cabelleras nazis; resistencia francesa quemando vivos a jerarcas alemanes; aliados masacrando a un soldadito alemán, previa promesa de inmunidad. La violencia es igual de un lado al otro del mostrador. La ferocidad del ser humano no se distingue por el uniforme; los héroes no se diferencian de los canallas. Es más: los héroes son los canallas que han ganado; la victoria es lo único que valida su instinto depredador.

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Que Hitler y sus secuaces mueran en el film, no es un objetivo burlesco de Quentin Tarantino, no es un capricho de “hago lo que quiero y ¡mirá!”. Por esa demostración por el absurdo, Tarantino entroniza al cine como una realidad paralela, como un cuento de hadas que es creído, y por lo tanto validado, por los espectadores. La fábula de Hollywood como reemplazo de la realidad; la otra historia contada para ser creída, trocando los hechos verdaderamente sucedidos.

En el medio, se deslizan algunas referencias de ganadores y vencidos, en distintas épocas: judíos y nazis; blancos y negros; caras pálidas y apaches; franceses y alemanes; americanos y europeos. El juego se repite, cambiando las categorías: lo único que no cambia es la capacidad del ser humano para maltratar al prójimo.

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El homenaje al spaghetti western, como el modelo en que se apoya “Bastardos…”, está presente desde la primera escena, con el plano del granjero que ve llegar al Coronel Landa (brillante actuación de Christoph Waltz) a lo lejos. (Cabe señalar: el western es otro género de los triunfadores). La primera escena (un largo diálogo de más de veinte minutos) es otra muestra de la mano maestra de Tarantino para escribir los diálogos. Si esa parrafada se sostiene es porque hay tensión dramática desde el principio. Hay un juego del gato y el ratón, tensando y aflojando la cuerda, en cada frase, cada giro de la conversación de los personajes. Sería muy apropiado que se pudiera retroceder la película, luego de esa escena inicial, para poder disfrutar otra vez del diálogo y entender como ha ido aportando Tarantino, en cada recodo del camino, elementos que irá utilizando unas líneas más adelante (el cambio del idioma; el símil del halcón y el ratón).

“Bastardos…” es una sucesión de diálogos magistrales. Más que tiros y desplazamientos, “Bastardos…” es una película de diálogos, de enfrentamientos de los personajes por las palabras. En todos, sin excepción, está el precepto tarantinesco de no dejar caer la tensión dramática. Siempre hay dos necesidades dramáticas en juego. Por eso no cae la emoción ni la atención del espectador.

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En cada película, Tarantino rescata una figura. Elogiamos a Christoph Waltz, en su rol de villano; agreguen a Mélanie Laurent como Shosanna, la rubia gala que derrite la pantalla con sus ojos verdes melancólicos. Entre las grandes escenas, la inicial (ya comentada); el tiroteo en la sala de proyección; el diálogo en el puente entre Brad Pitt y el soldado alemán; el juego de las cartas con Diane
Kruger.

Obra maestra, para agregar a lo mejor de su filmografía. Volvió Tarantino y eso es algo para festejar.

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