15.2.11
un mono y medio
TRES MONOS
data: http://www.imdb.com/title/tt1233381/
Más que criticar a “Tres monos”, vamos a especular sobre la película que pudo ser. La película turca del director y co-guionista Nuri Bilge Ceylan empieza con una idea interesante que desarrolla hasta la mitad; luego, prefiere seguir un camino más de melodrama, recargando el tono trágico y perdiéndose de contar “otra” historia. Bueno, ésa es la otra historia que queremos desarrollar en este post.
La historia comienza con el accidente automovilístico que sufre Servet, un político en época electoral, que atropella a una persona en la ruta. Para evitar el escándalo, negocia que su chofer acepte la culpa y vaya un año de su vida a prisión, a cambio de una buena compensación económica.
A partir de ese punto inicial, se da un interesante desarrollo posterior, moroso y lento, pero que le sienta bien a la historia. Aludiendo al símbolo de la sabiduría en el confucianismo (los clásicos tres monos que no ven el mal, no lo hablan, no lo oyen), los personajes de “Tres monos” se guían por este precepto, pero no para no difundir el mal, sino por cobardía. Si no preguntan, si hacen que no ven, si se esmeran en no escuchar, todo seguirá igual y lograrán su camino.
La primera ficha del dominó lo tira Eyüp, el chofer, que acepta la propuesta sin consultar a su familia. La compensación económica le servirá a su hijo para sus estudios de medicina. Pero el hijo no aprueba el examen de ingreso y no dice nada a su padre. Luego, descarrila su vida. La madre sospecha que el pibe se está yendo a la banquina, pero no dice nada. Él sugiere un negocio (flete escolar) pero necesita dinero, con lo que sutilmente, empuja a su madre a pedirlo al político con el que negoció su padre. Ella se da cuenta que el político le pedirá algo más por ese dinero. Pero no le dice al hijo cuál es el precio. Y cuando el hijo descubre cuál es el pago, vacila entre matar al político o irse sin que lo vean. Elige irse, porque el dinero resuelve muchos de sus problemas, pese a que su madre caiga en la deshonra.
Lo original de la primera media hora de “Tres monos” es que los personajes actúan, respondiendo a lo que los otros hacen, pero evitando “informarse” sobre el tema. La prudencia está pareada con la cobardía y prefieren la degradación de sus conciencias, pero sin pagar el precio de tal reconocimiento.
Por eso decimos que el tono monocorde, sugerido, en medias palabras, le viene bien a este inicio de “Tres monos”. Porque la acción está en lo que no se dice, en lo que los personajes ven y no quieren admitir, en la tensión dramática y emocional que hay bajo una superficie que se esfuerzan en que parezca tranquila.
Divergimos en que Nuri Bilge Ceylan prefiere seguir por el camino del melodrama y el final tiene mucha menos sutileza que ese primer segmento. La historia se retuerce en giros de telenovela (te quiero, no me quiere, me mato, no te mato) que no le sientan bien.
En su lugar, hubiéramos preferido que la historia siguiera en ese camino de silencios cómodos, hasta que la salida de Eyün de la cárcel le demostrara que su familia, sin su presencia, se ha perdido en el camino. Y que él vuelva a ocupar su lugar de Patriarca, pero sabiendo que reina sobre un territorio corrompido definitivamente. Todo sigue igual que al principio, pero todo ha cambiado. Y él, para seguir el juego, callará cómplice, por el mismo miedo que los ha asociado al juego de no ver, no hablar, no oír.
Pero claro, esa es otra película, la que imaginamos mientras veíamos el desenlace más convencional de “Tres monos” que, no obstante, no desciende del nivel de bueno. Un apunte al margen para los ojos de Hatice Aslan que nos encandilaron desde el primer fotograma.
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