2.5.11
con el sello de hitchcock
EL GATO DESAPARECE
data: http://www.imdb.com/title/tt1841584/
Especializado en historias mínimas, Carlos Sorín hace, con “El gato desaparece”, un ejercicio hitchcockniano. Es una historia menor, pero luce cómo Sorín combina los escasos elementos con los que cuenta para generar tensión. A caballo de la gran interpretación de Luis Luque y el look Isabelle Huppert de Beatriz Spelzini, toda la dinámica dramática de la película se reduce a una sola pregunta: ¿este tipo sigue loco o no?
La historia empieza con la externación de Luis Romero, un filósofo que, en un ataque paranoico, agredió a su ayudante acusándolo de robarle una tesis. El tipo estuvo un tiempo guardado y ahora, meticulosamente medicado, lo devuelven a su hogar donde lo espera su esposa Beatriz. Para la justicia, la medicina, la psicología, el tipo está recuperado de su brote y ya está en condiciones de reinsertarse a la vida cotidiana.
La primera escena en la que vemos la cara de Luis Luque nos damos cuenta que a ese tipo no les dejamos un hacha cerca ni por casualidad.
Y, como si fuera poco, al día siguiente que vuelve a casa, el gato de la casa (que lo arañó al llegar) desaparece. Esa “prueba” está ahí, latiendo, para que Beatriz confirme su desconfianza, lo que siente pero quiere desestimar inmersa en la sensación de culpa de haber sido, de los dos, la que quedó sana.
Los esfuerzos “racionales” por negar lo evidente, es el mayor acierto de un guión perfecto de Carlos Sorín, no novedoso, pero sí sólido. Los monólogos didácticos del psicólogo, el discurso de “no pasa nada” de la hija de Beatriz, el acercamiento del asistente agredido, se vuelven cómicos porque sus protagonistas quieren volver a la normalidad, una normalidad que se ha perdido, irremediablemente, cuando Luis cruzó la línea.
La evocación a Hitchcock no se termina en la evocación del título. Sorín juega, como el genial Hitchcock, con el suspenso generado en la forma que se proporciona la información. El 90% de las escenas del filme pueden sugerir una cosa o la opuesta. Estar ordenando una biblioteca a las tres de la mañana puede ser un síntoma de locura o de inquietud; una mirada sonriente, un tipo planchado por los remedios o un paranoide. Cada escena tiene, una mirada o la otra, hasta el final, en la que los significados se reducen a uno.
En esa sutileza, esa ironía subrayada en cada diálogo banal, “El gato desaparece” es una buena película, sin ser excepcional, claro está, pero correcta y divertida. Una más a favor en la filmografía de Sorín.
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