26.9.11

aparta de mí ese cáliz

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HABEMUS PAPAM
data: http://www.imdb.com/title/tt1456472

Un crítico en Internet, acertadamente, señaló que Nanni Moretti evitó que “Habemus Papam” se convirtiera en “El discurso del rey”. Correcto. Pero, ¿qué quiso contar? Un cardenal que sufre un ataque de pánico cuando es elegido Papa es el punto de partida. Es el primer paso. Pero hay una indefinición en lo que se quiere contar. Y la película navega entre dos historias: la del psicoanálisis de lo sucedido y la de la necesidad de una comunidad de encontrar un líder que los guíe con amor y comprensión.

Con la entrada de Nanni Moretti como el psicólogo que interroga al Cardenal Melville, elegido Papa y que sufre un ataque de pánico cuando es presentado al público, aparentemente vamos a asistir a una interesante confrontación: el hombre de ciencia no creyente, con el sencillo hombre de fe. Aquel que no cree debe ayudar al creyente a asumir una responsabilidad que, racionalmente tiene todo el derecho a delegar, pero que es irrenunciable para el verdadero hombre de fe. Ese contrapunto hubiera dado lugar a una película muy interesante. Un filme basado, fundamentalmente, en el diálogo.

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Pero esa posibilidad (el modelo “El discurso del Rey”) se diluye pronto. El psicólogo delega en su ex, el tratamiento del Papa, desdoblando el personaje sin ninguna funcionalidad. Lo único que logra es que sumemos algunos minutos de pantalla con la bella y muy buena actriz Margherita Buy. Pero su rol es absolutamente inútil para la historia.

Cuando la trama colapsa, Moretti hace un giro y lo lleva al Papa a escapar del Vaticano y transitar, como un ciudadano más, por Roma, mezclándose con su pueblo, empapándose de las necesidades de sus feligreses.

Ahí podría contarse otra historia: el pastor que vive, de primera mano, las experiencias de su grey. Esa convivencia de un día o de una noche, lo cambia para siempre.

Bueno, tampoco contó eso Moretti.

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Tal vez, el cruce del cardenal Melville con unos actores, lo haga comprender que siempre ha sido un actor, que su labor pastoral ha sido una puesta en escena y que el peso del nuevo rol que le toca protagonizar, le sea insoportable. Estaríamos en presencia de un personaje interesante: un hombre de la Iglesia que ha perdido (o que nunca tuvo) fe.

Pero el desarrollo previo del personaje del cardenal Melville no es completo. No sabemos cómo llegó, porqué fue elegido entre los otros, qué tipo de sacerdote fue. Esa riqueza en el perfil del personaje le hubiera agregado más grados de libertad a su elección. Porque la pregunta sigue en pie: ¿de qué tiene pánico el cardenal Melville? ¿No se cree capaz de ser Papa? ¿O no tiene la suficiente fe para aceptar que Dios lo ha elegido para cumplir ese rol?

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Moretti coquetea con esta línea, pero tampoco se sumerge en ella. Melville parece un tipo sincero. Y en su discurso final, le pide perdón a Dios. Sigue siendo creyente. Aunque dude de la sabiduría de las decisiones de la divinidad. (Interesante tema para una novela: creo en Dios pero dudo de la racionalidad de sus decisiones).

Mientras Michel Piccoli recorre con patetismo las calles romanas y vaticanas, Moretti sigue en la Santa Sede organizando un torneo de voley entre los cardenales que sugiere el ascenso en la jerarquía de la Iglesia de la comunidad latinoamericana. Como metáfora es pobre. Tan pobre como “Cambia todo cambia” en la voz de Mercedes Sosa para dar a entender que todo el ritual secular de la elección del Papa refleja el conservadurismo de una institución que debe cambiar como lo han hecho sus fieles.

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Hay una idea en el final que parece ser el verdadero hallazgo de Moretti, el auténtico tema fuerte del filme: la necesidad de la masa de encontrar un líder que los guíe, con amor y comprensión, en estos nuevos tiempos inciertos. Cuando se ha perdido toda referencia a la seguridad económica y social, se vuelven los ojos a las instituciones que han permanecido firmes para que nos sirvan de guía. La multitud que escucha el discurso del nuevo Papa necesita creer. No es que crea. Necesita, lo que es muy diferente. (Conjuntamente, es funcional al parloteo psicoanalítico de Moretti: completamente inútil. No nos ayuda a vivir mejor. Sólo a mostrar cuán inteligente o soberbio es quién lo pronuncia).

Algún comentario de fuentes vaticanas, reproducido por la prensa, no condena al filme de Moretti pero señalan que se nota que ha sido hecho por un hombre no creyente que desconoce la complejidad de la fe. Posiblemente, no esté tan errada la crítica católica. Moretti no se ha atrevido a pasear por ese campo desconocido por él y examinar como artista eso que llaman fe. La fe, efectivamente, es el gran ausente en el perfil psicológico de los personajes. Y, tal vez, es lo único que explique cómo un tipo que reza para que no le den la carga de dirigir la vida espiritual de millones de seres humanos, acepte humilde el encargo cuando se le ha dado. La dualidad del dispuesto al sacrificio pero que pide, por favor, que aparten ese cáliz de su lado. Moretti, como artista, no termina de embarrarse completamente en esa rica complejidad que es la creencia religiosa.

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Hasta acá señalamos las inconsistencias del guión de “Habemus Papam”. La recomendamos, sin embargo, como una de las películas más interesantes en cartel actualmente. Todas estas interpretaciones, especulaciones, correcciones y suposiciones se pudieron hacer porque hay una historia interesante. Moretti nos desafía con grandes temas y aunque creamos que no ha alcanzado la dimensión del tema propuesto, eso no nos impide disfrutar de los buenos momentos que tiene el filme. Entre ellos, claro, la actuación de Michel Piccoli, en un delicado retrato de este Papa atormentado con su carga.

Más allá de las objeciones, “Habemus Papam” es una película para ver.

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