11.9.11
¿dónde estabas el 9/11?
El 10 de septiembre de 2001, en “Super Chatarra Special”, el ciberantecesor de “Libreta Chatarra”, publicamos la emisión semanal con una nota sobre “Viaje a las estrellas”. Estábamos lejos de pensar que el mundo que conocíamos, tal como lo estábamos viviendo, se iba a desmoronar al otro día, junto a las Torres Gemelas.
Mi recuerdo personal de ese momento, estaba trabajando frente a mi computadora cuando entró una compañera de trabajo y dijo: “¿Vieron? Una avioneta se estrelló en el World Trade Center”. Nos contó entrar en Internet para ver la noticia y le echamos la culpa a la conexión del trabajo. Un rato después, se fue acercando gente de otros pisos, alguien prendió una televisión de una sala de reuniones y lo que empezamos a ver fue una megaproducción del cine catástrofe pero en la realidad.
Recuerdo haberme tomado la hora del almuerzo para caminar por la City porteña. La gente se agolpaba en las vidrieras de los restaurantes o de las casas de electrodomésticos, donde hubiera un televisor prendido. Los comentarios se sucedían, de desconocido a desconocido.
Tuve la sensación, como la tuvieron muchos, que algo se había roto en la armonía de nuestro Universo cotidiano. El lugar común de esos días era que, con ese hecho, se terminaba el siglo XX y empezaba el XXI. En un nivel más metafísico, algo había hecho click y nos sabíamos en manos del Mal (con mayúsculas), en los días por venir.
Unos meses después se desmoronó el Gobierno de De la Rúa con una crisis económica y política tan destructiva como el atentado a las Torres. Personalmente, mi vida se fue complicando, paso a paso, sincronizadamente, desde ese 11 de septiembre de 2001. Los mejores años habían pasado. Lo que venía era lo peor. Y lo peor que uno podía imaginarse, siempre quedaba superado por la realidad. Iba a perder gente, trabajos, certezas.
Y sueños. Principalmente sueños.
Sí, personalmente, aunque estuviera en la otra punta de las Torres Gemelas y ese hecho terrorista no tuviera ninguna relación directa con mi vida, hoy podría asegurar que ese fue el último día que fui verdaderamente feliz.
Fue el final de la edad de la inocencia.
Maitena en “La Nación”, 12/09/01
A la otra semana, el inevitable editorial de “Super Chatarra Special”, se preguntaba cómo respondería Estados Unidos a ese atentado terrorista. “Si el martes pasado, la humanidad entró en el siglo XXI, queda por ver desde que siglo responderá Estados Unidos al peor ataque sufrido en su historia. Si la primera reacción es ceder a la tentación del halcón y volver a la política del gran garrote, al imperialismo preventivo y a encerrarse en su interior, para protegerse de un mundo peligroso, Estados Unidos habrá recurrido a una respuesta del siglo pasado y sus enemigos habrán ganado. Si, en cambio, analiza la agresión y tiene la valentía para diseñar un nuevo mundo tras el ataque, entonces, puede ser que las miles de muertes de esta semana tengan algún sentido” escribimos en aquella oportunidad.
Veinte años después nos queda claro que Estados Unidos cayó en la tentación del halcón. Y en dos décadas vimos ínfames invasiones, hombres de gobierno justificando el submarino seco como método de interrogación, deportaciones ilegales a países donde se torturaba a nombre de Norteamérica, restricción de las libertades civiles, entre otras perlas. Vimos (o no vimos tanto, si lo pensamos bien) a Ben Laden muerto. Y comprobamos que la crisis económica que nos dejó K.O. en 2001, se repitió con la misma receta por los mismos actores insaciables pegándole al Primer Mundo. Un Estados Unidos dividido en dos bandos irreconcialiables y una Europa que tiembla financieramente. En el Caos, los países emergentes han encontrado el viento de cola del aumento de los precios de los commodities sostenidos por el nuevo rol de colosos económicos que asumieron China e India.
Lejos de la utopía de “Viaje a las estrellas”, de la nueva frontera, del progreso material y mental del hombre, hay poco de nuevo en estos años, en un mundo que al desplome económico del centro se ha topado con un problema más grande que Al Qaeda, el calentamiento global. Pese a los síntomas, se ignora la catástrofe ecológica porque prestarle atención implicaría cambiar nuestro modo de vivir, nuestra mentalidad, nuestra conducta. Simplemente, significaría replantear nuestro estilo de vida y tener el valor de afrontar los cambios para generar un mundo nuevo.
En dos décadas, el polvo del derrumbe de las Torres Gemelas todavía no termina de asentarse.
Seguimos, aún, en el siglo XX.
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