28.9.11
hikikomori, la revolución triste
Hace un tiempo fantaseamos con la Revolución Triste (http://revoluciontriste.blogspot.com/2010/10/el-manifiesto-cero-de-la-revolucion.html), en un blog que quedó inconcluso siguiendo otros caminos creativos. Lejos estábamos de pensar que algunos ya habían empezado a bajar los brazos por su cuenta. A partir de una nota publicada en “Ñ” el sábado pasado (citada al pie), nos enteramos de la existencia de los hikikomori.
El término japonés hikikomori significa “apartarse, estar recluido”. Es un fenómeno que empezó a comentarse en los ’90 en Japón, primero muy aisladamente (acorde al nivel de extrema reserva que caracteriza a la sociedad nipona) y luego, ya en el nuevo siglo, informado con mayor franqueza y grado de especificación. Es una forma de fobia social que afecta a adolescentes japoneses quienes deciden, simplemente, recluirse en un cuarto y no salir por meses (incluso, en casos extremos, años).
Preferentemente se instalan en sus habitaciones (pero ha habido el caso de un joven que “tomó” la cocina de su casa y obligó a sus familiares a construir otra), duermen de día y se pasan la noche conectados con sus videoconsolas, chateando o jugando por Internet. Ante la exigencia de una nación hipercompetitiva, por el temor de no cumplir con las expectativas que la sociedad espera de ellos, prefieren no salir de sus casas y dejan pasar la vida.
La familia japonesa vive esta situación como una experiencia vergonzosa y, en la mayoría de los casos, se prefiere esconder el problema y dejar que el joven tome el tiempo que considere necesario para decidirse a salir cuando lo crea conveniente.
Pueden pasar meses en esa situación. La madre (tradicionalmente la responsable de la educación de los niños del hogar) acerca los alimentos a la puerta del cuarto y respeta el aislamiento autoimpuesto por el chico. Los casos varían según la gravedad, pero hay jóvenes que se pasan meses sin bañarse ni salir de su cuarto.
El Dr. Tamaki Saito es el especialista del tema en Japón, uno de los primeros en especificar con precisión el cuadro de esta patología. Con las reservas que pueden expresarse sobre cualquier estadística dada las implicancias íntimas del tema, se habla de que cerca de un millón de japoneses sufren esta patología, alrededor del 10% de los adolescentes.
La reinserción en la sociedad no es completa. Los años transcurridos en reclusión les hace perder a los jóvenes la capacidad para relacionarse socialmente y un retraso en sus estudios y habilidades laborales, a veces, en forma definitiva. Estudios gubernamentales estiman que cerca de un quinto de los hikikomori no logran salir de sus casas y el 10% ni siquiera de su propia habitación – celda.
La expansión de la patología ha producido una serie de alternativas para tratar con el problema: clínicas, grupos de autoayuda, tratamientos especializados. Pero el más llamativo es el empleo de hermanas de alquiler, muchachas contratadas para hablar, puerta por medio, con el hikikomori. A veces pasan horas, intentando intercambiar una palabra, alguna acción que sea la primera grieta en el muro que han construido. Por US$ 8 mil anuales, las jóvenes intentan contactarse con los adolescentes recluidos. Las mujeres parecen ser más efectivas para lograr comunicarse con los afectados. Vale aclarar que el 80% de los hikikomori son varones.
Las experiencias de las hermanas de alquiler varían, como es de esperar, pero hay un elemento frecuente que encuentran en las habitaciones de los hikikomori: tres agujeros en la pared. Puñetazos al muro descargados en los momentos de frustración. (Por supuesto, no se excluyen las reacciones violentas, contra sí, contra sus padres y aún contra terceros).
Muchas teorías se han lanzado al ruedo para explicar el fenómeno hikikomori: la presión que reciben los adolescentes varones en los primeros años de sus estudios secundarios que define, en solo un par de años, casi todo su futuro laboral; la relación altamente dependiente que las madres japonesas tradicionalmente entablan con sus hijos (agravado por la alta proporción de hijos únicos en la sociedad); la filosofía japonesa de la dignidad del sufrimiento solitario; el retraso de los padres en pedir ayuda a un psicoterapeuta, por considerar vergonzosa la situación que indicaría (en su opinión) que han fallado en su obligación de padres de educar exitosamente a sus hijos.
Posiblemente, la combinación de estos factores expliquen más, que la elección solitaria de alguno, el problema del hikikomori. Y que esto sea una patología típicamente japonesa (aunque hay algunos casos registrados en Corea del Sur, Singapur y hasta en Argentina), probablemente se explique por las diferencias culturales de las sociedades.
En otros países, los adolescentes abrumados responden con anorexia, bulimia, drogadicción, elección de una tribu urbana, trastornos obsesivos compulsivos. Aunque sea diferente la manera de expresarlo, el mensaje es (básicamente) el mismo.
FUENTES:
El artículo mencionado de “Ñ”, de Valeria Meiller:
http://www.revistaenie.clarin.com/literatura/Hikikomoris-Tao-Lin-Ellen-Kennedy-Miranda-July_0_562143975.html
Un muy buen artículo en el New York Times de Maggie Jones (en inglés):
http://www.nytimes.com/2006/01/15/magazine/15japanese.html?pagewanted=all
Un artículo en Wikipedia:
http://es.wikipedia.org/wiki/Hikikomori
Un artículo en BBC News de Phil Rees (autor de un documental sobre el tema):
http://news.bbc.co.uk/2/hi/programmes/correspondent/2334893.stm
Un artículo en el portal “Planeta Sedna”:
http://www.portalplanetasedna.com.ar/hikikomori.htm
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