En las últimas semanas, me topé (en distintos campos y medios, de un signo político a otro) con la enunciación de declaraciones que se dan de frente con la realidad y que, sin embargo, se siguen repitiendo hasta que terminan siendo unánimente tomadas como la verdad autorrevelada. Podemos echar mano a una selección de estos enunciados, tomados de distintos medios de comunicación, dichos por periodistas, políticos, dirigentes o simple gente del común como usted o yo. Veamos algunas de esas grageas:
Enunciación: la mitad de los votantes de Macri, votan a Cristina.
Hecho: en C.A.B.A., Macri ganó la primera vuelta a Filmus 47% a 28%. Si el enunciado fuera correcto, Cristina debió sumar a los 28% de Filmus, cerca de 23% de la mitad de los de Macri. En la primaria, en el distrito, debió puntear por 51%. En cambio, superó por escaso margen el 30%.
Enunciación: Giovanni se lesionó solo; Barrientos no tuvo nada que ver.
Hecho: A Giovanni Moreno lo cagaron a golpes en todo el partido de la primera rueda con All Boys del campeonato pasado. Hay audio y video de su oponente Barrientos amezándolo durante el partido. El tipo se retiró antes del cotejo y al día siguiente se comprobó la lesión que lo dejó fuera del fútbol por más de seis meses. Su agresor siguió jugando, tras una fecha de suspensión tras su expulsión por protestar. El colombiano volvió el sábado. El público de All Boys cantaba: “Ésta es la barra de Hugo Barrientos / el que te rompe los ligamentos”.
Enunciación: No es un problema de seguridad.
Hecho: Una menor es secuestrada de la puerta de su casa, en un modesto barrio del conurbano. Toda la sociedad se moviliza para encontrarla. En un principio, se habla de una red de trata de blancas que la tiene secuestrada. Lamentablemente, se encuentra su cadáver una semana después. Se empiezan a conocer ciertas relaciones de sus familiares con actividades delincuenciales y se habla de una ajuste de cuentas: la chiquita ha sido asesinada porque la “familia no pagó una deuda”. Desde círculos oficiales se dice: “Queda claro que esto no es un problema de seguridad. Es otra cosa”.
Enunciación: Es una campaña de diarios amarillistas.
Hecho: Un diario publica que un integrante de la Corte Suprema de Justicia tiene en alquiler departamentos de su propiedad donde se ejerce la prostitución. La evolución del caso va de un departamento alquilado a seis y de la negación del hecho hasta su aceptación por desconocimiento de quién había alquilado sus inmuebles. Queda claro que la publicación del diario es verídica; igualmente hay un acto de desagravio al integrante de la Corte Suprema.
Dejamos los ejemplos acá, pero queda claro que pueden multiplicarse prendiendo la televisión o la radio y aguzando un poco el oído.
Lo que nos llama la atención, en todos estos casos, es la negación a la realidad. El hecho desmiente lo enunciado. Pero se persiste en la afirmación del enunciado, como si ese solo hecho alcanzara a hacer verdad lo que no lo es.
Entre las posibles explicaciones a esta conducta, no cabe descartar la desfachatez o la idiotez. Pero la repetición de este patrón de pensamiento en la sociedad sugiere especular sobre otras posibilidades, otras hipótesis a evaluar.
Yo arriesgo mi teoría con la que cierro el post: va más allá del hecho sicológico de negar la realidad. Negar la realidad significaría que, en algún grado, se percibe la amenaza de lo real y se intenta diferirla, ignorándola. Es irracional pero hay un grado de percepción de la amenaza.
En este caso, percibo un deseo que la realidad no termine como siempre ha terminado en términos históricos (con una nueva desilusión, una nueva crisis que nos obligue a empezar de cero). Entonces, como los chicos que buscan aprobación de los mayores, nos miramos y decimos: “¿No es cierto que no es así? ¿No es cierto que esta vez va a ser diferente?”.
El problema es que los menores, habitualmente, encuentran la mirada de un mayor que les dice: “No. No es así”. O mejor dicho: el problema se da cuando no encontramos la mirada de un mayor que nos niega esa ilusión, sino que hallamos la mirada de otros tan desesperados como nosotros en creer.
Como una especie de sugestión colectiva, leemos los mismos signos que leen los otros. Simplemente porque queremos leer esos signos tanto como ellos, mal que le pese a la realidad.
Que sigue estando ahí.
Pese a nosotros.
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