3.5.12
imposibilidad de sentir
SHAME
data: http://www.imdb.com/title/tt1723811
Un lugar común de la crítica de “Shame” es que el filme de Steve McQueen es la historia de un adicto al sexo. Disentimos. La historia de Brandon Sullivan es el drama de un hombre imposibilitado de sentir. Su perfomance sexual no es más que las vueltas de tuerca del protagonista para lograr sentir, para quebrar el muro tras donde se esconden sus emociones, tabicadas por una trauma sexual que no conocemos (ni conoceremos) pero que intuimos. En una de las últimas escenas del filme, el personaje logra llorar. El gesto de angustia (angustia que se siente a lo largo de toda la película) aparece en su cara en una de las últimas escenas sexuales (en el trío que realiza a un ritmo histérico). Eso es lo que le cuesta al personaje sentir: cada lágrima surca su alma como el filo de un cristal.
“Shame” es una película no apta para todo público. No tanto por las escenas sexuales (promocionadas por el marketing y que, a esta altura, no escandalizan a nadie) sino por su atmósfera hermética. Es de esas películas en que no parece pasar nada, en lo que todo está sugerido, en el que los detalles indican más que los hechos. “Shame” es una narración entre líneas, una descripción muy sutil de un personaje empantanado en una rutina que lo salva de sentir. Hasta que la aparición de Sissy, su hermana, quiebra esa quietud y sacude la estructura. El terremoto emocional hunde al protagonista que pierde el rumbo, entra en picada, mostrando los débiles cimientos en los que se apoya su salud mental.
(No es sólo psicológico el derrumbe, sino físico. Comparen el Brandon Sullivan de la primer escena con el que regresa a casa en el subte, golpeado, desaliñado, embrutecido).
Steve McQueen trabaja la historia apoyándose en varios pilares fundamentales. La actuación es una de ellas, brillante trabajo de Michael Fassbender y de Carey Mulligan; la fotografía de Sean Bobbitt; la banda de sonido de Harry Escott. No hay que menospreciar este último elemento: los temas musicales tienen una intervención activa en el clima opresivo de la historia, con una banda de sonido que mezcla Bach con Coltrane, en dosis decisivas. La versión de “New York, New York” que interpreta Carey Mulligan es de antología.
Se cita como antecedentes de “Shame” a “Último tango en París”; personalmente, varios pasajes me hicieron recordar a “Psicópata americano”, en especial los ambientes asépticos, tecnológicos, vidriados, la vestimenta prolija y detallista a la última moda y los lugares de trabajo en los que hay que adivinar que es lo que hacen los personajes. Un lugar donde se pierde el tiempo, donde se mata el vacío existencial. Sabemos del protagonista que trabaja con una computadora en una oficina vidriada; y poco más que eso. Esa inutilidad del empleo, sólo como dador de una fuente de ingresos que permita un patrón de consumo, era una idea presente en la mencionada “Psicópata americano”.
Otra interesante idea que sobrevuela en “Shame”, es la alusión a la falta de intimidad en las relaciones privadas. Hacer el amor en una gran caja de cristal. Cuartos de hotel, ambientes hogareños, lugares de trabajo, grandes ventanales a la vista del mundo. No hay un espacio reservado, hay un ejercicio del exhibicionismo que, no casualmente, se correlaciona con el hastío sexual. Hay que cruzar límites, redoblar la apuesta, inventar posiciones, torcer lo acostumbrado, para recuperar el erotismo que ha reducido el acto sexual a una mera proeza atlética.
Una de las grandes escenas del filme es el encuentro sexual de Brandon con Marianne, su compañera de trabajo. Si hasta ahí (y posteriormente) las escenas sexuales de Brandon tiene la eficacia del porno, en esta escena todo es conmovedoramente casero, hasta en la ropa a medio caer y las incoordinaciones de los que recién se conocen. Lo que altera a Brandon, muy sutilmente, es que Marianne acaricia su cara y lo mira a los ojos al hacer el amor. Ella ha puesto el dedo en la llaga en su debilidad: conectarse con otro ser humano. Es un momento clave para comprender la psicología del personaje y cuál es su conflicto interior.
Otra escena clave es el encuentro de Sissy con su hermana. En alguna crítica se señaló que, el guión de Abi Morgan y Steve McQueen decide que la primera escena de los protagonistas estén desnudos. Físicamente. El filme se encargará de desnudarlos psicológicamente. En esta primera escena entre Sissy y Brandon hay un grado de intimidad no normal para una relación de hermanos. Es más: hasta la siguiente escena, no sabemos si Sissy es una ex novia o su hermana. Sospecho que no es accidental: hay algo incestuoso en ese encuentro que sugiere el trauma sexual de la infancia que los ha llevado a ese punto.
“Shame” es un círculo: empieza como termina. Y es una buena forma de terminar una historia: un personaje que tiene un conflicto y del cual no puede salir. A lo sumo, buscará un ambiente controlado donde mantener una precaria estabilidad que le permite sobrevivir el resto de su vida. Ése final calmosamente trágico, es el desenlace poéticamente oscuro del filme.
Un apunte final: en Argentina, una cadena de cine declaró que no iba a proyectar “Shame” por sus escenas de alto contenido erótico. Que esa decisión, que subestima la capacidad de comprensión del espectador local, un auténtico coqueteo con la censura previa, no haya provocado ninguna protesta generalizada, revela el grado en el que ha caído la libertad de expresión en nuestra democracia. Parece normal que una obra de arte se esconda porque no es del gusto de quien lo va a proyectar. En otras épocas de la patria, hubiera levantado polvareda. En estos tiempos, apenas es un apunte marginal en un costado de la crítica. Así estamos.
Mañana, las mejores frases.
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