16.10.12
nuestra natural tendencia a la destrucción
… Barletta más tarde con su Teatro del Pueblo, Juan Carlos Paz con la música, tuvieron sus rompecabezas. Este último y su grupo se prodigaban con entusiasmo por interesar en la nueva música a auditorios bien escasos que, para colmo, iban abandonando la sala durante los conciertos; luego venía la crítica a rematar el fracaso. Hay que decir que personalmente no nos dolíamos de la situación, siempre sentíamos que el repudio era un tributo a pagar a cambio del libre ejercicio de nuestro espíritu de creación y de nuestros sueños. En cuanto a las críticas, nos tenían sin cuidado. Recuerdo que un día, comentando el caso, Paz me dijo: “Ni a usted ni a mí las críticas nos hacen mella, ya sé; pero es indudable que retardan la acción. Yo lo siento por el público, que morirá sin haberse enterado de lo que hacemos por él”.
Puedo afirmar que en la mayor parte de las ciudades del interior mi pintura fue vista con naturalidad y agrado por gente de diversas condiciones sociales, a la que nadie había enseñado a pensar que el arte debe ser esto o aquello, porque la verdad está aquí y no allá. Las personas llamadas “cultas” son las que tienen la mente conformada al cliché que les dieron por ciencia.
Mis cuadros no se vendían, pese a sus precios normales, por diferentes motivos: 1°) porque no gustaban a los coleccionistas; 2°) porque cómo nadie preguntaban cuánto costaban, todos estaban de acuerdo en declarar que eran caros; 3°) porque los críticos de los rotativos importantes cuya opinión sigue el público declaraban que me repetia, que estaba siempre en lo mío, como si Goya, Rembrandt y todos los otros artistas no hubiesen estado siempre “en lo suyo”, o como si ignorasen de corrido que las personalidades artísticas se definen, precisamente, por la unidad de su obra; 4°) porque después de juzgarme “futurista” resultó que no, que era cubista y por añadidura picassiano, o que imitaba a Juan Gris...
Me pregunto a estas alturas del tiempo si existe entre nosotros una tendencia a la confusión, una voluntad manifiesta de echar abajo lo que sobresale o una inclinación natural a elevar barreras.
Leónidas Barletta tenía entonces su Teatro del Pueblo, de aspecto modesto, al comienzo de la calle Corrientes. Quería hacerle algunas transformaciones que no ocasionasen mucho gasto. Una tarde que fui a visitarle me entretuvo con el asunto. Estudiadas las posibilidades sobre el terreno, le prometí llevarle un proyecto, anticipándole verbalmente lo que éste sería: -“Se trata -le dije- de cambiar enteramente la apariencia del Teatro prestándole un gran efecto; pero todo será simple y, sobre todo, económico, puesto que la mayor parte del trabajo lo podrán realizar ustedes mismos con algo de voluntad y muy pocos pesos”.
Le expliqué acto seguido cómo revestir las columnas raquíticas para darles una apariencia de solidez y hasta de majestad; cómo pintarlas luego de negro y lo mismo el techo; cómo iluminar la sala, con poco gasto de instalación y luego de consumo, para que los grises y los blancos... y cómo... Quedamos en que le llevaría el proyecto al cabo de quince días.
Antes de cumplirse este plazo un señor, conocido mío (…) se detuvo para saludarme y para felicitarme por las transformaciones que acababa de hacer el Teatro del Pueblo; Barletta le había dicho que eran obra mía. Cabe suponer mi asombro. Me fui a ver la novedad encontrándome, efectivamente, con que el teatro estaba modernizado; Barletta lo había hecho todo, interpretando mi idea muy bien y posiblemente mejorándola, porque la decoracion lograba un gran efecto.
Cito esta anécdota porque refleja la inteligencia de nuestra gente que todo lo capta y todo lo hace a fuerza de lomo, en tanto que los gobernantes encargados de la educación del pueblo duermen su sueño de topos.
EMILIO PETTORUTI
“Un pintor ante el espejo”
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