Hace unos días, pasé por una farmacia a comprar un jabón antiséptico. Este producto solía estar ubicado en la góndola de “primeros auxilios”. Pero no había de la marca que suelo comprar. Cuando ya me estaba yendo, se me ocurre preguntar en el mostrador. El empleado me dijo: “Ah, sí”, se dio vuelta y sacó un jabón del estante más cercano y me lo dio.
¿Qué había pasado? Hace unos meses, se empezó a aplicar en la Ciudad una reglamentación que impide la venta de medicamentos en góndola al estilo supermercado. Uno no puede servirse libremente. No. Uno debe pedirlo al farmacéutico quien se da vuelta, lo saca del estante y te lo da. Si la idea es que la gente no se automedique, podríamos cierta lógica a la medida. Ahora, para hacer un pase de manos con un jabón antiséptico, parece un poco mucho. (Más aún cuando lo de la otra marca no tenía problema de estar en góndola).
Me quedé pensando en el hecho. Porque me parece que revela algo más, una idea que está haciendo carne en la sociedad argentina y que explica algunos comportamientos de los últimos tiempos. Hay una fuerte creencia de que la gente es pelotuda. Entonces, alguien (generalmente el Estado) tiene que decirle a la gente lo que está bien o lo que está mal. Porque la gente es pelotuda. No entiende por sí misma. No sabe lo que le conviene. Entonces tiene que haber alguien (repito, generalmente el Estado) para indicarle lo pelotudo que es y cómo tiene que actuar correctamente.
Vamos a otro ejemplo. El 80% de las películas argentinas (por ser generosos) son un bodrio incomible piantapúblicos. Son tan malas, pero tan malas, que ni siquiera las suben en los sitios de descarga ilegales de películas, porque nadie se va a gastar en verlas. Bueno, la gente no va a ver cine argentino. ¿Cuál es la solución? ¿Mejorar las películas? ¿Racionalizar los fondos de fomento para la producción cinematográfica, comprometiendo el proyecto con la repercusión en la platea? No. Eso es para un país donde la gente no sea pelotuda. En este país, la gente es pelotuda. Entonces hay que explicarle que tiene que ver películas argentinas y que no las ve, no porque sean malas, sino porque es pelotuda.
Primero pusimos la cuota de pantalla. Si usted tenía un cine (usted, el tipo que le paga el sueldo a sus empleados con lo que recauda de vender entradas), debía reservar una cantidad mínima de tiempo en sus salas, para pasar películas argentinas. Bueno, está bien, la sala iba a estar vacía. Pero usted tenía que pasarla igual. Aunque no fuera negocio.
Se hizo. Se reservó una cuota de pantalla. Pero la gente sigue sin ir a ver películas argentinas. (Noten: no es que no vayan a ver películas; no van a ver películas argentinas; mejor dicho, no van a ver cierta clase de películas argentinas, porque otras son un éxito y reciben el favor del público). Ante la evidencia, ¿qué dicen nuestros cineastas? No se les ocurre decir: “De verdad, hay películas que son inmirables. Tendríamos que empezar a ver qué películas estamos filmando porque de esta forma estamos tirando plata que podría usarse para apoyar otras producciones”. No. El problema es la cadena de distribución y la supremacía de la industria de Hollywood. La solución se reduce a mantener más semanas en cartel la película sin público, para que funcione el “boca a boca” (que funciona, pero en el sentido contrario, no vayas a ver esa película que es un desastre).
La idea es la misma. Mirá, vos sos tan pero tan pelotudo, que yo (que sé más que vos) te digo lo que tenés que ver. Porque pese a todo, seguís sin venir a ver mi película y preferís la última de superhéroes.
La historia se repite en otros campos. ¿Querés comprar dólares para ahorrar? No. Vos sos tan pero tan pelotudo que no te das cuenta que tenés que ahorrar en pesos (aunque haya una inflación superior al 20% que tampoco te voy a decir porque sos muy pero muy pelotudo para procesarlo). Yo te digo que no podés, porque te estoy haciendo un favor. ¿Ah, vos no escuchás los discursos de la Presidencia? No te preocupés. Como vos sos muy pero muy pelotudo, te pongo una cadena nacional cuando se me antoje, porque así me vas a escuchar, aunque no tengas ganas de escucharme. Más aún porque vos sos tan pelotudo pero tan pelotudo que comprás el diario de la Corpo y no los bonitos diarios que financiamos con nuestros impuestos (que garpás vos, pero sos tan pelotudo que no te das cuenta) y no te dignás ni siquiera a darle una hojeada.
El argumento se repite en otros campos de la vida argentina y creo que encierra esta subestimación del otro que se ha hecho carne en nuestra sociedad. Necesito montar un esquema de reglamentaciones y controles (con los costos que esto implica) para hacerte cambiar la decisión que hubieras tomado individualmente. No porque se internalicen costos (vgr. las medidas regulatorias contra la polución ambiental) si no porque no acepto la decisión que vos tomaste. Y te la quiero cambiar de prepo.
Lo que llama es la atención es lo que se desprende de esto, una consecuencia que no suele mencionarse: ojo, como vos sos tan pero tan pelotudo, no tenés el derecho de votar. Porque sos un pelotudo atómico y vas a terminar votando cualquier cosa. Así que dejame a mí que voto por vos porque sé lo que te conviene.
Bueno… mejor no demos ideas.
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3 comentarios:
Sabe que maestro...... siempre nos han tomado de pelotudos en este país, pero creo que mucha gente ahora se está dando cuenta.
Y que tengan cuidado ya que parafraseando a Tato "que tengan cuidado porque gente buena enojada ... gente buena peligrosa"
Saludo
Bat
En este país nos han tomado de pelotudos, porque nos gusta que nos tomen de pelotudos. Tal vez porque nos creemos vivos. Tan vivos que pensamos en zafar sin trabajar a largo plazo y en equipo. Sospecho que por eso creemos en las soluciones mágicas. Y seguimos votando por los tipos que nos toman de boludos, una y otra vez. Un país calesita, evidentemente fallado. No espere mucho, es nuestro karma. Abrazo, Batman... ¡y aguante Menganno! :-)
la mayoria de la gente es pelotuda. si sos inteligente no te sientas discriminado, siempre se trata con la mayoria.
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