La teoría institucionalista del desarrollo económico es hoy la explicación más aceptada sobre los determinantes últimos del desarrollo y la prosperidad. Cuenta con el aval de numerosos Premios Nobel y economistas de primer nivel mundial. La expresión más reciente y emblemática de esta teoría es el libro “Why Nations Fail” de Daron Acemoglu (MIT), quien visitará la Argentina la próxima semana invitado por el IAE, RAP, CIPPEC, UnSam y UdeSa, y James Robinson (Harvard), que ofrece un extenso apoyo empírico a la misma, a través de una gran cantidad de ejemplos históricos, desde el Neolítico hasta nuestros días, en los cinco continentes.
La conclusión de esta investigación es que sólo con un cierto conjunto de instituciones políticas se puede alcanzar el estadio más alto de desarrollo y prosperidad. Estas son: un Estado centralizado y eficaz que asegure el cumplimiento de la ley, provea educación de calidad y buena infraestructura física, una democracia republicana y pluralista, con limitaciones y contrapesos al poder central, una sociedad civil vigorosa organizada en diversos grupos de interés que participen activamente en el proceso político, y una prensa libre y crítica, siempre atenta a posibles desvíos de estos principios.
Sólo los sistemas políticos organizados bajo estas instituciones establecen fuertes garantías a la propiedad privada, el respeto a la ley y los contratos, y la libertad económica. Estas son a su vez las instituciones económicas virtuosas que establecen las condiciones e incentivos necesarios para movilizar al máximo los talentos y las energías de la población hacia las actividades más productivas, e impulsar fuertes procesos de innovación tecnológica e inversión en capital físico y humano, motores últimos del desarrollo económico desde la Revolución Industrial.
Existe un circulo virtuoso? entre instituciones políticas pluralistas e instituciones económicas pluralistas. La existencia de una gran diversidad de fuentes autónomas de creación de riqueza sostiene la posibilidad del pluralismo político y crea una fuerte corriente de intereses en contra de la concentración del poder.
Asimismo, sólo bajo un régimen político pluralista existen verdaderas garantías a la propiedad privada y sus correspondientes incentivos a la inversión y la innovación, ya que un poder fuertemente concentrado sería de hecho una amenaza al derecho de propiedad (y otros derechos), independientemente del régimen legal formalmente vigente.
La antítesis de este círculo virtuoso, es el círculo vicioso de las instituciones políticas y económicas extractivas, en las que una coalición organizada en torno a un fuerte poder central, establece instituciones orientadas a canalizar la riqueza del país hacia este poder y la coalición que lo sostiene.
Esta concentración del control sobre la riqueza, brinda numerosos y poderosos instrumentos para fortalecer el poder político centralizado que la hace posible, que a su bloquea las fuerzas innovadoras de destrucción creativa que podrían motorizar el desarrollo y prosperidad del país, pero amenazan la hegemonía política y económica dominante.
Existe una fuerte inercia en esta estructura de concentración extractiva que, una vez establecida, perdura en un mismo territorio incluso a través de regímenes políticos muy disímiles, como imperios, colonias, regímenes militares, y democracias electivas. Esto es así porque quien sucede a un régimen fuertemente concentrado, típicamente encuentra pocas limitaciones a su poder, pudiendo establecer así una nueva autocracia bajo otro régimen.
Estos regímenes de poder concentrado y extractivo son capaces de generar fuerte crecimiento por un tiempo limitado, en particular si parten de una muy mala situación anterior. Por ejemplo, mediante el traspaso de recursos de actividades de muy baja productividad a otras de mayor productividad, como en los primeros años de la URSS, en los que masivas cantidades de campesinos de bajísima productividad pasaron a trabajar en actividades industriales.
En el caso actual de China, se combina este fenómeno con el establecimiento de instituciones económicas pluralistas en un ámbito acotado, bajo un régimen político autoritario.
Pero las instituciones extractivas son incapaces de generar un desarrollo sostenido en el largo plazo, que implica un proceso de transformación cualitativa, de destrucción creativa, que es inherentemente disruptivo del orden económico y político concentrado y extractivo.
En el ejemplo descripto, una vez que se agota el traspaso de trabajadores a actividades de mayor productividad, el crecimiento económico encuentra un límite, como ocurrió con la URSS y los autores predicen ocurrirá con China, a menos que se produzca una liberalización política.
La ruptura del círculo vicioso de las instituciones políticas y económicas extractivas y su conversión a un círculo virtuoso de instituciones pluralistas e inclusivas, si bien es factible, ha sido posible en pocas sociedades y por esta razón la mayor parte de la humanidad permanece todavía en un estado de subdesarrollo.
MARCELO SIERRA
“La clave para el desarrollo económico son las instituciones políticas”
(el cronista, 03.06.13)
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