6.9.13
el cuerpo como máquina
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Terminada la Primera Guerra Mundial, Alemania se enfrentaba no solo a los miedos de un país destrozado por la contienda y enfangado en una difícil situación económica, sino también a los temores más universales de la década. Los años veinte vieron cómo la tecnología se expandía a gran velocidad, las máquinas comenzaban a invadir la vida cotidiana, y esto preocupaba a la sociedad. Eran además tiempos en los que el cuerpo humano era tabú: “Había que taparse, nadie se miraba en el espejo, nadie hablaba de sexualidad y estaba prohibido hacerse preguntas sobre uno mismo”, subraya Uta von Debschitz, una arquitecta alemana reconvertida en periodista y autora cultural desde 2002.
Por eso resulta extraordinaria la imaginación y el atrevimiento de Fritz Kahn (1888-1968), un médico alemán que explicaba el funcionamiento de nuestro cuerpo mediante dibujos que imitan la actividad de una fábrica, o que comparan la tecnología de las máquinas con la de la naturaleza. Sus metáforas y analogías fueron muy exitosas, rompieron muchas fronteras y permitieron que la gente conociera, desde un punto de vista que mezclaba lo artístico con lo científico, cuestiones entonces poco divulgadas.
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Fritz Kahn era el hijo de un doctor judío que le proporcionó una educación humanística y le inculcó sus creencias religiosas y su interés por la medicina, carrera que estudió en la Universidad de Berlín. También le interesaron la filosofía, la astronomía o la aviación. Tras sus estudios, Fritz Kahn comenzó a trabajar en un hospital como ginecólogo y cirujano, y desarrolló el interés por la escritura de libros y la divulgación científica. En 1912 comenzó a colaborar con la editorial Franckh’sche Verlagshandlung, que le encargó un libro de biología humana, y al estallar la guerra mundial en 1914 ejerció de doctor militar en los frentes de Francia e Italia. Publicó varios libros en aquella época: La Vía Láctea (1914), La célula (1919) y Los judíos como raza y pueblo cultural (1920). En este último, Fritz Kahn, que era un librepensador y un pacifista convencido, atacaba el antisemitismo y el nacionalismo que comenzaban a estallar, y que tiempo después le obligarían a exiliarse.
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Así, la obra más conocida de Kahn, el póster El hombre como un palacio industrial (…) fue en realidad dibujado por el arquitecto Fritz Schüler.
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En 1933, los nazis llegan al poder en Alemania. Fritz Kahn es expulsado del país, como otros tantos intelectuales judíos, y huye a Palestina. Con el éxodo forzado, Kahn pierde su trabajo como doctor en Berlín y el contacto cercano con el círculo de intelectuales que le rodeaban en Berlín –entre los cuales estaba Albert Einstein, también huido, él a EE UU, a finales de 1932– y pierde su principal editorial, la Franckh’sche Verlagshandlung, que le abandona por órdenes del Tercer Reich. Los libros de Kahn, especialmente a partir de 1936, son borrados de Alemania: confiscados, prohibidos y quemados. La editorial, que temía perder suculentos ingresos, negoció con los nazis poder usar las ilustraciones con la firma “Archivo pictórico Franckh”, e increíblemente estos fueron utilizados por Gerhard Venzmer, un nazi que se convirtió en el autor médico de más importancia de entonces y que publicó su propio libro del cuerpo humano. Era una copia del de Kahn, una violación de los derechos de autor. Para mayor vergüenza del original, Venzmer añadió un capítulo extra dedicado a los estudios raciales, en el que lanzaba todo su odio hacia gitanos y judíos.
Fritz Kahn no podía hacer nada (solo después de la Segunda Guerra Mundial pudo demandar a la editorial, que tuvo que pagarle una compensación). Desde su exilio en Palestina, donde estuvo cuatro años, se interesó por la construcción del Estado judío y entabló amistad con Chaim Weizmann, futuro primer presidente de Israel. En 1937 regresó a Europa, a Neuilly-sur-Seine, a las afueras de París, y publicó dos nuevos libros, Nuestra vida sexual (1937) y El hombre en la salud y la enfermedad (1939), con una editorial suiza cuyo director había trabajado antes en la Franckh’sche Verlagshandlung.
A partir de 1940, Fritz Kahn tuvo que escapar de París. Primero hacia Burdeos, y después, en 1941, a EE UU. Lo hizo atravesando España y llegando a Portugal. “Quería ir a Lisboa, como muchos otros inmigrantes, porque la única manera de escapar era consiguiendo los papeles en la Embajada americana en Lisboa, la última que quedaba abierta en Europa”, explica Uta von Debschitz. “Consiguió huir gracias a Varian Fry y a su Emergency Rescue Comittee, que ayudó a decenas de intelectuales a marchar hacia EE UU”. Eso y la carta que envió Albert Einstein al cónsul de Estados Unidos en Lisboa, en la que el físico alemán pedía el visado para Kahn, fueron decisivos. Ya en América, el doctor Kahn publicó nuevos libros, como Primeros auxilios (1942), El átomo (1949) o El libro de la naturaleza (1952).
En 1956 regresa a Europa, a Suiza y Dinamarca, donde vivirá hasta su muerte.
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ÁLVARO CORCUERA
“Fritz Kahn, un genio olvidado”
(el país, 02.09.13)
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