2.9.13

giuseppe duso

la nación
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Hace unos días, “Ñ” publicó un interesante reportaje al filósofo italiano Giuseppe Duso, uno de los representantes de la escuela de la Historia Conceptual, rama que hace hincapié en la historia de los conceptos o palabras claves que hacen uso los historiadores para su análisis. Seleccionamos los siguientes párrafos de un artículo más largo que recomendamos leer.
Los historiadores alemanes dicen que los conceptos modernos que marcan el significado de las palabras que usamos nacen alrededor de la segunda mitad del siglo XVIII y a principios del XIX, es decir alrededor de la Revolución Francesa. Algunos términos como libertad o revolución toman su significado exactamente en este período. Los alemanes utilizan el término de Sattelzeit, algo así como “umbral epocal”. En Padova estamos de acuerdo con esta perspectiva, pero sostenemos que en su lógica, en su significado, los conceptos que históricamente se afirman alrededor de la Revolución Francesa tienen su génesis en un período anterior, en aquel laboratorio político de conceptos modernos que son las doctrinas del derecho natural: Hobbes, Locke, Pufendorf, Rousseau, esos son los autores con los que nacen los conceptos modernos. Este es un primer aspecto por el cual nuestra línea acentúa el componente filosófico, porque mostramos que los conceptos nacieron en la llamada filosofía política moderna. Pero hay un segundo aspecto también importante y que le da el carácter filosófico a nuestro trabajo, y es el del propio movimiento de la historia conceptual como análisis crítico de los conceptos: no sólo se ve la historicidad de los conceptos, sino que se los interroga y así se descubre que en los conceptos que son considerados obvios residen aporías, contradicciones fundamentales. Por eso yo digo que nuestra línea busca determinar la génesis, la lógica y las aporías de los conceptos modernos. En este trabajo hay una interrogación filosófica de los conceptos modernos que hoy en día se encuentran epocalmente en crisis, lo que nos permite hacer frente a la realidad política en la que vivimos sin adoptarlos acríticamente. Es decir, nos permite comprender que para tener una relación seria y real con la política en la que estamos es preciso tener nuevas categorías.

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Las doctrinas del derecho natural que se basan en el individuo y en sus derechos para pensar la sociedad llegan a la necesidad de un poder racional y justo. En pocas palabras, van de los derechos del individuo al derecho de coacción, y así forman un pensamiento racional y justo de la sociedad que resulta en un monopolio de la fuerza, un único juez y un poder como propio del sujeto colectivo. Es la línea que yo digo que va del concepto de libertad, que es fundamental para toda la época moderna, al concepto de soberanía. El elemento fundamental, el secreto de este dispositivo, es la representación. Pensamos que el pueblo es soberano, que el mando le pertenece y que todos deben obedecer naturalmente a lo que él ordena. Pero cuando se dice que el pueblo es libre si obedece a las leyes que él mismo se da comenzamos a entender que el pueblo que da las leyes es un sujeto único y colectivo, mientras que los ciudadanos que obedecen no son inmediatamente el pueblo. Y la mediación entre estos dos modos que tiene el pueblo –pueblo como sujeto colectivo y pueblo como conjunto de particulares que deben obedecer– es el concepto de representación. Concepto que tiene dos movimientos: el que va de abajo hacia arriba, como en las modernas elecciones en cuya base se encuentra la voluntad del individuo, y el que va de arriba hacia abajo, con una autoridad que debe estar autorizada por todos, un cuerpo representativo con los poderes del Estado, comando que viene de arriba y que es de todos.

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…a menudo se piensa que los representantes deben representar a los representados. Pero en su lógica el concepto moderno de representación no es esto, como se ve a partir de la Revolución Francesa. Es decir, no se trata tanto de respetar la voluntad ya presente de las partes, de los partidos, de los individuos y de aquellos que me han elegido, sino de determinar, junto con otros representantes, la voluntad del pueblo. Esto está en la base del concepto de representación. No por nada se dice que los representantes están en el Parlamento con mandato libre, sin tener ninguna relación con los representados: la relación se da a través de la mediación de los partidos y de sus programas. En este sentido el discurso se complica y debo decir que no lo veo resuelto en las constituciones contemporáneas: porque en general las constituciones hablan de un mandato libre, y sobre todo actualmente las constituciones europeas, que definen a los partidos no como sujetos sino como meras asociaciones; y sin embargo los partidos como únicos sujetos de la política transforman esta letra de la Constitución, a punto tal que la expectativa de todos es que los representantes se comporten en el Parlamento según dictámenes y órdenes del partido, lo que significaría que no habría mandato libre, sino vinculado e imperativo. Esto muestra que no es simple pensar las constituciones que presentan una situación lineal y racional. Incluso la estructura constitucional debe ser repensada.

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En Europa se puede ver un momento de crisis de la democracia representativa, ligada también a la de los partidos. A fines del siglo XIX habíamos tenido esta esperanza en el Estado, la actividad política a través de estos sujetos que son los partidos, a punto tal que en buena parte se ha denominado al siglo XX como el del Estado y los partidos. Me parece que hoy esto es lo que está en crisis. Y particularmente en Italia, donde la confianza en los representantes electos está hoy en su mínimo histórico. El problema es cómo pensar esta crisis y cómo pensar la posibilidad de una salida. En Italia hemos tenido un fenómeno que ha tenido una relevancia objetiva, el Movimiento Cinco Estrellas, que ha provocado un impacto notable hacia adentro de la estructura parlamentaria. El objetivo de este movimiento era superar el hiato, la fractura que aparece entre representantes y representados, y poner en crisis esta presencia del partido en todos los momentos de la organización del poder, ya estatal, ya social. Sin embargo, muestra un fracaso por parte de estos actores y por parte también de los demás partidos para aprovechar esta situación, particularmente del Partido Democrático. ¿Por qué? Porque precisamente el imaginario de los políticos, los intelectuales y la gente común ha jugado en esta dicotomía: por un lado aparecen quienes piensan que la democracia representativa es el modo racionalmente mejor para la vida política, y por otro lado están quienes, con la imagen de la democracia directa, critican la democracia representativa en virtud del hiato de la representación y de la ocupación del poder por parte de los partidos. Pero en realidad ninguna de las dos modalidades permite comprender el presente y dar una orientación para salir de la crisis. El Movimiento Cinco Estrellas no ha comprendido que es un movimiento contra el sistema pero que actúa dentro de él, y que por lo tanto debe tener la responsabilidad y la capacidad de transformarlo.

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Lo que hace falta es superar la idea de que el ciudadano vale políticamente como individuo aislado, base del máximo derecho político que se expresa en el voto, para buscar en cambio formas de participación que funcionen en virtud de aquello que los ciudadanos son concretamente, de sus necesidades y sus competencias.

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“En Italia la confianza en los representantes electos está en su mínimo más bajo”
Reportaje de AGUSTIN COSOVSCHI a GIUSEPPE DUSO
(ñ, 22.08.13)

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