4.10.13

kornblihtt

la nación
En el suplemento ADN Cultura de “La Nación”, se publicó un reportaje de Nora Bäral científico y divulgador Alberto Kornblihtt que vale la pena destacar. Extraemos algunos párrafos de ese reportaje, para el presente post.

En el aula hay mucha adrenalina... Un momento importantísimo se da cuando los alumnos pasan de no entender a entender. Entonces surge una sonrisa que es única. Es un placer particular que genera una expresión muy típica. La persona no entiende y de repente cambiás las palabras o dibujás algo... Y ese pasaje de no entender a entender es mágico.

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-No hay problema en utilizar en una disciplina metáforas que provienen de otra, pero hay que decirlo, porque si no el lector puede pensar que el principio de incertidumbre que gobierna las partículas subatómicas también puede aplicarse al conocimiento cotidiano, y entonces todo es incierto. El deber de los divulgadores científicos es ser entretenidos manteniendo el rigor.

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Uno de ellos es la creencia de que los genes todo lo pueden, por ejemplo. Que hay un gen para cada una de las características humanas. Los biólogos moleculares y los genetistas tenemos el deber de aclararlo, porque no es así. Otras ideas aparecen por creencias. Lamentablemente, la homeopatía no cumple con la ley de acción de masas. Y uno tiene todo el derecho, si quiere, de ser religioso o de usar homeopatía, pero no puede pretender dar una explicación científica para respaldarlo porque no la tiene.

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La ciencia es profundamente antiintuitiva. Uno no puede decir algo porque le resulta lindo. Siempre tiene que haber algún grado de evidencia que lo sustente, aunque esa evidencia sea después revisitada. La intuición tiene un rol generador, pero no puede tener un papel sustentador de la afirmación. Darwin, por ejemplo, era terriblemente riguroso. Si uno lee Viaje de un naturalista alrededor del mundo, puede ver que también era cauto en sus conclusiones. No arriesgaba. Contrastaba lo que decía uno con lo que decía otro. Postulaba hipótesis, pero era cuidadoso a la hora de no plantearlas como una afirmación absoluta, que eso es lo que hacemos cotidianamente los científicos. Hay un ejemplo que me fascina. Ellos están en la Patagonia y Fitz-Roy ancla en la desembocadura del río Santa Cruz. Lo remontan, quieren llegar hasta la Cordillera, como a 400 kilómetros, van en chalupas, pero como la corriente es muy torrentosa, no pueden seguir río arriba. Entonces, atan los botes y van remontándolos por el sendero que lo bordea. En un momento dado, ven grandes bloques de piedra y Darwin se pregunta cómo llegaron hasta ahí. Cómo un gran bloque de piedra de la Cordillera llega a estar plantado en medio de la meseta. Hoy sabemos que fueron arrastrados por glaciares. Él postuló que habían sido llevados por icebergs a través del mar que conectaba el Pacífico con el Atlántico. Y que los icebergs se derritieron y las piedras quedaron. No es así, es una hipótesis, pero él dice que es una hipótesis y advierte al lector. Ése es el rigor del científico.

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No creo que haya incompatibilidad entre la práctica científica y el pensamiento religioso aplicado a los valores morales, sociales y culturales. Pero si uno quiere aplicar el pensamiento religioso a la estructura de la ciencia en sí, va a encontrar conflictos. Entonces, como todos nosotros tenemos muchas personalidades, nada impide que un científico sea muy riguroso en cuanto al mundo material en el laboratorio y que los domingos vaya a la iglesia.

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…a pesar de que soy científico, reconozco que hay otras formas de pensamiento y otros valores que tienen en otros aspectos un peso importantísimo. Cuando disfruto del arte, de la música, de la pintura, del cine; cuando amo u odio, no estoy razonando de manera científica. Pero tampoco estoy de acuerdo con el extremo opuesto, el darwinismo social que pretende explicar el comportamiento humano según el comportamiento de los animales. Porque el hombre es una especie única en su capacidad de subvertir el instinto con sus propios deseos subjetivos. No creo que se pueda explicar la economía o la sociedad simplemente como una aplicación en el humano de los principios instintivos de los animales. Lo más maravillo que la práctica de la ciencia puede aportar a la sociedad, además de generar una opinión pública informada respecto de ciertos temas sobre los que tiene que decidir (como fecundación asistida, alimentos transgénicos, clonación, cambio climático, minería a cielo abierto o glaciares que se funden), es una forma de pensamiento crítico que puede utilizarse como instrumento en cualquier otra actividad humana. Eso no significa hacer que la Cámara de Diputados funcione según leyes científicas, pero sería muy bueno que haya pensamiento crítico en lo que se analiza.

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No me asusta la tecnificación; creo que tiene que haber un control de la sociedad sobre las consecuencias. Por ejemplo, no es natural cultivar diez mil hectáreas de arroz como monocultivo, pero es natural en función de la sociedad humana, porque sin eso pasarían hambrunas millones de personas. Los ecologistas plantean a veces una situación ridícula que es volver a un mundo prístino, supuestamente natural, sin considerar que el ser humano es tecnológico por naturaleza y que la tecnología que hace es natural, es normal. Pero si la tecnología es natural, lo importante no reside en si el campo se tecnifica, sino en cuáles son las consecuencias. Yo no quiero preservar el ecosistema por sí mismo. Quiero preservarlo en tanto y en cuanto, si no lo preservo, la sociedad humana sufrirá un perjuicio.

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Se sobrevalora el papel de los genes y eso conduce al determinismo genético o biológico, que es encasillar a los grupos humanos de acuerdo con las distintas variantes de genes que tienen. Y ese encasillamiento es un pretexto para el racismo, para la discriminación y para la división de la sociedad en clases, por la que se relega a algunos individuos a tareas manuales, porque supuestamente sus genes no están preparados para las intelectuales, aunque se sabe que, si bien los genes influyen, la influencia ambiental es muy grande. Es un mensaje que quiero transmitir.

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Reportaje de NORA BÄR a ALBERTO KORNBLIHTT
“Alberto Kornblihtt: ‘La ciencia es profundamente antiintuitiva’"
(adn cultura, 27.09.13)

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