El 24 de mayo de 1910 se corrió en Palermo una maratón de 42 kilómetros. Fue en la Sociedad Sportiva, donde ahora está el Campo de Polo. La pista tenía unos 1100 metros y los competidores dieron 37,5 vueltas.
De punta a punta ganó un corredor italiano que le sacó más de una vuelta al segundo. Podía distinguirse con facilidad: era el más bajo de todos, el único que usaba pantalón negro y en la pechera ostentaba la bandera de Italia. Se llamaba Dorando Pietri y había sido el protagonista del momento deportivo más dramático en la historia de los Juegos Olímpicos de la era moderna. Aquí su historia.
En septiembre de 1904, un grupo de reconocidos deportistas llegó a Capri para participar en una carrera. A Pietri, que trabajaba en un pastelería de la ciudad, le gustaba correr y se anotó. No tenía ropa deportiva. Su mameluco contrastaba con los atuendos de los competidores profesionales. De todas maneras, los pingos se ven en la cancha y ahí Dorando no falló: ganó con comodidad. A partir de allí se dedicó a la competencia y su momento de gloria tuvo lugar el 24 de julio de 1908, durante los Juegos Olímpicos de Londres.
Hasta entonces, la maratón no tenía reglas fijas. Se corrían unos 40 kilómetros. En Londres sería la primera vez que los atletas recorrerían 42,195 kilómetros, que no es la distancia que existe entre Atenas y la ciudad de Maratón, como suele decirse, sino que es la que unía el fondo del jardín del castillo de Windsor, punto de partida de la competencia, con el estadio de White City.
La carrera se inició a las 14.30 con un calor sofocante que iría diezmando a los 56 competidores. A sólo tres kilómetros del final, y luego de realizar un esfuerzo sobrehumano, Pietri alcanzó la punta. Agotado, ingresó al estadio y recibió la ovación de los 75.000 espectadores. Pero afectado por un mareo dobló en forma errónea hacia la derecha y debieron indicarle que era hacia el otro lado. Dio unos pasos en el sentido correcto y cayó desplomado. Desde las tribunas clamaban que lo asistieran. Un médico y un comisario deportivo lo ayudaron a incorporarse. Con el resto de sus fuerzas reinició la marcha, pero volvió a caer. Una y otra vez. Empujado por la inercia de un estadio que lo alentaba hasta las lágrimas, Dorando Pietri cruzó la meta y se desmayó. Fue retirado en camilla.
John Hayes, estadounidense, llegó segundo. Los representantes de su país reclamaron que se descalificara al italiano por haber recibido ayuda. Les dieron la razón y se declaró ganador a Haynes. De todas maneras se premió a Pietri con una copa de oro que le entregó la reina Alejandra días más tarde en el mismo estadio.
El héroe de 1908 en Londres sería el ganador de la maratón corrida en Buenos Aires, en 1910. Fue la última vez que Pietri -quien llegó al país acompañado por su hermano, Ulpiano- corrió esta clase de carrera. Para muchos porteños pasó inadvertido, ya que ese día Buenos Aires vivía, a ritmo vertiginoso, la cuenta regresiva del primer centenario de la patria.
“El maratonista del centenario”
DANIEL BALMACEDA
(la nación, 14.10.13)
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