Días pasados, “La Nación” publicó un reportaje al austríaco Christian Felber, creador e impulsor de la Economía de los Bienes Comunes, un reciente movimiento que propone un modelo productivo a mitad de camino entre el capitalismo y el comunismo. Dando sus primeros pininos en la escena mundial, vale la pena informarnos de los principios de esta movida. En este post rescatamos algunos párrafos de la entrevista.
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(Los bienes comunes) son bienes que pertenecen a un colectivo, desde la vecindad [el pasto], pasando por la comunidad democrática local [el abastecimiento de agua], regional [abastecimiento de energía] y nacional [sistemas de educación y salud], hasta los bienes comunes globales que son, por ejemplo, la estabilidad climática o financiera. Bienes comunes no son mercancías que se venden en mercados ni tampoco bienes públicos que pertenecen al Estado. Sobre lo último hay perspectivas distintas.
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La diferencia más importante de un bien privado o una mercancía es que esta última tiene un precio que la compañía privada determina. Si alguien no puede pagarlo, es excluido del abastecimiento. En el ejemplo del agua, esto ha conducido a la exclusión de hogares pobres de servicios básicos. Segundo, las decisiones se toman de forma colectiva en los bienes comunes y de forma jerárquica en la economía privada tal y como la conocemos.
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El pueblo soberano podría definir cuáles son los bienes públicos y cuáles los comunes [privados, pero colectivos]. El Estado tendría la responsabilidad de proveer la población de los bienes públicos. En cuanto a los bienes comunes, basta con su regulación y la promoción. Si las comunidades deciden gestionar el pasto, el agua, un bosque, un acuífero o la reproducción de semillas de modo colectivo, pero de forma privada, el Estado puede proporcionar formas legales, una fiscalización propicia, etcétera.
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Es un modelo económico alternativo, tanto al capitalismo como al comunismo. Se basa, por un lado, en la libertad económica y, por otro, en valores fundamentales que ya están en las constituciones, como dignidad, solidaridad, sustentabilidad, justicia y democracia. El éxito de la empresa individual se vincula fiablemente al crecimiento del bien común. Cuanto más ética sea la organización y el comportamiento de las empresas, más éxito tendrán gracias a incentivos legales diversos.
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En el capitalismo, como su nombre lo indica, el objetivo es el crecimiento del capital. Por lo tanto, el éxito de una empresa se mide con el balance financiero y el de una economía nacional, con el producto bruto interno [PBI], que son indicadores monetarios. En la economía del bien común, el capital pasa a ser un medio, mientras que el bien común será el objetivo. Como consecuencia, el éxito de las empresas se mide con el balance del bien común y el de la economía nacional, con el producto del bien común.
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El Gobierno puede adoptar las medidas propuestas, directamente, empezando con el fomento del balance del bien común en las empresas públicas y privadas. Según el resultado del balance, proporcionaría ventajas legales a las empresas éticas y desventajas relativas a las menos éticas -fiscales, aduaneras, crediticias-, con la consecuencia de que los productos éticos se harían más económicos para los consumidores que los productos menos responsables y sostenibles.
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El movimiento es muy joven, nació hace tres años en Austria. Hoy son más de 1420 empresas de 27 países las que apoyan la iniciativa. En el norte de Italia, cuatro municipios están formando la primera Región del Bien Común. El recién elegido gobierno de la provincia de Salzburgo ha adoptado el fomento de esta economía en su programa de gobierno. Cada día avanzamos un paso.
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Si son pymes, pueden evaluarse mutuamente; en las grandes, un auditor externo determina el resultado en puntos del bien común. Este resultado será visible en todos los productos y servicios, catálogos y páginas web.
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CARLOS MANZONI
“Christian Felber: ‘El PBI no nos cuenta nada fiable acerca de la calidad de vida’”
(la nación, 11.01.14)
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