11.3.14

consecuencias morales de la guerra civil

La audacia irreflexiva pasó a ser considerada valor fundado en la lealtad al partido, la vacilación prudente se consideró cobardía disfrazada, la moderación, máscara para encubrir la falta de hombría, y la inteligencia capaz de entenderlo todo incapacidad total para la acción; la precipitación alocada se asoció la condición viril, y el tomar precauciones con vistas a la seguridad se tuvo por un bonito pretexto para eludir el peligro. El irascible era siempre digno de confianza, pero su oponente resultaba sospechoso. Si uno urdía una intiga y tenía éxito, era inteligente, y todavía era más hábil aquel que detectaba una; pero quien tomaba medidas para que no hubiera ninguna necesidad de intrigas, pasaba por destructor de la unidad del partido y por miedoso ante el adversario. En una palabra, era aplaudido quien adelantaba a otro en la ejecución del mal, e igualmente lo era el que impulsaba a ejecutar el mal a quien no tenía intención de hacerlo. Más aún, los vínculos de sangre llegaron a ser más debiles que los de partido, debido a la mejor disposicón de los miembros de éste a una audacia sin reservas; porque estas asociaciones no se consitituían de acuerdo con las leyes establecidas con vista al beneficio público, sino al margen del orden instituido y al servicio de la codicia.

TUCÍDIDES
“Historia de la Guerra del Peloponeso” (III, 82,4-6)

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