29.12.14
grace murray hopper
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Ahora, el periodista Walter Isaacson, quien fuera el biógrafo de Steve Jobs, pretende dar justo crédito a algunas de estas mujeres, además de a otros personajes cuyas contribuciones no se han valorado como se debiera. En su último libro The Innovators ("los innovadores") repasa la complicada historia de la revolución digital, tratando de dar a cada César lo que es suyo.
Una de las pioneras a las que el libro concede un mayor reconocimiento es Grace Murray Hopper, quien es ya todo un símbolo entre las programadoras estadounidenses. En su honor se celebra anualmente la Grace Hopper Conference, también conocida como la gran “celebración de las mujeres en la computación”. Su anterior edición, celebrada en octubre de 2014, reunió a 8.000 programadoras.
Hopper fue la encargada de escribir el primer manual de programación de la historia, además de perfeccionar otras muchas funciones básicas de los ordenadores modernos, como el uso de subrutinas, y de acuñar el término debugging, aplicado a eliminar los errores de un programa. En su caso, el bug (que se traduce como "bicho") fue una polilla que se quedó atascada dentro de los componentes mecánicos del ordenador, ocasionando que éste dejara de funcionar.
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Según Isaacson, si bien los hombres estaban obsesionados con mejorar el hardware y en fabricar máquinas cada vez más potentes, las mujeres que se interesaron en la informática durante la Segunda Guerra Mundial dieron más importancia al desarrollo del software, es decir, a las instrucciones que le dicen a la máquina lo que tiene que hacer. En estas instrucciones estaba la clave para transformar los ordenadores en herramientas realmente útiles.
Grace Hopper, una profesora de matemáticas en la Universidad de Vassar, estaría llamada a convertirse en una de estas pioneras. Procedente de una familia acomodada del Upper West Side de Manhattan, su abuelo era ingeniero civil y su madre, profesora de matemáticas. Obtuvo su doctorado en Matemáticas en la Universidad de Yale en 1934.
Cuando los japoneses atacaron Pearl Harbor, Hopper, quien a los 36 años no tenía hijos y consideraba que su vida era aburrida, dejó su trabajo y a su marido, un profesor de literatura, y se alistó en la Marina. Fue destinada a trabajar con el profesor Howard Aiken en Harvard, quien era responsable militar del ordenador Mark I, una bestia electromecánica de unas cuatro toneladas y media y el primer ordenador programable. La contribución de Hopper fue la de desarrollar su lenguaje de programación y, además, de escribir su manual de instrucciones.
Según Isaacson, la principal cualidad de Hopper era su habilidad para dominar tanto el arte como la ciencia. “Ella decía que si no puedes explicar los conceptos de ingeniaría y matemáticas, no vas a ser bueno en ello. Yo pienso que esa era una de las cualidades que le permitió ser una buena programadora, porque era capaz de hablar esos lenguajes con claridad, explicarlos de una forma clara y transformarlos a su vez en algoritmos igualmente claros”, dijo.
Una de las cualidades que aportó Hopper, opina Isaacson, fue su capacidad para colaborar con otros. “Tenía la capacidad de los hackers modernos para combinar irreverencia y espíritu colaborativo. Fueron estas habilidades las que crearon un espacio para el pensamiento y la acción independiente”, algo que tendría en común con las siguientes generaciones de programadores.
Aiken, quien en un principio no estaba muy conforme con tener que incluir a una mujer dentro de su cuerpo de oficiales, pronto hizo a Hopper no solo su jefa de programadores, sino su representante oficial. Años más tarde, solía recordar con orgullo las contribuciones que ella hizo al nacimiento de la programación. “Grace era un buen hombre”, llegó a declarar a modo de cumplido.
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JAVIER BARBUZANO
“Informática en femenino”
(el país, 29.12.14)
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