3.2.15
unidimensional
FRANCOTIRADOR
data: http://www.imdb.com/title/tt2179136
Con “Francotirador” me sucedió algo parecido a lo que me pasó con “Vidas al límite” (http://libretachatarra.blogspot.com.ar/2010/02/adrenalinodependiente.html), la película de Kathryn Bigelow: no logré compartir el clima de polémica y euforia de gran parte de la crítica. Confieso que últimamente me viene pasando con gran parte del cine de Clint Eastwood que me parece bastante plano (“Jersey Boys” me gustó bastante, fue una excepción). “Francotirador”, en mi opinión, es un buen filme bélico. Bueno, pero nada que no hayamos visto. Un personaje unidimensional, sin variantes, en el entorno burocrático de la guerra.
Chris Kyle fue un soldado en Irak, francotirador, con más de un centenar de muertes debida a su letal precisión con el rifle. El hombre se convirtió en una leyenda en el campo de batalla. Kyle era un tejano con prioridades claras: proteger a los suyos. La lección paternal de que el mundo se divide en ovejas, lobos y perros pastores caló hondo y se asumió como el hombre que protege a su familia, a su país, a sus compañeros de guerra. Ésa es la necesidad dramática del personaje: proteger. Lleva al extremo ese imperativo, hasta el punto de complicar su relación familiar, al volver al campo de batalla porque han quedado sus compañeros que siguen luchando sin su ayuda.
Hay otro conflicto que sobrevuela la batalla: la lucha con Mustafá, el francotirador sirio que juega para el enemigo, campeón olímpico, que es su alter ego. A través de los enfrentamientos que pueblan la película, la guerra de Kyle es una guerra personal, un mano a mano contra su oponente. Una sorda lucha a distancia, de evento a evento, desde lejos. Sólo cuando Kyle resuelva esa guerra dentro de la guerra podrá volver a casa.
Las líneas de tensión dramática de la trama están planteadas en esos ejes y no son para nada débiles. Pero la ejecución no es destacada. El guión de Jason Hall no ahonda en esos conflictos, no hay una reacción en el protagonista ante lo que pasa. Sí, vemos que la procesión va por dentro, vemos la contradicción cuando Kyle tiene que decidir entre pegarle un tiro a un niño con un arma en su mano o cumplir con su misión. Pero esa escena no mueve la estructura del personaje, no lo aparta de su idea de servir a la patria y de proteger a los débiles.
La conformación del enemigo tiene ese perfil dicotómico bueno-malo que caracteriza el pensamiento del protagonista. O blanco o negro. No hay grises en los oponentes a Kyle. Los iraquíes que se cruzan en su camino son todos asesinos. No dejan dudas de que merecen morir. Y ese esquemático planteo aporta cierta fatiga al relato. Los rivales de Kyle no son rivales: son una masa inidentificable. No son individuos que permitan hacernos dudar de la justicia de nuestros actos. Eso no sólo los haría humanos: también más interesantes dramáticamente.
Esas limitaciones en el dibujo del protagonista merman las posibilidades de la interpretación de Bradley Cooper, más restringidas al aspecto físico que al emocional. Personalmente, lo he visto a Cooper hacer papeles más interesantes que éste. Sin embargo, es este papel el que le permitió desplazar a Jake Gyllenhaal de los nominados para el Oscar 2015. El ejército garpa a la hora de ser destacado por la Academia.
Una última reflexión: el modelo bélico en Hollywood va mutando de la entronización del héroe que salva la jornada a la maquinaria burocrática de la guerra. En filmes, como éste o “Vidas al límite”, se adivina cierto tedio en el accionar bélico. La batalla es una serie de pasos, un protocolo estricto, una labor casi fabril. Hasta el rival es un punto en una pantalla, en una cámara nocturna, un punto que se adivina a lo lejos. Esta desmaterialización de la guerra tal vez nos acerque con más realismo a lo que es hoy la contienda bélica, pero dramáticamente, empobrece el relato. Al final, siempre las personas mueven la historia, con minúscula, y con mayúscula (Historia, así).
Mañana, las mejores frases.
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