Las sombras del bambú barren las escalerasCuando las hordas mongolas de Kublai Khan invadieron el sur de China en 1275, Mugaku se escapó de los disparos de la batalla; pero cuando la provincia en la que se había refugiado fue tomada al año siguiente, dejó de huir.
pero ni una mota de polvo se agita.
La luz de la luna atraviesa las profundidades del estanque
sin dejar huella alguna en el agua.
Cuando los guerreros mongoles invadían el recinto del monasterio en donde Mugaku estaba sentado, todos los demás monjes y trabajadores del monasterio se escondieron como ratones en sus madrigueras.
Los guerreros se acercaron donde estaba el Maestro zen que se hallaba sentado solo en la sala y le pusieron sus espadas en el cuello. Totalmente sereno, Mugaku cantó con calma un poema:
En todo el universo, ni siquiera tengoConmovidos por la compostura exenta de temor del Maestro zen, los soldados mongoles envainaron sus espadas y se fueron.
suficiente terreno para colocar un bastón;
Afortunado es haber descubierto
hueca la personalidad y vacíos los fenómenos.
¡Adiós, espadas del imperio mongol!
En el año 1280, Mugaku fue invitado al Japón por Hojo Tokimune, regente del shogún. Cuando Tokimune visitó al Maestro zen la primavera del siguiente año, Mugaku escribió al regente un mensaje de tres palabras: “No os inquietéis.”
Cuando Tokimune pidió una explicación, el Maestro zen dijo: “Cuando se junten la primavera y el verano, el sur del Japón se habrá levantado en armas; pero se pacificará en breve, así, pues no debéis preocuparos.”
Cuando llegó el momento, una invasión de mongoles atacó el sur de Japón en ese mismo otoño, exactamente como había dicho el Maestro zen. Y tal como el Maestro había predicho, los invasores fueron rechazados y la paz fue pronto restaurada.
THOMAS CLEARY
“Antología Zen: cien historias de iluminación”
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