4.9.15

las dos caras de Moretti

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MIA MADRE
data: http://www.imdb.com/title/tt3013610/

Varias veces, durante la filmación de la filmación, Margherita (el personaje de Margherita Buy, el alter ego de Nanni Moretti) le pide a su actor un inentendible actuar una acción pero, al mismo tiempo, quedarse al costado del personaje, para dejar ver al actor. En un parlamento cerca del final, Margherita reconocerá que no sabe lo que quiere decir cuando le pide eso a un actor. Es una buena reseña del cine de Moretti: su pulsión de permanecer en escena en desmedro de lo que está contando. En algunos parlamentos de “Mia Madre”, nos da la impresión que Moretti sobrestima el poder del cine sobre la realidad. Cree, con conciencia progresista, que la ficción puede cambiar el mundo. La muerte de su madre lo torna con la certeza de lo infundada que es esa creencia. La vida es lo suficientemente miserable para que ningún acto artístico la emparde. El artista apenas distrae al espectador por unos momentos, acto de ilusión para hacerle creer que la vida es mejor de lo que es. Ésa es la única función del arte. Ilusionarnos por un rato. Sólo por un rato.

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Moretti efectúa un acto catártico en celuloide. Cuando estaba filmando la también fallida “Habemus Papam” (http://libretachatarra.blogspot.com.ar/2011/09/aparta-de-mi-ese-caliz.html), falleció su madre. Moretti elabora ese duelo con este filme, poniendo a Margherita Buy en el lugar del director y se reserva el papel del hermano de la directora. Suele ser un mal camino hacer una película para examinar las penas de nuestra vida. “Mia Madre” no es la excepción.

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Moretti lidia con dos planos: el emotivo, las sensaciones que depara la agonía de su madre (las arrugas de una mano; la imposibilidad de moverse; los momentos oníricos; la resignación ante lo inevitable) y la retórica de la función del cine. La primer estructura es la mejor parte de la película, agrupa las escenas más logradas. Pero cuando Moretti logra meterse en el corazón de la historia y nos muestra la emotividad de sus personajes, retrocede un paso, asustado de mostrarnos que es un intelectual que siente. Se refugia en esas flojas escenas del rodaje de una película con sentido social que se cae a pedazos, con un actor como John Turturro soberbio pero prescindible en esta historia, con los monólogos monocordes del director. Es muy fuerte el desnivel entre estos dos planos del filme. Todo lo que logra con uno, lo pierde con el otro.

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Por momentos, Moretti da la sensación de que intuye que todo acto artístico es inútil, que no hay nada que pueda evitar la muerte. Pero en su credo progresista, repite fórmulas vacías para convencerse que el arte tiene alguna función social. Puede repetir, como en la conferencia de prensa que da Margherita, que hay una misión del artista. Pero el paso del tiempo va mostrando como esa certidumbre no deja de ser un prejuicio burgués, una superstición de intelectual de izquierda, un acto de fe, voltereta dada en el vacío.

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La única certeza es el fin de todo lo que nos rodea. La muerte, la soledad, la decrepitud y las carencias de nuestros cuerpos. Y cualquier elaboración intelectual es pretenciosa ante esa evidencia. Eso es lo que evita Moretti. Ése es el hecho sobre el que no se atreve a reflexionar. Moretti abre la puerta. Ve los elementos dispersos de la trama. Señala el corazón latiente. Pero se queda en el umbral. En la confortable seguridad del umbral, para ser más precisos.

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Incompleto, sobrestimado pero sincero, el cine de Moretti no da más que esto. Tómelo o déjelo. Para algunos críticos es la cima de la cinematografía. Creemos que está en una loma, elevada pero no tanto en el panorama general.

De “Mía Madre”, amén de algunas escenas bien logradas, nos quedamos con la mirada de Margherita Buy.

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