Mientras Federico reinaba en Sicilia y se enfrentaba al Papa, cayó sobre el mundo una tremenda desgracia contra la que ninguno de los dos pudo hacer nada al no hallarse de acuerdo. Hordas de jinetes asiáticos volvieron a invadir Europa. Esta vez fueron los más poderosos. Ni siquiera la muralla de Qin Shi Huangdi pudo detenerlos. Comenzaron conquistando China bajo su rey Gengis Kan y la sometieron a un espantoso saqueo. Luego, hicieron lo mismo con Persia. A continuación, siguieron la ruta de los hunos, los avaros y los magiares hacia Europa. En Hungría llevaron a cabo una terrible devastación y asolaron también Polonia. Finalmente, el año 1241, llegaron a la frontera de Alemania, en Breslau, que tomaron y redujeron a cenizas. Allí donde iban, mataban a todo el mundo. Nadie como salvarse. Su imperio era ya el mayor que había existido en el mundo. Imagínate: ¡de Pekin a Breslau! Sus tropas, sin embargo, no eran ya hordas salvajes, sino ejércitos de guerreros bien entrenados con jefes muy astutos. ¡La cristiandad era impotente! Destrozaron un gran ejército de caballeros y, en ese momento, cuando el peligro era mayor, murió su soberano en algún lugar de Siberia y los guerreros mongoles dieron media vuelta. Pero los países recorridos quedaron asolados a sus espaldas.
ERNEST H. GOMBRICH
“Historia breve del mundo”
fuente: http://issuu.com/labibliopop/docs/35.131.005.h0_harper-world_zine-a5_
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